A finales de septiembre, la Agencia de Protección Ambiental estadounidense (EPA) anunció que Volkswagen había violado la Ley de Aire Limpio en aquel país al instalar dispositivos para trucar los motores de varios de sus modelos diésel, con el objetivo de que pasaran los controles de emisiones contaminantes.
El consejero delegado del grupo alemán admitió unos días después que unos 11 millones de coches diésel ‘limpios’ –la gran mayoría, vendidos en Europa– tienen instalado el software de trucaje y la empresa anunció que provisionaría 6.500 millones de euros (tercer trimestre de 2015) para hacer frente a la reparación de los vehículos implicados (sin incluir el coste de posibles multas y acciones legales).
Luc Simoncini, especialista en inversiones sénior del equipo de renta variable de Kames Capital, analiza las implicaciones del escándalo para los inversores.
«Probablemente, pasará mucho tiempo antes de que conozcamos la verdadera magnitud del escándalo de Volkswagen. Sin embargo, este fraude ha generado dudas sobre hasta qué punto se trata de una práctica habitual en la industria automovilística y qué fabricantes y sectores podrían verse implicados o afectados a medio-largo plazo».
Como ocurre ante cualquier episodio de volatilidad, el escándalo de Volkswagen (y la posibilidad de que se trate de un problema generalizado en la industria) presenta tanto oportunidades de inversión como riesgos.
Varios sectores ya han reaccionado a las malas noticias: a principios de octubre, el sector europeo de fabricación de coches se había dejado un 16% y el de componentes de automoción, un 11%. A partir de ahora, las decisiones de inversión dependerán hasta cierto punto del universo de inversión inicial. Por ejemplo, nuestro equipo de renta variable global ha reducido la exposición a los fabricantes de equipos originales (OEM) de automoción como medida preventiva, ya que el sector se ve ahora mismo rodeado de incertidumbre mientras otros ofrecen múltiples oportunidades de inversión.
«Los fabricantes de coches podrían verse castigados durante algún tiempo, independientemente de la situación individual de cada empresa. El escándalo de Volkswagen recuerda demasiado a los que salpicaron a los grandes bancos en el momento álgido del boom financiero, cuando los años de fuerte crecimiento acabaron debilitando las prácticas de buen gobierno corporativo, dando pie a los excesos. Pese a que no todos los bancos adoptaron este tipo de prácticas, todos se vieron castigados por igual hasta que se aclaró la situación y, sobre todo, la postura de los reguladores», estima Simoncini.
En el caso de la industria automovilística, el gestor de Kames Capital cree que aún no está claro cuál será la respuesta de los reguladores de todo el mundo, especialmente en lo que se refiere a la implementación de nuevas pruebas de medición de emisiones. Además, la apuesta de largo plazo por los motores diésel para los coches compactos podría verse amenazada y lastrar las valoraciones fundamentales de la mayoría de las empresas del sector.
«Desde el punto de vista de un inversor global, existen muchas oportunidades en otros sectores, por lo que en estos momentos no está justificado mantener la exposición al sector del automóvil (que solo representa una pequeña parte del universo de la renta variable global). No obstante, seguiremos atentos a los sectores relacionados con la automoción (como la industria química, los fabricantes de equipos y la venta minorista de vehículos) con el fin de determinar si las tesis de inversión individuales se han visto afectadas y si, en conjunto, las expectativas de rentabilidad ajustada al riesgo vuelven a resultar atractivas con el tiempo», apunta.
Este episodio, concluye Simoncini podría servir para que una parte del mercado diésel evolucione hacia la fabricación de coches más ecológicos, más baratos y más eficientes.