A la volatilidad y a las caídas del mercado que lleva generando semanas el coronavirus (COVID-19) se unen las tensiones por el petróleo entre Rusia y la OPEP, que hundió ayer su precio un 26% y le hizo rozar los 31 dólares, una cifra que no veíamos desde 1991. La combinación de la crisis del coronavirus y la caída del petróleo sembró el pánico en los mercados durante la jornada, muestra de ello es que Wall Street llegó a suspender ayer las operaciones de compraventa de acciones tras abrir el mercado con una caída del 7%. Hoy el mercado ha amanecido con más calma a la espera de que las instituciones monetarias y los gobiernos tomen medidas de forma coordinada.
Aunque la cancelación del trading fuera solo de 15 minutos, fue un hecho significativo que demuestra el pánico que se vivió ayer. Una situación que, según explica Shamik Dhar, economista jefe en BNY Mellon IM, supone otro golpe para unas economías y unos mercados que ya de por sí se muestran frágiles sumidos en un entorno de turbulencias generalizadas en los mercados financieros. “La demanda de petróleo ya se había debilitado a consecuencia del coronavirus, por lo que la decisión de Arabia Saudí de incrementar la producción agrava la situación al provocar un nuevo shock de oferta. Es difícil saber cuánto durará, aunque de momento no parece que vaya a ser algo temporal”, explica.
En su opinión, la caída del precio del crudo (que finalmente ayer fue del 26%) respaldará el crecimiento de los países importadores de petróleo, que saldrán beneficiados en sus relaciones de intercambio. “Esta transferencia de rentas de los productores a los consumidores de petróleo podría estimular el crecimiento mundial si el gasto de los consumidores supera el recorte de los productores. Por cada 10 dólares que se reduce el precio del petróleo, aproximadamente un 0,3% del PIB mundial se transfiere de los productores a los consumidores”, añade.
Para Michel Salden, gestor de Vontobel AM, la presión sobre los precios se sentirá más en las zonas productoras de petróleo de esquisto, donde se espera que el crecimiento disminuya significativamente este año y, además, podrían producirse disturbios sociales. “Sin embargo, las perspectivas han mejorado, ya que los precios del petróleo a más larga duración llegarán a un mínimo debido al aumento de los costes de producción a largo plazo. Los productores de petróleo de esquisto verán bloqueado su acceso a la financiación barata y dejarán de actuar como productores marginales de swing a 50 dólares por barril. Independientemente de los movimientos actuales, se prevé que los mercados del petróleo pasen a tener una insuficiencia estructural de oferta para 2023-2025. Esto se debe a que los principales productores de petróleo no invirtieron en nuevos proyectos de infraestructura y los de esquisto han estado favoreciendo los dividendos en lugar de los gastos de capital para apoyar las nuevas instalaciones de producción”, explica.
De cara a los inversores, Salden argumenta que un posicionamiento inteligente en la curva en los contratos de futuros de crudo, junto con una mayor exposición a los metales preciosos, debería ayudar a los inversores de materias primas a capear el temporal. “Ya la semana pasada, tomamos una posición más defensiva añadiendo posiciones subponderadas en contratos de petróleo con fecha de vencimiento y cubriéndolas con contratos de petróleo con fecha de vencimiento más larga. En los próximos días se añadirán más posiciones defensivas en las curvas del petróleo que explotarán las curvas de los futuros cambiando más profundamente hacia el contango. En previsión de que los bancos centrales bajen los tipos de interés junto con una huida hacia la seguridad, aumentamos nuestra exposición a los metales preciosos con una distribución uniforme entre el oro, la plata, el platino y el paladio. Si se produce una guerra total de precios en el petróleo, los bancos centrales tendrán aún más razones para reducir los tipos de interés para combatir la deflación”, concluye.
Riesgo geopolítico
Desde las gestoras, explican qué ha provocado esta caída del petróleo. “Las turbulencias en la demanda mundial provocadas por el COVID-19 han sacado a relucir las crecientes fisuras en uno de los grupos intergubernamentales de mayor envergadura a escala internacional: la OPEP. Las relaciones en su seno se han deteriorado durante los últimos cinco-seis años en un contexto en el que la demanda de petróleo ha mostrado volatilidad, al igual que la economía mundial. A estos problemas se suma el de una nueva oferta de petróleo en el mercado derivada del surgimiento de la fracturación hidráulica (fracking). Ello ha conllevado que EE.UU. se convierta en el mayor productor de oro negro del mundo y que se reduzca aún más la capacidad de la OPEP para mantener los precios del crudo por medio del control que ejerce sobre la oferta”, explica Randeep Somel, director de renta variable global de la gestora M&G, para contextualizar esa “guerra del petróleo”, tal y como algunos analistas ya la ha bautizado.
Somel recuerda que, hace tres años, la OPEP amplió sus filas y se convirtió en OPEP+ (al incorporar a países como Rusia, Kazajstán y México) para contribuir a mantener la oferta de petróleo bajo control. “Esta relación colapsó la semana pasada cuando Rusia rechazó recortar la producción para ayudar a mantener los precios del oro negro, lo que se tradujo en una respuesta contundente por parte de Arabia Saudí, que declaró que no sufriría las consecuencias de los recortes y que incrementaría su propia producción de bajo coste”, señala para explicar cómo el desajuste entre oferta y demanda ha hecho caer el precio.
En este sentido, Adam Vettese, analista de eToro, apunta que lo que estamos viviendo es un “daño colateral significativo” de la decisión de Rusia. Unas consecuencias que llega en un momento en que los productores ya estaban preocupados por el hecho de que la demanda se debilitará a causa de la epidemia. “Esto es un colapso de una escala no vista desde la Guerra del Golfo. A no ser que haya un acuerdo entre los saudís, que pueden gestionar el precio a este nivel, y Rusia, que no puede, podemos esperar que el precio del petróleo siga bajo presión. El efecto ha sido brutal en los mercados y con los inversores en modo pánico, es difícil ver un cambio de sentimiento en el corto plazo. Más allá de la crisis del vertido en el Golfo de México (2010), habría que retrotraerse a mediados de los noventa para ver la cotización de BP al precio que está cotizando hoy, un pobre consuelo para los accionistas”, afirma.