Toda crisis lleva aparejada una oportunidad y esta vez no será diferente. Con las crisis económicas parece que despierta nuestra curiosidad por la educación financiera y nos damos cuenta de su importancia para tomar las mejores decisiones. ¿Cómo ha influido esta pandemia en nuestra cultura financiera? Conceptos como bajos tipos de interés, ERTEs o inversión sostenible se han introducido en nuestro vocabulario y han contribuido a enriquecer nuestra cultura financiera.
En el último evento organizado por Funds Society, la educación financiera ha sido el tema central sobre el que expertos de M&G, Fidelity International, Amundi y Capital Group han debatido. Todos ellos concluyen que la cultura financiera es un pilar fundamental en toda sociedad e insisten en que debemos dotarle de la importancia que se merece.
Pilar García, Senior Sales Manager en Fidelity International, considera que la crisis del COVID-19 pone de manifiesto que los esfuerzos por incrementar la educación financiera deben crecer. “La situación que deja la pandemia es una situación más difícil: crisis, paro elevado, sueldos y tipos de interés bajos… La capacidad de ahorro que teníamos ya era difícil, imagínate ahora con una base más baja”, apunta.
Para Nicoló Carpaneda, director de Inversiones en el equipo de renta fija de M&G, esta crisis deja un inversor que busca más claridad y que entiende más de mercados financieros porque ha tenido más tiempo y ganas de seguirlos de cerca. Álvaro Fernández-Arrieta, managing director en Capital Group, coincide con el resto de los ponentes e insiste en que todas las crisis aceleran procesos, por lo que el avance de la educación financiera no será una excepción.
Sin embargo, el experto cree que este cambio no será inmediato. Según explica, partimos de un nivel bajo que ya la crisis de 2008 puso de manifiesto. “En 2008 se vio que había una relación directa entre la cultura financiera y la desaceleración del PIB. Países con conocimientos financieros más altos tuvieron caídas del PIB de en torno al 3% o 4%, mientras que países con puntuaciones inferiores, entre los que nos encontramos, tuvieron caídas cercanas al 9% o 10%. “Esperemos que haya un después del COVID-19, no será rápido, tenemos mucho que mejorar, pero creo que la tecnología nos ayudará bastante”, apunta.
Todas las decisiones que tomamos durante el día tienen un impacto económico. Incrementar nuestra cultura financiera puede reducir riesgos, ayudarnos a tener una relación sana con nuestro dinero, aprovechar oportunidades y tomar decisiones de manera informada. Tal y como defiende Pilar García, la educación nos da más libertad. “El que no sabe está abocado a aceptar lo que le digan, a que le coloquen un producto o tarifas que no encajan con su perfil. Cuanto más sepas, más libertad de movimiento y autonomía tienes”.
Para Nicoló Carpaneda, la educación financiera significa ser capaz de reducir riesgos. Mientras que Raúl Fernández, director de distribución en Amundi, la identifica con tranquilidad, rentabilidad y control. “Cuando entremos en una situación tensa, tendremos un proceso de decisión más frío. Además, nos permite diversificar mejor nuestras inversiones: decidiré qué clases de activos son los más idóneos en base a mis necesidades y me permitirá entrar en productos más específicos, entre otras cosas”.
Álvaro Fernández-Arrieta considera que la educación financiera nos brinda tres enseñanzas clave: ahorrar cuanto antes, invertir a largo plazo, lo que, combinado con la magia del interés compuesto, nos llevará a un éxito seguro y a obtener mayor rentabilidad en el futuro.
El impulso de la cultura financiera: un esfuerzo conjunto
Respecto al granito de arena que puede aportar cada uno a la hora de impulsar estas competencias, los ponentes están de acuerdo en que éste debe ser un esfuerzo conjunto que reúna la voluntad tanto de los propios ciudadanos como de la industria, el gobierno y la educación. “Tenemos que conseguir un nivel mínimo de cultura financiera, es casi una responsabilidad individual que tenemos todos”, apunta Pilar García.
Para el experto de M&G, es momento de que el ciudadano tome más responsabilidad que en el pasado. “Estamos en un mundo con mucho acceso a datos y hay que invertir más tiempo como ciudadano en educarse a uno mismo para entender tus objetivos y tu perfil. Así podremos estar más preparados y ser capaces de construir una charla con nuestro asesor financiero o por nuestra cuenta para salir con un mejor plan de ahorro e inversión”, defiende.
Álvaro Fernández-Arrieta reflexiona sobre el papel de la industria y considera que no “podemos tirar balones fuera”. Para el experto, su labor es inculcar a la gente el concepto del largo plazo y eliminar el ruido del cortoplacismo. Respecto a la responsabilidad de los gobiernos, demanda mayor participación y considera que tienen un papel importante a la hora de dar mensajes claros, sobre todo en lo que respecta al ahorro y las pensiones, y en el impulso de la educación financiera en los colegios, convirtiéndola en una asignatura obligatoria.
En este contexto, también se ha discutido sobre el papel que tiene la tecnología, la cual, sin lugar a duda, tendrá un rol protagonista en el impulso de la educación financiera. “La tecnología jugará un papel clave, acelera y facilita el acceso a la formación”, resumen el experto de Capital Group.
Sin embargo, Raúl Fernández, aunque considera que hay más luces que sombras cuando hablamos de tecnología, alerta de que es un arma de doble filo. “Solo uno de cada tres millennials usa al asesor financiero para tomar decisiones de inversión. Es algo normal, su medio es internet, pero hay que cogerlo como una señal de alerta de que nos tenemos que poner las pilas y seguir trabajando para que la industria y los asesores sigamos teniendo el protagonismo que tenemos”, advierte.
Por su parte, Nicoló Carpaneda cree que el papel de los asesores se refuerza, ya que, según explica, el problema es que la tecnología misma no genera contenido, no interpreta los mercados ni interpreta los problemas de las familias. “La tecnología es un medio para distribuir información, pero la interpretación tiene que venir del lado del asesor financiero”, sostiene.
Las finanzas conductuales: el peso de las emociones en nuestras finanzas
A la hora de tomar decisiones, los seres humanos somos incapaces de dejar las emociones a un lado, algo que nos puede traer consecuencias negativas. Este sobrepeso de las emociones se hace especialmente fuerte en momentos de tensión como los que nos ha dejado la pandemia.
Sesgos como el del rebaño, con el que tendemos a seguir lo que hace todo el mundo o el de familiaridad, que nos empuja a invertir solo en lo que conocemos, nos hacen caer en los mismos errores sistemáticamente. Ante esto, Pilar García recomienda alejarse de los miedos y dejarse asesorar. A esta recomendación, Carpaneda suma la de contar con un proceso de inversión estable y Fernández-Arrieta insiste en la responsabilidad de ser disciplinados, mantenerse invertidos y ahorrar con la mirada puesta en el largo plazo.