Al mismo tiempo que el mundo entero mira hacia Brasil para la inauguración de la Copa del Mundo, Daniel Isidori, gestor de la estrategia de renta variable latinoamericana de Threadneedle, reflexiona sobre las presiones existentes en el país y su posicionamiento en acciones brasileñas:
En 2006, año en el que Brasil se adjudicó la celebración de la Copa del Mundo que comienza hoy, el gobierno esperaba que el evento sirviera de escaparate para mostrar el progreso del país hacia una de las economías más importantes del mundo. Por aquel entonces la economía crecía un 4%-5% interanual empujada por los altos precios de las materias primas y el consumo doméstico. Sin embargo, el crecimiento económico ha flaqueado en años recientes. Los precios de las materias primas están muy por debajo del pico alcanzado a mediados de la pasada década y la demanda doméstica se ha ido ralentizando a medida que los consumidores han ido sufriendo los efectos de un endeudamiento excesivo.
Los meses previos a la Copa del Mundo han mostrado que además existe una insatisfacción generalizada entre los brasileños. Los manifestantes se han echado a la calle de muchas ciudades brasileñas para atacar al gobierno por un coste que se percibe excesivo para los preparativos del Mundial y de los Juegos Olímpicos de 2016, que se celebrarán en Rio de Janeiro. El pueblo pide más gasto en educación, sanidad y transporte. Dilma Rousseff, que se presenta a la reelección en octubre, ha tratado de evitar las críticas alegando que la Copa del Mundo espoleará el crecimiento.
La economía podría hacer buen uso de una inyección de actividad. El PIB del primer trimestre de 2014 solo ha crecido un 0,2% respecto al trimestre anterior, mientras el crecimiento del cuarto trimestre de 2013 se ha revisado a la baja hasta el 0,4%. La ralentización del crecimiento en China, el principal socio comercial de Brasil, ha pesado en el precio de determinadas commodities como el metal de hierro y la soja, así como sobre la demanda de estos bienes. Además, el banco central ha ido subiendo las tasas de interés desde principios de 2013 para combatir la inflación, llevando la tasa de referencia Selic hasta el 11%. Los precios al consumo, por su parte, han aumentado un 6% interanual desde 2010.
No parece extraño, ante este panorama, que la presidenta Dilma Rousseff sea cada vez menos popular entre sus ciudadanos. Por añadidura, los mercados financieros están reaccionado de forma positiva a la caída en sus ratios de popularidad porque anticipan que un nuevo presidente llevará a cabo los cambios que Rouseff se ha negado a implementar. A pesar de que la presidenta en las encuestas se mantiene por delante de sus dos principales contrincantes, Aécio Neves y Eduardo Campos, y de que nosotros seguimos pensando que será reelegida, ahora hay muchas más probabilidades que antes de una sorpresa electoral. Tanto Neves como Campos son economistas de formación y han sido gobernadores exitosos de sus estados. Según al revista ‘The Economist’, los dos quieren otorgar independencia la banco central, simplificar el complicado sistema impositivo brasileño, reducir el número de ministerios y promover la inversión privada, tan necesaria en el sector de infraestructuras. Los directores de campaña de Rousseff han tratado de contrarrestar su caída en las encuestas mediante anuncios televisivos en los que se advierte que los brasileños más pobres sufrirán si pierde la votación. Estos espacios publicitarios televisivos, que son gratuitos y cuyo reparto depende del resultado de las elecciones anteriores, son críticos para las elecciones en Brasil, dada la relativa baja formación de buena parte del electorado. Rousseff cuenta con una enorme ventaja al tener dos tercios del espacio total asignado a los candidatos. En todo caso, si la popularidad de Russeff cayera tanto como para que la derrota electoral pareciera inevitable, cabe la posibilidad de un retorno de Lula da Silva, el político más popular e influyente de Brasil y su predecesor inmediato en la presidencia (desde 2003 hasta 2011). Tanto Lula como Rousseff son compañeros de partido pero los mercados responderían positivamente ante un nuevo mandato de Lula, que demostró ser mucho más pragmático de lo que ha sido Rousseff.
La renta variable brasileña se ha comportado bien recientemente descontando que el resultado electoral podría conllevar una administración pro reformas. Sin embargo, las perspectivas a medio y largo plazo para Brasil no son particularmente positivas. El modelo económico sobre el que se ha desarrollado el país –precios altos de las materias primas y fortaleza del consumo doméstico- parece haberse agotado. El bajo crecimiento y el alto nivel de inflación son solo dos de los problemas a los que se enfrenta el país. El déficit por cuenta corriente se está ampliando, al tiempo que los apagones y el racionamiento de la electricidad son una opción plausible como consecuencia de la sequía que previene la recarga de sus centrales de generación hidroeléctrica. Las reservas hidráulicas del país, que generan dos tercios de la energía eléctrica, están muy cerca de sus mínimos históricos. En marzo, cuando Standard & Poor’s rebajó la calificación de la deuda en moneda extranjera del país, la agencia citaba el racionamiento energético y el coste asociado con la sequía como riesgos que amenazan el crecimiento y la inversión en Brasil.
Con todos estos problemas sobre la mesa puede parecer extraño que hayamos decidido reducir nuestra infraponderación a Brasil. Sin embargo, lo hemos hecho de forma muy selectiva y para beneficiarnos del rally ligado a la posibilidad de un cambio hacia un gobierno más orientado a las reformas. Además, por lo general cuando estudiamos compañías, buscamos un catalizador que pueda impulsar su cotización y Brasil ahora cuenta con ese catalizador ante el posible cambio de gobierno. La bolsa brasileña se comportaría muy bien ante este evento –hemos visto un fenómeno similar en México, donde la nueva administración está introduciendo reformas estructurales de gran calado-.
En cuanto a nuestro portafolio, las compañías más afectadas por el proceso electoral son las de capital público, y en lugar de tomar exposición a todas nos decantamos por sobreponderar ligeramente el gigante energético Petrobras por ser el más líquido y el que ofrece más ventajas para ser negociado por inversores internacionales. Por el contrario, nos mantenemos al margen del sector eléctrico ya que las utilites podrían sufrir si se raciona la electricidad. También evitamos determinados sectores que podrían sufrir por causa de la Copa del Mundo como las aerolíneas y los retailers, dado que el público se va a quedar en casa pegado al televisor.