Desde los chalecos amarillos en Francia hasta la Alternative für Deutschland alemana, pasando por el Brexit en el Reino Unido y las polémicas que inicia Trump, desde BNY Mellon IM señalan que se está depertando una sensación de “apatía” entre los inversores. La pregunta de fondo es qué parte de la tensión reinante hoy día obedece a la arena política.
Para explicar este contexto, la gestora señala la conocida popularmente como la “curva del elefante”, que vio la luz por primera vez en un documento de trabajo del Banco Mundial escrito por el economista Branko Milanović, especialista en desarrollo y desigualdad. La curva describe cómo, entre 1988 y 2008, aumentaron las rentas reales de las personas más ricas del mundo (a la derecha del eje X) y las de muchas de las más pobres (a la izquierda del mismo). En cambio, la población mundial con rentas medias (básicamente entre los percentiles 75º y 85º), y en especial la gente con menor renta de los países desarrollados, vio su riqueza estancarse o disminuir durante dicho periodo.
“En los años siguientes —particularmente durante la crisis financiera mundial y sus secuelas— esa curva no hizo más que acentuarse cuando la renta real del trabajador medio de gran parte del mundo desarrollado sufrió un bache”, explica.
En el Reino Unido, por ejemplo, el crecimiento salarial tardó más de una década en recuperarse hasta los niveles de 2008, pero incluso entonces, el Instituto de Estudios Fiscales estima que el trabajador británico medio cobraba 760 libras menos que antes de que estallara la crisis. “En un mundo post-Trump de opiniones divididas y un consenso político cada vez menor, la curva del elefante plantea una pregunta importante: ¿ha contribuido ese estancamiento de las rentas al nuevo sentimiento de desarticulación en la política del mundo desarrollado? Por citar la descripción sucinta que utilizó Harvard University Press, la editorial del estudio original de Milanović: “Cue xenophobia. Cue Donald Trump. Cue nationalism. Cue Brexit –de ahí la actual oleada de xenofobia, Donald Trump, el nacionalismo y el Brexit–”, añaden desde la gestora.
En este sentido, la renombrado economista cree que la innovación tecnológica también podría haber contribuido a socavar el poder adquisitivo de los trabajadores menos cualificados en las economías desarrolladas. Según sostienen desde BNY Mellon IM, “no se trata de un fenómeno nuevo, sino de una historia que lleva décadas gestándose. Basta pensar, por ejemplo, en cómo los cajeros automáticos han sustituido al personal bancario a lo largo de las décadas transcurridas desde su aparición en 1967. Pero también podría aducirse que la velocidad del cambio tecnológico y la sustitución de empleados humanos por mano de obra electrónica está arreciando, especialmente en el sector manufacturero”. Así lo ilustra el siguiente gráfico, proveniente del World Robotics Report 2018 de la Federación Internacional de Robótica (IFR), que muestra lo rápida que ha sido la llegada de la automatización industrial.
“Para vislumbrar las ramificaciones que podría tener esta tendencia en la vida real, cabe considerar el análisis llevado a cabo por el popular blog de política FiveThirtyEight sobre la correlación entre las intenciones de voto y la economía en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. En un estudio realizado condado por condado, los investigadores del blog detectaron una preferencia por Donald Trump frente a Hilary Clinton en aquellos lugares donde los puestos de trabajo se veían más amenazados por la tecnología o la globalización. En concreto, los condados con los trabajos más “rutinarios” – en fábricas, ventas, oficinas y ocupaciones afines, que son más fáciles de automatizar o deslocalizar – eran mucho más proclives a votar a Trump”, concluyen desde la gestora.