Rodica Glavan, de Insight –parte de BNY Mellon-, afirma que los inversores están dejando pasar oportunidades significativas debido a ideas falsas pero arraigadas sobre la deuda corporativa emergente.
Una clase de activo floreciente
Según ella, los inversores no son plenamente conscientes de la cantidad de oportunidades disponibles en el segmento. El mercado de deuda corporativa de mercados emergentes ha protagonizado un fuerte crecimiento desde la crisis financiera global, y actualmente tiene un saldo vivo de unos 1,7 billones de dólares, explica. Con ello eclipsa a los mercados de crédito high yield europeo y estadounidense, y supera en más del doble al mercado de deuda con grado de inversión denominada en libras esterlinas. La clase de activo abarca más de 70 países y más de 970 emisores corporativos en un amplio abanico de sectores, lo cual pone de relieve su naturaleza global y su diversidad.
Mejora de la liquidez y del perfil de riesgo de crédito
Una proporción significativa de los bonos empresariales emergentes (63%) tienen la calificación de grado de inversión, pese a los temores de los inversores en torno a la calidad crediticia de la clase de activo. Las condiciones de liquidez de este mercado han continuado mejorando -explica-, impulsadas por el afianzamiento de los fundamentales y por una base de inversores cada vez más global: esta mayor profundidad de la base inversora ha espoleado el volumen de emisiones de las empresas emergentes en múltiples tramos de deuda, y a medida que los volúmenes y el tamaño de las emisiones cotizadas han aumentado, la liquidez en el sector corporativo emergente ha mejorado.
«Una parte considerable de las empresas en muchos mercados emergentes han elevado su financiación mediante deuda en divisa extranjera –sobre todo en dólares– al aumentar la profundidad de sus mercados de renta fija. Esto ha eliminado el impacto de la exposición cambiaria para muchos inversores en deuda privada emergente, lo cual ha jugado un importante papel a la hora de amortiguar la volatilidad».
Afianzamiento de los fundamentales y del trasfondo técnico
Los emisores corporativos emergentes suelen mostrar menores niveles de apalancamiento financiero y ofrecer mayores rentabilidades por cupón (TIR) que sus homólogos desarrollados con calificaciones equivalentes, así como diferenciales crediticios más amplios. Estas empresas han respondido a la incertidumbre macroeconómica global reforzando sus balances mediante recortes de costes, reducciones del gasto de capital y ventas de activos para obtener efectivo. Estas actividades han ayudado a evitar subidas significativas de los ratios de apalancamiento, y mejorado el trasfondo técnico para los bonistas.
Valoraciones que no reflejan necesariamente la realidad
«Los diferenciales a los que cotiza actualmente el crédito emergente figuran en el 50º percentil de su historia desde 2002. Dicho de otra forma, la clase de activo ha cotizado en mayores precios la mitad del tiempo en los últimos 14 años. En nuestra opinión, esto es más bien reflejo del sentimiento que de los fundamentales».
Glavan cree que «los riesgos idiosincrásicos que se han asociado tradicionalmente con los activos de mercados emergentes se están convirtiendo en un fenómeno global«. Aunque el reciente intento de golpe de estado en Turquía ha servido de recordatorio del riesgo político que pueden conllevar estos mercados, el suceso permaneció relativamente bien contenido, con pocos efectos secundarios en otras economías emergentes. De igual modo, el ruido político procedente de países como Brasil, Rusia y Sudáfrica también ha menguado de forma significativa. Al mismo tiempo, la decisión histórica del Reino Unido de abandonar la Unión Europea, el auge de los partidos populistas en toda Europa y el ruido político en torno a las elecciones presidenciales en Estados Unidos hacen patentes los riesgos procedentes del mundo desarrollado.
¿Por qué invertir en deuda corporativa emergentes?
«Creemos que la tesis de inversión en deuda corporativa de mercados emergentes se ve respaldada más si cabe por el descenso de las rentabilidades por cupón en el universo desarrollado, que se están tornando negativas en vencimientos cada vez más largos», señala Glavan. Preocupados por los riesgos a nivel global, los inversores están aceptando pérdidas en su capital, pero a su juicio pasan por alto los riesgos inherentes a los mercados desarrollados en sus niveles actuales, lo cual subraya lo generalizado del actual entorno de TIR negativas.
Además, cree que el crecimiento en los mercados emergentes está encarrilado hacia un punto de inflexión este año, a medida que los fundamentales continúan mejorando. «Han surgido señales claras de estabilización de los indicadores de crecimiento emergentes –entre ellos el comercio mundial, las balanzas de pagos y los índices de directores de compras–, que apuntan a un diferencial de crecimiento cada vez más ancho respecto al mundo desarrollado».
En su opinión, invertir en deuda privada emergente consiste en capturar la prima estructural que ofrecen estos emisores respecto a sus homólogos de mercados desarrollados, a medida que los países emergentes representan un porcentaje mayor del PIB global. Estos títulos ofrecen a los inversores las ventajas potenciales de rentabilidad y de diversificación que supone invertir en países que se hallan en distintas fases de desarrollo económico y estructural.
En resumen, la experta defiende que la gestión activa de bonos corporativos emergentes brinda a los inversores la opción de plasmar en mayor o menor medida distintos motores de riesgo y rentabilidad en sus carteras, en base a sus objetivos. Estos créditos están infraanalizados, se hallan poco representados en las carteras de los inversores, y son repudiados por el grueso de la comunidad inversora. Esto crea anomalías de precios y oportunidades, pese al estatus de la deuda corporativa emergente como una clase de activo que está madurando con rapidez.