La renta variable japonesa es un oasis de oportunidades en un entorno de dudas para los países emergentes y algunos otros mercados desarrollados. Es la sensación que deja el discurso de Tony Glover, Investment Specialist en renta variable japonesa -small & large caps- en BNP Paribas Investment Partners, que gestiona, entre otras, la sicav Parvest.
Glover explica, en una entrevista con Funds Society, por qué el activo tiene que estar actualmente en las carteras, enumerando razones como sus atractivas valoraciones, los incentivos para un mayor posicionamiento de inversores minoristas, institucionales y empresas del país, o el catalizador que supondrán temas como la potente inversión en infraestructuras y el auge del turismo, sin olvidar la buena salud de las empresas japonesas y su cada vez mayor cercanía con el accionista. Y, sin embargo, deja de lado el apoyo de Abenomics, porque la filosofía de inversión de los fondos Parvest Equity Japan Small Cap y Parvest Equity Japan (de large caps) se basa en la selección de compañías. “Abenomics ha implicado un yen más débil, que beneficia a la economía a corto plazo pero solo es ruido: nosotros invertimos en compañías si sus fundamentales son fuertes y si realmente son capaces de crecer, y no en aquellas cuyos beneficios están inflados por la política monetaria y los movimientos de la divisa”, explica, descartando que seleccionen empresas solo porque piensen que se van a ver beneficiadas por estas políticas.
De hecho, actualmente en sus fondos tampoco juegan el beneficio que traerá un yen más débil para las exportadoras, sino que posicionan sus carteras para beneficiarse sobre todo de la demanda interna en Japón. “El fondo de small caps está muy orientado a la demanda interna. Somos negativos con China, hay problemas en el resto del mundo…”, así que si normalmente hay una relación del 60%-40% en temas domésticos y externos, ahora las cifras se acercan más a un 70% de la cartera expuesta a la demanda interna y un 30% a la externa, mientras en la cartera de grandes compañías la exposición a exportadoras es neutral.
Auge del turismo y las infraestructuras
Una de las historias fuertes dentro de esa demanda interna es la del turismo en Japón, que empieza a crecer con fuerza, tanto procedente de Asia (China, Corea, Taiwán…) como de otras partes del mundo, lo que impulsa el gasto dentro del país. El año pasado, por primera vez, el país recibió a más turistas foráneos de los locales que salieron fuera.
Y otra de las historias fuertes son las infraestructuras, ante temas como la preparación para los Juegos Olímpicos en cuatro años (lo que conllevará la construcción de villas para los atletas, renovación de carreteras, transporte público, etc, y llevará a una fase alcista de crecimiento económico, como ocurrió en 1964, dice Glover) pero también por los proyectos de construcción de infraestructuras y renovación de edificios que tiene que afrontar gran parte del país, para cumplir con nuevas regulaciones como las de anti-terremotos o de eficiencia energética, por ejemplo, y que mantendrá el gasto en este sentido. “Es una tendencia fuerte y vemos el pico de las renovaciones en 2030, acelerado por los Juegos de 2020”, explica el experto, que calcula que en los próximos 10 años se necesitarán 64 billones de yenes para mantener y renovar las infraestructuras. Otro apoyo será la construcción de un nuevo “tren bala”, con tecnología magnética e infraestructuras de túneles en un 75% de su recorrido, o la construcción de nuevos puertos tras la destrucción que hubo por el terremoto y tsunami hace cinco años, lo que beneficiará la actividad de la industria de ingeniería.
Además de estos temas, Glover reconoce que los balances de las compañías japonesas están en buena forma: destaca iniciativas como el lanzamiento del índice Nikkei 400, que tiene en cuenta el ROE y los beneficios operativos de las compañías, o el nuevo Código de Conducta y Gobernanza Corporativa, que mejora la protección de los inversores minoristas. “Las presiones en este sentido llevarán a mejorar los retornos para los minoristas”, explica. Parte de esas políticas han llevado a un incremento de las recompras de acciones y aumento de dividendos por las empresas –“tienen mucha liquidez, son más eficientes al asignar capital y ofrecen retornos en forma de dividendos”, dice-, una historia que cree continuará y que juega sobre todo la cartera del fondo de large caps. Eso explica que esa cartera, que divide el universo en cinco grandes sectores y busca las mejores valoraciones relativas dentro de estos sectores, con un enfoque value, tenga posiciones importantes en el sector financiero. Por su parte, el fondo de small caps busca firmas de valor pero con potencial para transformarse en firmas de crecimiento, que deben conjugar unas bajas valoraciones con un potencial de hacer crecer sus beneficios para ser seleccionadas.
Bajas valoraciones e incentivos para invertir
Otras dos razones que juegan a favor del activo son sus bajas valoraciones (“la renta variable nipona está barata desde de un punto de vista histórico como geográfico”, dice Glover, y además mientras la expansión del S&P 500 y el Euro Stoxx tras 2012 se debió a una expansión de múltiplos, en Japón vino dada por el crecimiento en los beneficios), y los incentivos para invertir para los locales, lo que ha hecho posible que el mercado crezca sin el apoyo de los inversores internacionales.
El experto explica cómo el año pasado el mercado subió a pesar de la aportación neta en términos de flujos de estos últimos, rompiendo una dependencia histórica. Los inversores internacionales son los que han dirigido el mercado pero el año pasado hubo una desconexión: hasta verano, fueron compradores netos pero más tarde esa tendencia se invirtió y su contribución neta en 2015 fue negativa, y aun así, el mercado subió, gracias al apoyo de los trust bancarios japoneses (los tenedores de activos en nombre de inversores institucionales como los fondos de pensiones) o de las empresas, con sus recompras de acciones. Un apoyo más local que lleva a una situación “mucho más sana”, dice Glover. Detrás de ese apoyo local están los 1,2 billones de activos del fondo de pensiones público, que si en el pasado tenía un objetivo de exposición a renta variable del 12 (más/menos un 5%), ahora lo tiene en el 25% (más/menos 9%), de forma que puede alcanzar una exposición de hasta el 34%. Actualmente, es del 23,35%, aún sin alcanzar el objetivo. “Otros fondos de pensiones, públicos y corporativos, seguirán esta tendencia”, dice el experto, lo que seguirá impulsando las bolsas.
Con respecto al inversor retail, aunque fue vendedor neto de acciones japonesas el año pasado, podría cambiar de actitud gracias a los incentivos fiscales que suponen las cuentas de ahorro individuales japonesas (NISAs), actualmente 10 millones con 5,9 billones de yenes invertidos –a septiembre de 2015- y que tendrán “una proporción justa de sus carteras en renta variable doméstica”. A esto se unen las nuevas “junior NISA” que empiezan este año y que incentivan el traslado de riqueza de los mayores a los jóvenes, con premios fiscales al ahorro. Así, «con el apoyo del inversor institucional, las empresas y quizá el minorista, hay un gran potencial para invertir en acciones japonesas”.
¿Y los riesgos?
A pesar del optimismo, y de esperar, como inversor fundamental, retornos en línea con el crecimiento de beneficios empresariales que sitúa en “la parte alta de un dígito”, el experto es cauto y sabe que no puede esperar que eso se materialice. También es consciente de los riesgos, de los que destaca sobre todo tres: en primer lugar, una desaceleración del crecimiento global que podría afectar al país, ante su fuerte comercio con EE.UU. y Europa, si bien cree que se puede mitigar a través de un enfoque en las compañías que más crecen; en segundo lugar, habla de una mayor fortaleza de la esperada en el yen, que podría dañar los beneficios de algunas firmas, situando en 105 el límite yen-dólar en el que algunas compañías pueden seguir creciendo o no; y en tercer lugar, el problema chino, aunque asegura que la exposición es muy baja (del 5%-6% de las ventas de las firmas niponas, frente a la exposición del 12%-13% a EE.UU.)