Aunque muchas empresas están cambiando lentamente su mentalidad hacia el modelo “verde”, el mundo superará el objetivo de incremento máximo de la temperatura en 2°C si no se adoptan medidas contundentes para reducir las emisiones de carbono. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) afirma que existirá un desfase de 8-10 gigatoneladas de emisiones de CO2 en 2020, cantidad equivalente a las emisiones totales de CO2 solamente de China en 2013. El viernes pasado fue el “Día de la tierra” y Luisa Florez, responsable de ESG Fundamental Research de AXA IM, analiza las posibles estrategias y opciones de inversión al alcance de los inversores.
1. Desinvertir en aquellos emisores más intensivos en carbono
Los inversores pueden reducir su exposición en aquellos activos con un mayor riesgo de inadaptación a futuros cambios de políticas. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE) “más de las tres quintas partes del incremento de las emisiones globales de CO2 desde 2000 se ha debido a la combustión de carbón”. Para limitar futuros incrementos de la temperatura global, la AIE recomienda en consecuencia dejar sin explotar un 80% de las reservas actuales de carbón. Además de los efectos climáticos adversos, el carbón es también una fuente de múltiples problemas de salud, tal y como indica la Alianza para la Salud y el Medio Ambiente (HEAL, según sus siglas en inglés)1, una organización sin ánimo de lucro. La contaminación y los riesgos para la salud, el período de vida útil de 50 años de una planta de carbón y la posibilidad de sustituir el carbón por otras fuentes de energía, son factores que justifican ampliamente que los inversores a largo plazo consideren la idoneidad de seguir invirtiendo en este mercado.
Los obstáculos de carácter normativo y económico estimulan la necesidad de desinvertir, dice Florez. En Alemania, la legislación obliga a que un 80% de electricidad proceda de fuentes renovables en 2050, desde el 26% actual, aunque el carbón representa actualmente un 45% del suministro de energía. En China, el Plan de Control y Contaminación del Aire2 fija un objetivo para el carbón por debajo del 65% del suministro primario de energía en 2017, e incrementar en un 15% las energías de combustibles no fósiles para el 2020. Además de los aspectos normativos, los actores clave participantes en el sector de servicios públicos (“utilities”) están tomando decisiones estratégicas en el sentido de separar los “viejos activos energéticos” de las actividades más sostenibles. Este ha sido el caso de E.ON y de Statoil, que han anunciado la escisión de su negocio de generación de energía obtenida a partir de combustibles fósiles, para centrarse en las energías renovables.
Para investigar e identificar a los actores principales en la industria del carbón existen dos fuentes básicas de información. Las organizaciones sin ánimo de lucro suministran una amplia variedad de indicadores, tales como la producción de carbón expresada en millones de toneladas métricas o las reservas de carbón comprobadas y probables, así como indicadores de futuro, tales como los proyectos de expansión a gran escala en el sector del carbón. “Esta recopilación de información nos permite realizar un seguimiento de las principales controversias relativas a compañías específicas incluidas en una cartera de inversión”, señala la analista. La segunda fuente de datos hace referencia a los proveedores de análisis medioambientales especializados que monitorizan el porcentaje de ingresos procedentes del carbón. Estos proveedores añaden continuamente nuevos indicadores más sofisticados, tales como la combinación de generación energética y las inversiones de capital en proyectos relacionados con el carbón. Estos datos también pueden usarse para descartar compañías inadecuadas de las carteras.
“La desinversión en el sector del carbón como estrategia es criticada a menudo, ya que algunos inversores argumentan que es más efectivo buscar compromisos con compañías del sector de combustibles fósiles. No obstante, comprometerse con compañías dedicadas exclusivamente al carbón, y que no diversifican sus fuentes de ingresos, resulta prácticamente imposible pedirles que cambien a tecnologías más limpias. Consideramos no obstante que con una combinación entre desinversión y compromiso se obtienen los mejores resultados”, añade Florez. Con respecto a las compañías del sector del carbón mantenidas en las carteras de inversión por tener un negocio diversificado, el análisis fundamental MSG (criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) permite realizar un seguimiento de las medidas adoptadas por tales compañías para eliminar los excesos de capacidad productiva, prevenir accidentes en las minas de carbón y promover la eficiencia energética mediante la reducción directa de carbón.
2. Análisis cualitativo
El análisis MSG y alcanzar compromisos con aquellas industrias más intensivas en carbono son una herramienta clave para descarbonizar las carteras y conseguir que las decisiones de inversión converjan hacia una economía baja en carbono, explica en más detalle la responsable de ESG Fundamental Research de AXA IM. “Lograr una mayor concienciación con respecto al cambio climático entre la comunidad de inversores depende del análisis fundamental MSG, ya que, históricamente, los mercados financieros no han considerado correctamente los riesgos ligados a las emisiones de carbono, incluida la normativa medioambiental, para la determinación de los precios (tal y como hemos comprobado recientemente en el alegato de Volkswagen)”. Esto resultó evidente cuando la teoría del carbón “incombustible” (“unburnable coal”), o de los activos obsoletos, aludida en dos trabajos publicados en 2009 por “Nature Magazine”, concluía que “tres cuartas partes de las reservas mundiales de combustibles fósiles quedarían sin explotar si la sociedad quisiera evitar un cambio climático peligroso”. Las investigaciones realizadas en el ámbito académico han demostrado que la publicación de esta teoría en 2009 determinó únicamente una caída del 2% del precio de la acción de solo un 2% de las 63 mayores compañías petrolíferas y de gas de Estados Unidos3. “Si esta información se difundiera adecuadamente por toda la comunidad financiera, los mercados incluirían en mejor medida los aspectos relativos al cambio climático en sus valoraciones”. En el ámbito de este nuevo paradigma, la capitalización de mercado de las 200 mayores compañías energéticas del mundo podría correr el riesgo de caer hasta un 60%, debido a la “combinación de unos precios reducidos del petróleo y del gas y de las reservas de combustibles fósiles que podrían quedarse sin explotar”4.
“Creemos que los negocios más innovadores y con mayor viabilidad a largo plazo son aquellos que han ajustado o modificado completamente sus estrategias para adaptarse a una economía baja en carbono. Las compañías que se hubieran anticipado a estos riesgos y aprovechado estas oportunidades obtendrán mejores resultados que aquellas que no hubieran actuado en este sentido”, declara Florez. Por este motivo, las iniciativas tendentes a alcanzar compromisos no solo deberían centrarse en la información divulgada por las compañías, sino también en las medidas adoptadas para descarbonizar sus actividades. “Las compañías deberían estar obligadas a dar explicaciones sobre la integración de los riesgos climáticos potenciales en su proceso de evaluación de riesgos y a explicar los cambios realizados para converger hacia una economía baja en carbón”.
Para Florez, la mejor estrategia es aquella que considera tanto la liquidez de cada clase de activo como los plazos de las inversiones para determinar el nivel de exposición en esta temática. Las inversiones más ilíquidas presentan mayores riesgos climáticos ya que los activos no son fácilmente negociables. Además, a mayor duración de las inversiones -explica-, como por ejemplo los bonos con vencimientos a largo plazo, los activos inmobiliarios o las infraestructuras, mayor exposición existe a los riesgos climáticos, ya que estos tienden a materializarse a largo plazo.
“No obstante, para adoptar esta estrategia a largo plazo, es necesario superar dos obstáculos principales intrínsecos de los mercados financieros. El primero está relacionado con la existencia de índices de referencia tradicionales, en cuya composición no se tienen en cuenta los condicionantes relativos a las emisiones de carbono. Por tanto, medir la rentabilidad de un fondo climático con respecto a un índice de referencia tradicional proporciona resultados inexactos y sesgados. El segundo obstáculo está relacionado con los horizontes de inversión y las normas contables que están obligando a los inversores institucionales a centrarse en deuda a más corto plazo. Por ejemplo, las nuevas normas internacionales de información financiera (NIIF) y los elevados costes de capital de las inversiones a largo plazo constituyen serios obstáculos para adoptar el enfoque a largo plazo que se precisa para financiar una economía baja en carbono”, añade.
3. “Bonos verdes” – una inversión intencionada para luchar contra el cambio climático
Los llamados “bonos verdes” se han diseñado explícitamente para captar fondos para desarrollar proyectos específicos con evidentes beneficios medioambientales, explica la analista. “La transparencia y el nivel de compromiso de los bancos multilaterales y de desarrollo, los cuales emitieron los primeros bonos verdes, han animado a otros emisores a acudir al mercado de renta fija, ofreciéndonos la oportunidad de invertir en proyectos beneficiosos para el medio ambiente”.
Aunque se trate de un mercado nuevo y relativamente pequeño, con un volumen de en torno a 70.000 millones de dólares, esta clase de activos ofrece ciertas ventajas que explica la analista:
- Proporciona oportunidades de inversión en proyectos con credenciales medioambientales y mejora la transparencia y los requisitos relativos a la elaboración de la información de los inversores no cotizados.
- Permite establecer compromisos e iniciar el diálogo con los emisores de renta fija, algo que anteriormente era técnicamente imposible porque los titulares de bonos no votan en las juntas generales anuales.
- Incrementa la concienciación entre los inversores y emisores que no aplican criterios MSG, mejorando en consecuencia la concienciación sobre el alcance y la difusión de los riesgos ligados al cambio climático y las oportunidades en la comunidad inversora.
- Permite el logro de los objetivos, ya que cada vez más emisores utilizan variables climáticas que sirven para medir la adicionalidad5 de los proyectos medioambientales financiados.
En su opinión, concluye,el incipiente mercado de bonos verdes ofrece por lo tanto una forma tangible y transparente de invertir en la economía baja en carbono. Muchos emisores de renombre están acudiendo a este mercado con proyectos transparentes y coherentes que la gestora ha identificado como inversiones potenciales. “Consideramos que el segmento corporativo constituye el mayor potencial del mercado de bonos verdes. En general, los emisores corporativos pueden ofrecer tanto rentabilidades atractivas, en comparación con los bonos del Estado, como liquidez en el actual contexto de bajos tipos de interés. No obstante, también creemos que los Estados soberanos pueden ser emisores potenciales de bonos verdes”.
1 “The Unpaid Health Bill – How Coal Power Plants Make us Sick”, HEAL, marzo de 2013 en “Dirty & Dangerous” Las Inversiones en Carbón del Fondo de Pensiones del Gobierno Noruego, Urgewald.
2 Está prevista la finalización de esta ley en 2015.
3 Domínguez, Griffin, Jaffe, Lont. “Sciences and the stock market: Investors’ recognition of unburnable carbon”, Universidad de California, 19 mayo de 2014.
4 De acuerdo con un estudio de HSBC Global Research publicado en 2013. Speeding, P., Mehta, K., Robins, N., 2013. “Oil & carbon revisited: Value at risk from ‘unburnable’ reserves”. HSBC Global Research. 1-28.