A pesar del lento crecimiento general en 2019 (la expectativa de consenso para todo el año es del 1,1%), el sentimiento de los inversores sobre Brasil ha mejorado.
Dos razones clave son la disminución de los vientos contrarios externos en un entorno de bajas tasas mundiales y la llegada de vientos contrarios internos, en particular la aprobación de una reforma de pensiones sólida y largamente esperada.
Según Stéphanie de Torquat, estratega macro de Lombard Odier, para que el camino de Brasil se allane a largo plazo, es necesario abordar algunos de los desafíos que aún quedan por resolver:
1. Las perspectivas para 2020 son alentadoras, pero no están exentas de desafíos
El crecimiento económico de Brasil debería cobrar fuerza, pero mantenerse por debajo de su récord histórico, pasando del 1,1% en 2019 a alrededor del 2,0% en 2020 según Lombard Odier.
No obstante, no deben subestimarse los vientos en contra ni los posibles riesgos de caídas. Brasil sigue enfrentándose a numerosas cuestiones estructurales que deberán ser abordadas en los próximos años, y se encuentra en un entorno regional complejo, tanto desde el punto de vista político como económico. Además, la relación comercial entre China y Estados Unidos sigue siendo frágil. Cualquier recaída socavaría las condiciones globales y pesaría sobre las economías emergentes como Brasil.
El camino para escapar de esta tendencia de crecimiento moderado tendrá una serie de obstáculos.
2. La política monetaria seguirá siendo un apoyo en 2020
El avance de la históricamente importante reforma de pensiones en Brasil el año pasado permitió un bienvenido anclaje de las expectativas de inflación interna. Esto, junto con el bajo crecimiento y una política monetaria más fácil en las economías desarrolladas, permitió al Banco Central de Brasil reanudar su ciclo de flexibilización monetaria iniciado en 2016, reduciendo la tasa de interés oficial en un acumulado de 200 pb sólo en los últimos cinco meses del año, del 6,5% a un mínimo histórico del 4,5%.
Es probable que el ciclo de recorte de la tasa ya haya concluido o esté muy cerca de hacerlo. Sin embargo, dada la inflación contenida, los signos de debilidad de la economía y las condiciones financieras acomodaticias del mundo desarrollado, es muy poco probable que se produzca un ciclo de aumento en esta etapa. En general, las tasas deberían mantenerse en los niveles actualmente bajos a lo largo de 2020.
Esto debería apoyar la inversión en los próximos trimestres – especialmente dados los niveles relativamente bajos de apalancamiento en el sector privado no financiero- así como el consumo privado, que también debería beneficiarse de la mejora del mercado de trabajo, a pesar de que la tasa de desempleo sigue siendo elevada. El repunte del crecimiento de la oferta monetaria, junto con una reducida tasa de morosidad, indica la posibilidad de que el sector privado crezca impulsado por el crédito.
3. ¿Se mantendrá el impulso de las reformas?
En el frente político, el acontecimiento que encabezó la lista de buenas noticias de Brasil el año pasado fue la muy publicitada reforma de las pensiones, después de varios años de esfuerzos por contener el coste del muy generoso sistema de seguridad social del país.
Esta medida está contribuyendo a que las finanzas públicas vuelvan a ser más sostenibles. Las medidas anunciadas, que incluyen el aumento de la edad mínima de jubilación y de las tasas de contribución, así como unos ingresos en concepto de pensiones menos generosos, deberían permitir al gobierno ahorrar cerca de 800.000 millones de reales en los próximos diez años.
El presupuesto debería así mejorar desde un déficit cercano al 1,5% a un superávit de aproximadamente el 1% (en porcentaje del PIB) en 2030, estabilizando la ratio de deuda en un nivel ligeramente inferior al 100% del PIB. Sin una reforma, la ratio habría aumentado hasta más del 140% del PIB en el mismo plazo.
La reforma también debería reforzar el sentimiento de los inversores y de las empresas ya que permitirá una inversión pública más eficiente.
A pesar de los beneficios económicos a largo plazo de la reforma, ésta también resultará, lamentablemente, insuficiente. Una ratio de deuda pública que se aproxima al 100% del PIB es elevado para los estándares de los mercados emergentes. Si no se consolidan más las reformas fiscales, pronto volverá a surgir la ansiedad de los inversores con respecto a las credenciales fiscales del gobierno brasileño.
Una señal positiva en este sentido es el hecho de que tanto los líderes del Congreso (el presidente de la Cámara Rodrigo Maia y el presidente del Senado Davi Alcolumbre) como el ministro de Economía pro-mercado, Paulo Guedes, parecen estar comprometidos con reformas adicionales.
Sin embargo, con la proximidad de las elecciones municipales de octubre de 2020, gran parte del centro-derecha y del centro ya se están uniendo para derrotar a Bolsonaro en las elecciones de 2022, y la ventana de oportunidad para avanzar en nuevas y complejas reformas fiscales es muy estrecha. No olvidemos que la reforma de las pensiones llevaba casi cuatro años en trámite y que el Congreso pudo utilizar el trabajo de base de la administración anterior para avanzar rápidamente.
Por otro lado, los esfuerzos para simplificar el complicadísimo código tributario, introducir más flexibilidad en los gastos gubernamentales extremadamente rígidos y privatizar algunos de los activos públicos del gobierno ni siquiera han comenzado. Además, es probable que estos esfuerzos se enfrenten a una oposición mucho más fuerte que la reforma de las pensiones, especialmente dada la actitud divisiva de Bolsonaro y la falta de coalición legislativa.
4. Fundamentos macroeconómicos sólidos a pesar de la debilidad de las finanzas públicas
Desde un punto de vista fundamental – salvo la debilidad de las finanzas públicas – Brasil se encuentra relativamente bien en comparación con otras economías emergentes. La inflación está contenida y el sistema financiero es sólido.
Es cierto que el déficit de la cuenta corriente se ha ampliado en los últimos dos años, pero sigue estando controlado y, lo que es más importante, está financiado en su totalidad por importantes entradas de inversión extranjera directa, mientras que las reservas internacionales ascienden a casi una quinta parte del PIB del país, en línea con el resto de la media mundial emergente.
Por último, la deuda pública es demasiado elevada, pero la gran mayoría es interna, lo que mitiga la vulnerabilidad. Por lo tanto, la posición externa es robusta.
5. En última instancia, la reducción de las tensiones comerciales debería resultar positiva
En 2020, el entorno exterior debería seguir siendo propicio para que el Brasil mantenga su impulso positivo.
Cabe añadir que estamos hablando de una de las economías emergentes más cerradas: la apertura comercial, definida como las exportaciones más las importaciones como porcentaje del PIB, es un poco más del 20% en comparación con el ~40% en Perú; ~50% en Chile, Turquía y Sudáfrica y el ~80% en México.
Pero Brasil se seguirá beneficiando de la relativa disminución de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China iniciada a finales del año pasado. En primer lugar, el aumento de los precios de los productos básicos (por ejemplo, el petróleo o el oro) es un apoyo para la economía. En segundo lugar China es, de largo, el principal mercado de exportación de Brasil seguido de lejos por los Estados Unidos.
Podríamos argumentar que, a corto plazo, Brasil podría perder algunas de las exportaciones (por ejemplo, de soja) que había ganado cuando China desvió sus importaciones de origen estadounidense a Brasil en el momento más álgido de las tensiones comerciales del año pasado. Sin embargo, la verdad es que, a largo plazo, una guerra comercial que obstaculizara el crecimiento tanto de China como de EE.UU. habría tenido consecuencias negativas para todos sus socios comerciales, sin excepción.
Obviamente, no hay lugar para la complacencia en absoluto. Los riesgos que rodean la implementación del acuerdo comercial de la fase 1, así como los próximos puntos de fricción clave en la discusión de la fase 2, significan que la incertidumbre permanece y que cualquier recaída debería llevarnos a revisar nuestra perspectiva para los mercados emergentes – incluyendo a Brasil.
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