El próximo año podría sentar las bases para posibles puntos de entrada interesantes a los mercados de bonos asiáticos, especialmente una vez que la Reserva Federal estadounidense dé a conocer su agenda de subidas de tipos. Al menos eso cree Rajeev De Mello, responsable de renta fija asática de Schroders.
De Mello señala la ralentización del crecimiento en China y el desplome de los precios del petróleo y las materias primas, así como a las ambiguas señales de los gobernadores de los bancos centrales de las grandes economías del G31, siguen siendo los factores que más inquietan a los inversores.
Con este telón de fondo, dice, es normal que los participantes del mercado no hayan podido todavía aclarar sus ideas de cara a este año. Para el experto de Schroders, la incertidumbre se cierne sobre cinco acontecimientos positivos:
1. Programas de reformas y medidas concertadas de los responsables políticos chinos hacia un crecimiento económico basado en el sector terciario en vez de en el secundario.
En primer lugar, afirma De Mello, China quiere evitar “la trampa de las rentas medias”, por la que un país no reforma su economía después de haber crecido rápidamente y queda estancado en actividades que le impiden alcanzar una riqueza comparable a la de un país desarrollado. Por esta razón, los responsables políticos chinos han adoptado medidas considerables para dejar de ser la “fábrica del mundo” y centrarse en ascender en la cadena de valor hacia servicios de la alta tecnología y con mayor valor añadido, una transición similar a la protagonizada por otros países asiáticos como Singapur y Corea del Sur. El objetivo a largo plazo es prestar servicios a unos consumidores internos con un poder adquisitivo cada vez mayor, así como al resto del mundo, lo que podría conllevar más generación de ingresos, más desarrollo y más creación de riqueza.
Para Schroders, todo ello está estrechamente vinculado al endeudamiento. Como la mayoría de inversores saben, China se enfrenta a un problema de endeudamiento y algunas estimaciones apuntan a que es el tercer país emergente por carga de la deuda, con más del 200% del PIB (excluyendo el sector financiero), por detrás de Hungría y Malasia. Aunque el deseo de evitar la trampa de las rentas medias puede explicar en parte la disposición a endeudarse, las autoridades chinas han reconocido los inconvenientes de un endeudamiento excesivo y han dado pasos hacia el desapalancamiento (esto es, la reducción de la deuda) a través de reformas de las finanzas públicas a nivel central y local, el control del endeudamiento de las empresas públicas y privadas y la limitación de las actividades apalancadas.
Para los inversores en bonos, un modelo de crecimiento más lento o menor podría ser positivo. La deuda pública china podría convertirse en el instrumento preferido por los inversores que buscan seguridad y la deuda corporativa de calidad con grado de inversión se beneficia del sesgo de los inversores hacia la reducción del riesgo, a través de títulos más seguros y menos apalancados. A largo plazo, el desapalancamiento y el fomento de una economía de mayor valor añadido en China favorecen la estabilidad y sustentan una bajada de la prima de riesgo.
2. Beneficiados de los bajos precios del petróleo y las materias primas
El descenso de los precios de las materias primas está siendo perjudicial para las empresas y los países productores, dada la disminución de ingresos y beneficios sumada al incremento de la carga de amortización de la deuda. Y, al contrario, los grandes beneficiados son los consumidores de materias primas. Estados Unidos, la zona euro y los países asiáticos (a excepción de Malasia e Indonesia) son grandes consumidores tanto de petróleo como de materias primas industriales. Toda reducción en el coste de estas importaciones tiene un efecto positivo en las cuentas corrientes de los importadores de materias primas y en los bolsillos de los consumidores de estos países. En Asia, donde el crecimiento se ha ralentizado, esto ha supuesto una positiva tregua tanto para las economías como para los consumidores. También está concediendo a los gobiernos y a los bancos centrales de la región el más que necesario margen en materia de políticas monetarias y presupuestarias para mitigar la ralentización causada por el menor crecimiento del gigante asiático.
También debe tenerse en cuenta el efecto en la inflación. La caída de los precios de alimentos, materias primas y energía se traduce en una reducción de la inflación en Asia. Esto implica que los bancos centrales de la región tienen flexibilidad para recortar los tipos de interés, lo que debería favorecer a los mercados de bonos de la región.
3. Creciente recuperación de la economía estadounidense y una zona euro que parece estabilizarse
Asia es el centro manufacturero del mundo. Incluso a pesar de que numerosos estudios han apuntado a un cambio de tendencia en el comercio global, es probable que tanto la creciente recuperación de la economía estadounidense como la estabilización de la zona euro se traduzcan en mejores perspectivas para las empresas asiáticas, particularmente aquellas estrechamente vinculadas a estas economías. Las empresas de calidad con grado de inversión parecen perfilarse como las grandes beneficiadas de este fenómeno.
4. La renovada internacionalización de Japón
Los japoneses se han centrado durante demasiado tiempo en invertir sus nutridos ahorros en su propio mercado de renta fija. Tras las medidas adoptadas por el Gobierno japonés para diversificar sus inversiones y dejar de privilegiar la renta fija nipona a favor de bonos y acciones extranjeros, el capital japonés inunda los mercados financieros, lo que está beneficiando a los bonos asiáticos.
5. El fin de una política monetaria expansiva (y destructiva)
Muchos son los precedentes históricos en los que un periodo de ajuste monetario en EE. UU. ha ido de la mano de malas noticias para los mercados emergentes. Actualmente no estamos ante una excepción a esta regla. Desde 2013, la intención de la Fed de abandonar su política monetaria expansiva ha contribuido a la escasa rentabilidad ofrecida por los mercados emergentes.
No obstante, con independencia de los precedentes históricos, los mercados asiáticos y emergentes tienden a recuperarse una vez que el ajuste se materializa. Por tanto, si bien la previsión de subidas de tipos en EE. UU. tiende a conllevar un efecto negativo en los mercados asiáticos, en el momento en el que se conoce la envergadura de dicha subida y se aclara el ritmo del aumento, suele producirse una estabilización de las rentabilidades que obtienen los inversores en activos asiáticos.
Principal beneficiado
Todo lo anterior implica que la deuda pública asiática de calidad total o parcialmente cubierta frente al dólar estadounidense podría salir beneficiada, en vista de la caída de la inflación y de la probabilidad de que los bancos centrales de la región adopten políticas monetarias expansivas.
Asimismo, los bonos asiáticos con grado de inversión denominados en dólares deberían ser objeto de demanda por parte de los inversores, gracias al contexto de escaso crecimiento y a su sesgo contrario al riesgo, que les hace huir del segmento de alto rendimiento ante el aumento de los impagos. El diferencial de rendimiento entre la deuda pública de países asiáticos y la de otros mercados sigue siendo amplio, especialmente tras el descenso de las rentabilidades en Europa, tendencia que, en nuestra opinión, se prolongará a lo largo de 2016.