La industria de semiconductores es clave en el desarrollo de la economía por su implicación en múltiples sectores. Su transversalidad explica que la escasez de semiconductores en el mercado, dominado por la producción de las compañías taiwanesas, haya generado una crisis en toda aquella producción que implique el uso de chips. Según las gestoras, las implicaciones de esta crisis van más allá que un simple desabastecimiento por un aumento de la demanda.
“Cuando hablamos de la industria de los semiconductores, por extensión también hablamos de la industria que fabrica circuitos integrados, una industria que despegó en la década de 1980 con la aparición del ordenador personal y que ahora se ha convertido en un componente básico de la revolución digital”, apuntan Jan Viebig, CIO de Private Wealth Management y Laurent Denize, Global Co-CIO ODDO BHF.
El problema más tangible de esta crisis es que hay un aumento de la demanda y una escasez de oferta. La falta de semiconductores comenzó en el segundo trimestre de 2020 y se fue agudizando a causa del avance de la pandemia del COVID-19 y los problemas de la cadena de suministro. Según el equipo de Portocolom AV, el cambio climático está complicando aún más esta situación.
“Taiwán, principal fabricante de semiconductores a nivel mundial, por delante de EE.UU., está sufriendo una de las mayores sequías en las últimas cinco décadas. Esta grave distorsión climática, agrava más aún el problema que se venía sufriendo en el sector. La rama de Greenpeace local asegura que debido al calentamiento global las precipitaciones disminuirán en la isla alrededor del 13% y los tifones se reducirán al 50% para el 2050. De hecho, el nivel de sus embalses es precario. Este problema ambiental se traslada al productivo, debido a que la fabricación de semiconductores necesita de mucha agua para poder limpiar sus componentes, y sin un suministro de agua garantizado muchas fábricas no pueden producir los chips demandados por el mercado mundial. Una de las medidas que se ha tomado es obligar a los usuarios industriales de alto volumen a reducir el uso de agua en un 13%, donde se incluyen estos fabricantes. Además, Taiwán sufre ahora las consecuencias de una ola del COVID-19 con su pico máximo a finales de mayo”, explican.
En opinión de Mu Huang, Middle Office Manager de JK Capital Management. empresa miembro del grupo La Française, este es uno de los ejemplos en los que la comprensión y el análisis de la información relacionada con los aspectos medioambientales y sociales de una empresa o industria son fundamentales, ya que revelan un riesgo operativo importante.
“Los fabricantes de chips y de productos electrónicos de Taiwán podrían sufrir pronto interrupciones en sus procesos debido a la escasez de suministro de agua y otros fenómenos climáticos. El asunto puede ser peor para ellos, ya que tienen menos recursos y competencias para resolver el problema. Los principales fabricantes de chips de la isla, como TSMC, United Microelectronics y Winbond, han puesto en marcha sus propios planes de contingencia para hacer frente a la escasez de agua, incluida la movilización de camiones cisterna. Por ejemplo, TSMC ha encargado más de 100 camiones de suministro de agua por 30 millones de dólares, lo que puede ser sólo el comienzo de un coste del agua inevitablemente creciente para la empresa”, explica Huang.
La “geopolítica” del mercado
La falta de producción, que está principalmente concentrada en Taiwán, no puede dar respuesta a la demanda de la industria de telecomunicaciones, automóvil, electrónica de consumo, ordenadores y a la industria en general, por citar algunos ejemplos. Pero sobre todo, cubrir el fuerte arranque de la economía China. “A pesar de la masiva inversión y los anuncios institucionales de apoyo, a corto plazo hay opciones muy limitadas para resolver esta crisis. Esta escasez se prorrogará hasta 2022 en cualquier caso y será necesaria la inversión de miles de millones para resolverla. No se trata de un episodio aislado, sino que podrían darse múltiples eventos de este tipo en el futuro, con un potencial de disrupción de la industria similar o mayor al de esta crisis”, afirma el último informe de Bain & Company.
Como históricamente ha ocurrido, quién tiene el poder del suministro en el mercado (materias primas, oro, petróleo) acaba jugando un papel clave en el tablero geopolítico. Por eso, según Bain & Company, un desafío clave de esta crisis es la concentración significativa de proveedores: la firma taiwanesa TSMC es responsable de alrededor del 80% de los chips MCU.
Según explican Viebig y Denize, el mercado de los semiconductores está dominado por un duopolio: TSMC (de Taiwán) y Samsung Electronics (de Corea del Sur), que han relegado a otras empresas (Global Foundries, UMC y SMIC, por ejemplo) a papeles satélites. “Las fábricas de TSMC y Samsung son claramente el cuello de botella de toda la cadena mundial de semiconductores. Con sus carteras de pedidos repletas, pueden subir sus precios y, sobre todo, elegir a sus clientes y centrarse en el leading edge (la parte más rentable del mercado), principalmente clientes como Apple, Qualcomm, Nvidia, AMD y Mediatek, dejando los menos rentables los nodos rezagados a sus competidores de la Gran China, como UMC y SMIC, por ejemplo. Sin embargo, la carrera está lejos de haber terminado. Intel ha anunciado recientemente que invertirá 20.000 millones de dólares en fábricas de semiconductores, la salva inicial de una guerra tecnológica con los líderes”, añaden.
Este duopolio en el mercado tiene una traducción en términos de geopolítica, ya que Taiwán es un actor crucial en la industria mundial de semiconductores. Según IC Insights, a finales de 2019 albergaba el 21,6% de las capacidades de producción de semiconductores a nivel mundial (con propietarios de fábricas de muchos países diferentes), por delante de Corea del Sur (20,9%), Japón (16%), China continental (13,9%), Norteamérica (12,8%) y Europa (5,8%). TSMC y Mediatek son las estrellas mundiales de los semiconductores, pero Taiwán también alberga a decenas de otros actores de la cadena de valor de los semiconductores, como Realtek, Novatek, Phison y Silicon Motion.
“Taiwán desempeña, pues, un papel clave en las relaciones chino-estadounidenses, y un conflicto tendría graves repercusiones. Aunque no existe ningún tratado que obligue a Estados Unidos a defender a Taiwán (ni siquiera la Ley de Relaciones con Taiwán), la pasividad estadounidense convertiría de facto a Pekín en la potencia dominante en Asia. Y lo que es más importante, el propio concepto de Pax Americana en Asia se derrumbaría, al darse cuenta los aliados de Estados Unidos de que ya no pueden contar con su defensa. Otra motivación para la intervención estadounidense sería el hecho de que, según datos del proveedor de investigación Gartner, TSMC fabrica más del 50% de los semiconductores de las principales empresas estadounidenses, como AMD, Nvidia, Qualcomm, Intel, etc. Estados Unidos (en consulta con Taiwán) debe asegurarse de que la guerra sería demasiado arriesgada para Pekín. La disuasión exigirá una cooperación más intensa en ámbitos como la sanidad mundial, la economía y la seguridad regional. Salvaguardar las capacidades de abastecimiento o -digámoslo de una vez- la supremacía económica ha eclipsado la tradicional disuasión basada en el armamento como política de defensa. El arma definitiva es ahora un componente que mide unos pocos nanómetros, y cualquier escasez agravará las tensiones”, añaden Viebig y Denize.
Escasez de oferta, aumenta de precios
Esta crisis también tiene una lectora en términos de inflación. Dado que los semiconductores representan alrededor del 12% del PIB de EE.UU., la escasez podría elevar la inflación de los bienes y socavar las perspectivas de crecimiento. Goldman Sachs estima que las repercusiones podrían ser de hasta 40 puntos básicos más de inflación y 60 puntos básicos menos de PIB global en 2021. “En cuanto a los riesgos de inflación, la elasticidad de la demanda tiende a ser bastante alta para los productos dependientes de los semiconductores, como la electrónica de consumo y los automóviles. El mercado sigue siendo muy sensible a la inflación, lo que inevitablemente ejercerá presión sobre los bancos centrales. Aun así, seguimos considerando que se trata de un sesgo transitorio de la oferta y la demanda (aunque es posible que estemos saliendo de un ciclo desinflacionista) que probablemente no tenga un impacto grave en el crecimiento mundial. Es probable que las repercusiones varíen de un sector a otro”, explican desde ODDO BHF.
Según Goldman Sachs, los fabricantes de smartphones como Apple, para los que los semiconductores son un componente importante en los costes de producción, se están viendo afectados de lleno por el aumento de los precios de estos componentes (para sus memorias, módems, SoCs 5G, antenas y RF). Apple no podrá repercutir en sus precios de venta todo el encarecimiento de los componentes, debido a la fuerte competencia del «mundo Android» (Samsung, Vivo, Oppo y Xiaomi), y ha renunciado a subir los precios de sus iPhones.
Industrias implicadas e inversión
Este tablero geopolítico en el mercado, la inflación en el mercado y los aspectos ASG que están detrás de la crisis de los semiconductores afectan a las posiciones de los inversores que invierten en industriales que usan este tipo de componentes. “Suele decirse que solo se mide el 10% de todo lo que se puede medir, pero no me sorprendería que en realidad ese porcentaje se acercara más al 1%. Creo que de aquí a diez años vamos a asistir a un gran cambio, y es que los semiconductores van a controlar muchos más aspectos de nuestra vida diaria. La mayor parte se producirá a través de productos que ya tenemos, como los teléfonos y las tabletas, los automóviles, los sistemas de entretenimiento y los electrodomésticos”, afirma Steve Watson, gestor de renta variable de Capital Group.
Según Watson, los fabricantes de chips van a trabajar a destajo durante los próximos diez años para satisfacer la sólida demanda de semiconductores en todos los sectores. “Me interesa invertir en aquellas compañías que a lo mejor no son tan conocidas, pero que están trabajando en ideas transformadoras que pueden cambiar nuestra vida diaria”, apunta.
En opinión de Vijay Anand, analista de renta variable europea en Schroders, un área de crecimiento importante para los semiconductores en la próxima década será el internet de las cosas (IoT), en el que los dispositivos llevan incorporados sensores y software y se conectan entre sí a través de Internet.
“Las aplicaciones potenciales son enormes. Las fábricas inteligentes son un ejemplo clave, ya que permiten supervisar una planta de producción a distancia. Se puede controlar todo, desde el uso de la energía de una máquina hasta su tiempo de inactividad, así como los almacenes e inventarios, lo que ayuda a mejorar la eficiencia, liberar capacidad y reducir costes. Otro ejemplo son los hogares conectados, que permiten controlar la iluminación y los electrodomésticos desde un teléfono o una tableta. Según Statista, se prevé que el número de dispositivos conectados al IoT aumente de 7.740 millones en 2019 a 25.440 millones en 2030”, señala Anand.
Otro de los sectores donde potencialmente los semiconductores tendrá una gran aplicación es la automoción. Así lo argumenta Anand: “El auge de los vehículos eléctricos ha supuesto un cambio en el uso de los semiconductores. Según Infineon Technologies, el valor agregado de los semiconductores utilizados en un vehículo eléctrico es más del doble que el de un motor de combustión interna. También están los sistemas avanzados de asistencia al conductor (ADAS), cada vez más comunes en los coches modernos, que requieren múltiples radares, sensores y cámaras que deben interactuar entre sí y alertar al conductor. Los coches totalmente automatizados son un paso más allá de los ADAS y requerirán un mayor contenido de semiconductores”.
Estas industrias son solo dos ejemplos del potencial que tendrá el uso de semiconductores y del alcance de esta crisis. Para Anand, el sector de los semiconductores se enfrenta actualmente a un crecimiento de la demanda tanto cíclico como estructural. “La demanda cíclica se debe a la recuperación de los pedidos tras la crisis del COVID-19 y, a la necesidad de nuevos dispositivos debido a la tendencia de trabajar desde casa. Sin embargo, aunque esta demanda se normalice, esperamos que el internet de las cosas, la inteligencia artificial, las comunicaciones avanzadas y el aumento de la demanda de automóviles proporcionen un crecimiento estructural en el sector durante muchos años”, concluye.