Pese a lo tortuoso que está siendo 2020, también encontramos buenas noticias. Según los datos de Bloomberg, la emisión global de bonos verdes ha aumentado a más de 270.000 millones de dólares en este año, superando la cifra registrada en 2019 y marcando un nuevo récord.
Esta proliferación de emisiones proviene tanto de gobiernos como de empresas privadas que ven esta clase de activo financiero un aliado para financiar sus proyectos ecológicos y ofrecer una rentabilidad atractiva. Esta tendencia al crecimiento continuará el próximo año. Por ejemplo, la Unión Europea impulsará el mercado de bonos verdes cuando comience a vender los 225.000 millones de euros en valores ligados a su fondo de recuperación frente a la pandemia. Además, esto le convertirá en el mayor emisión del mundo el próximo año.
“No me sorprende que se haya alcanzado este umbral. Este es un umbral que Mirova ha argumentado que el mercado alcanzaría y superaría. En nuestra opinión, la crisis del COVID-19 ha retrasado el momento en el que se alcanzaría el umbral, pero no podría descarrilar el objetivo en sí. Creemos que el mercado de bonos verdes seguirá creciendo rápidamente en los próximos años. Creemos que el mercado de bonos verdes se acelerará en 2021 con las perspectivas de que la Unión Europea emita una cantidad significativa de ellos”, ha destacado Bertrand Rocher, gestor de cartera de Mirova, gestora afiliada de Natixis IM.
En opinión de Rocher, hay una combinación de elementos que han impulsado el mercado durante la última década: mayores volúmenes, mayor diversificación en términos de industrias y geografías, mejores clasificaciones y un marco más sólido. “De hecho, vemos que los inversores y los emisores están entendiendo, que los bonos verdes abordan un problema real. Al invertir en un bono verde, el capital recaudado se utiliza para proyectos que pueden identificarse como de propósito claro y que se utilizan para beneficiar a todos los agentes económicos. Adicionalmente, parece que los modelos de negocio de muchas empresas están dando vueltas en U espectaculares y, como consecuencia, algunas industrias tradicionalmente con menos rendimiento suelen estar al mando de los planes de transformación de sostenibilidad más ambiciosos”, añade.
Lo que es relevante es que en mitad de la peor crisis desde la II Guerra Mundial, los bonos verdes no se han visto significativamente afectados por el COVID-19, ni en términos de emisores ni de rendimiento. “A pesar de la crisis y la pandemia, 2020 podría ser un año récord para la emisión de bonos verdes. El CBI reporta un promedio de emisiones mensuales cercanas a los 20.000 millones de dólares hasta septiembre. En la primera mitad de 2020, el número total de emisores de bonos verdes superó el hito de los 1.000, llegando a 1.056. Los emisores subsoberanos representaron la mayor parte de la emisión total, en su mayoría de entidades respaldadas por el gobierno. En lo que va de 2020, la mayoría de los ingresos de los bonos verdes se invirtieron en energía, transporte y edificios. Otros usos admisibles de los ingresos son el agua, los desechos, el uso de la tierra y los recursos marinos, la industria y la tecnología de la información y las comunicaciones”, destacan desde Lyxor AM.
¿Qué impulsará el mercado?
Otro elemento que impulsará este mercado, y en el que coinciden todos los analistas, es la futura Administración Biden. Según explica Johann Plé, gestor de carteras en AXA Investment Managers, “los planes del nuevo presidente electo de EE.UU. para progresar en el uso de energía limpia en áreas como el transporte, la generación de electricidad y la construcción en los próximos cuatro años, junto con su promesa de firmar el respaldo al Acuerdo de París en el primer día de su presidencia, tendrán un efecto sísmico en el mercado de bonos verdes. Este acto podría conducir a un reequilibrio más amplio entre el mercado de EE.UU. y su homólogo europeo”, apunta Plé.
Actualmente, las emisiones de bonos verdes en dólares solo representan el 23% del mercado de bonos verdes, en comparación con casi el 33% a finales de 2017. Con una capitalización de unos 70.000 millones de dólares, los bonos verdes investment grade emitidos en dólares siguen siendo una parte muy pequeña del mercado de crédito de investment grade de los Estados Unidos. Mientras que los bonos verdes emitidos en euros han crecido exponencialmente hasta pesar más de 140.000 millones de dólares y representan hoy en día el 5% del mercado europeo de crédito investment grade.
Por ello, Plé considera que una mayor apuesta por parte de EE.UU. sería un gran cambio para el mercado global de bonos verdes. “Creemos que podría representar el paso final para consolidar el mercado mundial de bonos verdes como una alternativa creíble a la de los bonos globales tradicionales. El despliegue propuesto de su promesa de inversión podría muy probablemente ser financiado en parte por los bonos verdes”, afirma.
Mercados emergentes
Para Rocher, un fenómeno similar se puede esperar de China en materia de bonos verdes de cara al próximo año. “En general, lo importante es entender que los emisores chinos y estadounidenses están cerrando la brecha con respecto a sus pares europeos. Están alcanzando a estos últimos no solo en cuanto a volúmenes, sino también en cuanto a la calidad de los marcos de los bonos verdes que emiten. En Mirova, a menudo alabamos las ventajas de la cooperación frente a la competencia salvaje, pero si los emisores de todas esas regiones de todo el mundo pudieran mantener una especie de rivalidad en términos de emisión de bonos verdes, entonces el impacto posterior para todo el planeta es un resultado bienvenido”.
En este sentido, China no es el único mercado emergente que está moviéndose hacia esta clase de activo sostenible de renta fija. Por ejemplo, Egipto acaba de unirse a esta tendencia y ha emitido su primer bono verde soberano. Se trata de una emisión de 750 millones de dólares a cinco años con cuyo importe se financiarán una serie de proyectos sostenibles en el país, como, por ejemplo, la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales al este de Alejandría. Pero no son el único ejemplo. En junio de este año el gobierno indonesio emitió un sukuk verde (bono islámico) de 2.500 millones de dólares, en lo que ha sido su tercera incursión en el mercado de la deuda sostenible.
Las empresas de mercados emergentes han seguido los pasos de sus gobiernos. En septiembre, la Compañía Eléctrica Saudita, que es propiedad del gobierno en un 80% y tiene el monopolio de la transmisión de electricidad en el país, recaudó 1.300 millones de dólares con un sukuk verde, el primero de este tipo en el país. Y, ese mismo mes, el Banco Nacional de Qatar se convirtió en la primera empresa en emitir un bono verde en el país, recaudando 600 millones de dólares.