En un momento en el que la urgencia de abordar el COVID-19 se antepone a cualquier otro problema, ¿estamos olvidando que el cambio climático no va a esperar? ¿Debemos depositar nuestras esperanzas en los nuevos hábitos más ecológicos a los que nos obliga el confinamiento? ¿Qué papel jugarán los inversores en la lucha por salvar el planeta una vez superada la pandemia?, se pregunta BNP Paribas Asset Management.
“A finales de 2019 y comienzos de 2020, el cambio climático era por fin una prioridad para muchos gobiernos, pero los sucesos recientes han alejado la atención de este tema”, apunta en un artículo. Aunque el futuro inmediato es incierto, los desafíos climáticos a largo plazo no han cambiado: son apremiantes y requieren un cambio en la manera en la que vivimos, trabajamos y producimos de cara a los próximos años.
La gestora destaca que muchos han presenciado casi con incredulidad las distintas respuestas que han suscitado estas dos amenazas: nuestros hábitos cotidianos, tan difíciles de cambiar en aras del planeta, se han visto influidos de manera drástica por el brote de coronavirus. “Algunos cambios recientes en nuestro comportamiento también nos acercan a un planeta más verde, pero vale la pena preguntarse si conllevarán beneficios duraderos”, añade.
¿Qué quedará de todo esto?
Los últimos meses han afectado a algunos sectores más que a otros. Los viajes en avión habían crecido a un ritmo constante antes de verse cancelados por el COVID-19. De cara al futuro, la entidad considera que quizás el deseo de reducir los viajes físicos dure más que la pandemia. “Volar menos beneficiará al clima, pero también reducirá esos ingresos tan necesarios que las aerolíneas podrían utilizar para financiar flotas más ecológicas. Esto puede brindar una oportunidad a los inversores para salvar esta brecha”, señala.
Nuestra actual dependencia de las conexiones virtuales para mantener el contacto tanto a nivel profesional como personal nos ha sido impuesta, pero, a su juicio, experimentar la relativa comodidad y funcionalidad de la tecnología nos está abriendo los ojos a su potencial para reducir la contaminación urbana.
“El brote también nos ha hecho pensar más en los alimentos locales y en la autosuficiencia. Es probable que nos centremos más en la comunidad y dependamos en menor medida de los bienes transportados de manera global, otro cambio que podría tener efectos duraderos”, agrega.
Por último, al afrontar el coronavirus, los gobiernos han tratado de tranquilizar al público siguiendo los consejos de especialistas, en lugar de actuar en base a motivos políticos o económicos. Según BNP Paribas AM, el público también esperará un compromiso similar en lo relativo al cambio climático.
¿Reorganizaremos el mundo?
Aunque la pandemia ha reducido nuestra huella de carbono, seguimos utilizando electricidad en nuestra vida cotidiana, producida de la misma manera. La producción de alimentos continúa usando los mismos procesos de fabricación y envasado, y los combustibles fósiles siguen siendo cruciales para el transporte. Las selvas tropicales se siguen talando y la temperatura del mar continúa subiendo.
“Puede que el confinamiento temporal haya frenado el calentamiento global, pero casi todas las industrias tienen requisitos transitorios a largo plazo para ser menos contaminantes. Esta transición tendrá un coste, pero también abrirá nuevas oportunidades de inversión”, asegura.
Invertir en un mundo mejor
Aparte de cambiar nuestros hábitos, el virus está teniendo unas consecuencias económicas enormes que perdurarán. Gobiernos y bancos centrales se han endeudado de forma significativa para respaldar a los hospitales y salvar a unas economías que ya se tambaleaban. En opinión de la gestora, unos gobiernos altamente apalancados se verán forzados a priorizar el gasto y a tomar decisiones difíciles sobre qué se queda sin apoyo. La financiación de la lucha contra el cambio climático, la inversión de impacto y la introducción y el mantenimiento de criterios ESG se sumarán a sus agendas, y quizá no sean siempre partidas prioritarias, advierte.
La gestora cree que, si el COVID-19 nos está enseñando algo, es que la colaboración internacional puede ser efectiva para abordar un problema global. Las estimaciones sobre la inversión necesaria para abordar el cambio climático oscilan entre los 1,6 y 3,8 billones de dólares anuales hasta 2050. “Es posible que a los gobiernos les cueste captar fondos, los países más grandes estarán más presionados, y cabe esperar luchas políticas encarnizadas”, afirma.
Los políticos tendrán que fomentar la inversión en proyectos de infraestructura y cumplir sus promesas y calendarios de transición, pero los inversores también tendrán la oportunidad de contribuir al cambio mientras buscan rentas elevadas. A su juicio, el sector puede tomar la delantera proporcionando la financiación y los flujos de caja que requieren los proyectos ecológicos.
En conclusión
“El cambio climático no va a desaparecer. Puede que se haya visto desbancado por los acontecimientos recientes, pero no debe frenarse el avance logrado: el planeta no puede permitirse demoras”, destaca. Además, puede que el confinamiento mundial esté ayudando a adoptar algunos cambios de comportamiento más ecológicos que de otra manera no habrían sido posibles.
En BNP Paribas AM, contemplan la inversión desde todos los ángulos. Aunque muchos sectores ya están pasando a áreas más ecológicas, la prioridad en los años venideros será identificar quién impulsará el cambio y representará una oportunidad de inversión. “Hacerlo requerirá un diálogo y una investigación continuos, además de apertura de miras. Con cada vez más vehículos de inversión disponibles para acceder a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, desde los bonos verdes a las oportunidades en crédito privado, todo el mundo puede aportar su granito de arena e invertir en el futuro”, sentencia.
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