«Un cliente me preguntó recientemente cuándo volverían a ser capaces la Fed y otros bancos centrales de vender sus activos al mercado. Mi respuesta fue NUNCA», así de contundente se muestra Bill Gross en su última carta mensual.
Para el gestor de Janus Capital, la expansión del balance de los bancos centrales –que ha pasado de unos 2 billones de dólares en 2003 a unos 12 billones de dólares a finales de 2016– es irreversible y se ha vuelto un efecto permanente con el que los mercados van a tener que lidiar.
Y no sólo eso, gracias a los programas de expansión cuantitativa del BCE y el Banco Central de Japón, el balance de los bancos centrales va a crecer 1 billón de dólares al año. La represión financiera de los bancos centrales empieza a moverse en un círculo y hay un serio riesgo de quedarse atrapados en ella.
“No sólo compraron 10 billones de dólares en bonos, sino que bajaron sus tasas a alrededor del 0% y en algunos casos, entraron en el terreno de los rendimientos negativos. Todo esto para salvar nuestra «economía basada en las finanzas» y aumentar los precios de los activos de los que depende ese modelo. Como cualquier inversor admitiría, estas políticas, todavía en marcha, han hecho justamente eso: promover mayores precios de los activos y generaron un crecimiento real mínimo”, recuerda Gross.
Pero este proceso se cobró su factura. El actual portfolio manager del Janus Global Unconstrained Bond Fund no es la primera vez que lo dice y probablemente no será la última: la distorsión del sistema capitalista ha sido brutal estos años. La deuda en relación al PIB no ha dejado de aumentar, muchas empresas han sobrevivido a base de convertirse en zombies, el ahorro y la inversión se han visto desalentados por el bajo nivel de rentabilidad, el sistema financiero no ha sido limpiado. “El desequilibrio ha reemplazado al equilibrio, aunque es difícil reconocer este fantasma económico mientras la volatilidad esté contenida”, sentencia Gross.
Metadona de los mercados
Lo que ningún inversor debería olvidar, es que es este dinero de los bancos centrales el que mantiene el sistema funcionando, advierte. “Es la metadona de los mercados”.
Gross describe un escenario de miedo: el ‘Armagedón financiero’. “Sin esa metadona financiera, tanto los bonos como los mercados bursátiles de todo el mundo se hundirían y producirían una reacción temperamental de proporciones significativas. Me atrevería a suponer que sin el QE del BCE y del BOJ, los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años aumentarían rápidamente al 3,5% y la economía estadounidense se hundiría en la recesión”.
Entonces, ¿qué hay de malo con la metadona financiera? ¿Qué hay de malo en un continuo programa de QE o incluso uno nuevo si es necesario? Bueno conceptualmente a primera vista, no mucho, dice. «Los intereses devengados por los 12 billones de dólares ya están fluyendo de los bancos centrales a las autoridades fiscales de los gobiernos. Una mano está pagando la otra.
Pero esa transferencia en esencia significa que las políticas monetarias y fiscales se han unido y que el gobierno, y no el sector privado, está financiando sus propios gastos. Esto permite al sector privado financiar sus propios gastos y no discrimina entre riesgo y recompensa», explica Gross, que pone como ejemplo los 600 millones de dólares en los Estados Unidos que se destinan a la recompra de acciones de las empresas, mientras que antes, la inversión en la economía real podría haber sido una opción más lucrativa.
El gurú de la renta fija añade que estos planes de estímulo “roban a los ahorradores individuales, los fondos de pensiones y las compañías de seguros la capacidad de obtener la rentabilidad necesaria para mantener la solvencia a largo plazo. El Armagedón Financiero se ha aplazado mientras se adelanta el consumo y se suprime y aplaza el ahorro”.