Cada vez más voces de la industria financiera se suman a la idea de que el rally visto en las bolsas tras la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos se va a dar de bruces con la realidad en algún punto no muy lejano de este año. Los mercados parecen haber descontado que sus políticas podrán reactivar el crecimiento de la primera potencia del mundo, pero en el mejor de los casos los efectos tardarían al menos un año en notarse en la economía real, aseveran muchos analistas.
“Lo mejor que pueden hacer los inversores es buscar fórmulas para preservar el capital”, decía hace poco James Swanson, estratega jefe de MFS, en su blog semanal. E incluso Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, reconocía en una entrevista con Bloomberg esta semana que Trump ha despertado de nuevo ese «optimismo espontáneo» que ha reinado en las bolsas en los últimos meses.
El último en sumarse a esta corriente ha sido Bill Gross. En su carta mensual a los inversores, el gestor de Janus Capital deja entrever que otra crisis como la de 2008 podría estar a la vuelta de la esquina y directo como siempre, avisa: «No perder dinero sería mi primera y más importante lección conceptual para mis nietos a pesar del mercado alcista de Trump y los ‘espíritus animales’ actuales que alientan el riesgo, en contraposición a la preservación del capital».
El espejismo de Trump
«No se deje seducir por el espejismo de que Trump llevará el crecimiento al 3%-4% y el beneficio mágico de las rebajas de impuestos y la desregulación«, aconseja Gross. «Estados Unidos y, de hecho, la economía global, transita una delgada línea debido al aumento de apalancamiento y la posibilidad de que unos tipos de interés demasiado altos (o demasiado bajos) causen estragos en un sistema financiero cada vez más tirante. Preocúpese de sí le van a devolver su dinero más que de cuál será el retorno en 2017 y más allá», explica el gurú de la renta fija.
«Todavía me desconcierta cómo un sistema bancario puede crear dinero de la nada, pero lo hace. Según cálculos aproximados, los bancos y sus homólogos en la sombra han convertido 3 billones de dólares de crédito ‘base’ en 65 billones de dólares más de crédito ‘sin asignar’ solo en Estados Unidos. Treasuries, deuda municipal, préstamos bancarios, hipotecas y acciones (aunque éstas últimas no se consideran oficialmente crédito) siguen dependiendo del flujo de caja que mantiene todo el sistema», dice.
Con estos cálculos, Gross manifiesta estar muy preocupado porque la economía global ha creado más crédito en relación con el PIB que en el inicio del desastre de 2008. En Estados Unidos, el crédito de 65 billones de dólares al que alude equivale aproximadamente al 350% del PIB anual y la proporción está aumentando, afirma.
«En China, este ratio se ha duplicado con creces en la última década a casi el 300%. El capitalismo, con su sistema bancario de reserva fraccional adoptado, depende de la expansión del crédito y la impresión de reservas adicionales por los bancos centrales. Pero la creación de crédito tiene límites y el coste del crédito debe ser cuidadosamente monitoreado para que los prestatarios puedan pagar los costes de servicio mensuales», escribe Gross.
Un camión de nitroglicerina
Para el gestor, el dilema está en que si las tasas son demasiado altas, “entonces se pueden producir cisnes negros, potenciales Lehman Brothers”. Pero, si las tasas son demasiado bajas (y el crédito como porcentaje del PIB disminuye), entonces el sistema se descompone, “ya que los ahorradores, los fondos de pensiones y las compañías de seguros se ven incapaces de obtener una tasa de pasivo”, dice en clara alusión al contexto actual.
«Pero nuestro sistema financiero altamente apalancado es como un camión de nitroglicerina en un camino lleno de baches. Un error puede desencadenar una implosión de crédito donde los tenedores de acciones, deuda high yield y sí, hipotecas subprime, se apresuren al mismo tiempo a retirar del banco su dinero. Sucedió en 2008, pero entonces los bancos centrales estaban en condiciones de reducir drásticamente los tipos y comprar miles de millones de dólares a través de programas de relajación cuantitativa. Hoy en día, la flexibilidad del banco central no es lo que era en ese entonces», concluye.