2020 nos ha enseñado lo vulnerables que somos ante eventos procedentes de la naturaleza. Estamos forzando al planeta y este ya ha empezado a lanzar señales de agotamiento. Nos enfrentamos a un gran desafío, la lucha contra el cambio climático, y como ahorradores e inversores jugamos un papel relevante en la transición hacia una economía verde. Si queremos limitar el aumento de la temperatura a 2,2 grados como máximo, es necesario reducir entre el 40% y el 70% las emisiones de carbono para 2050, un reto que no cumpliremos si no movilizamos nuestras inversiones.
Precisamente en ese tema, la inversión en clima, se ha centrado el último encuentro organizado por Funds Society: “Cambio climático: retos y oportunidades”. En el evento, presentado por la periodista Susana Criado, ha contado con la participación de expertos de Vontobel AM, Amundi, Natixis IM y Allianz GI.
¿Qué significa invertir en cambio climático? Según define Sophie del Campo, directora general para Iberia, Latinoamérica y US Offshore en Natixis IM, significa invertir en cualquier empresa que contribuya a la lucha contra la degradación medioambiental y limite el calentamiento global. Por su parte, Ricardo Comín, director de ventas para Iberia de Vontobel AM, destaca los ODS, la hoja de ruta a seguir para cumplir los objetivos medioambientales marcados en París, y cómo las empresas que estén ligadas a estos objetivos y trabajen sobre ellos serán las mayores beneficiadas.
Desde Allianz GI, según explica su directora para Iberia, Marisa Aguilar, definen la inversión climática como aquella que hace posible la transición a una economía baja en emisiones y compatible con ese calentamiento inferior a 2 o 1,5 grados. “Se trata de financiar el paso de una economía marrón a una verde. Lo interesante es que la transformación necesita inversiones muy elevadas y concentradas en las tres próximas décadas, lo que genera oportunidades muy atractivas”, destaca. Por su parte, Jorge Díaz, responsable de Ventas Institucionales de Amundi Iberia, recuerda que, a pesar de que haya tomado visibilidad en los dos o tres últimos años, la inversión sostenible lleva presente mucho tiempo.
Cuatro argumentos para invertir en clima: datos científicos, regulación, buen retorno y demanda social
A Ricardo Comín no le faltan argumentos para invertir de manera sostenible y, para defender su postura, echa mano de cifras como que, según el Banco Mundial, se estima que será necesaria una inversión de 90 trillones de dólares para cumplir los ODS. Además, por cada dólar que inviertas puedes llegar a tener 4 de beneficio, de aquí a 2030 puede haber 26.000 millones netos de beneficios de las empresas que inviertan en esas temáticas y pueden llegar a crear 65 millones de puestos de trabajo. “Es una inversión con retorno financieros interesantes y con la que cumplimos con nuestro planeta. Hay poco debate”, insiste.
Para Marisa Aguilar hay más vientos de cola y más impulso del que jamás se ha tenido. “Esto se ejemplifica en la acción política, regulatoria, económica y social”, señala. Concretamente, destaca el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la UE, un paquete regulatorio lanzado en 2018 por la Comisión Europea con tres objetivos: movilizar flujos de inversión privada hacia la sostenibilidad, integrar las sostenibilidad en toda la gestión de riesgos y fomentar la transparencia y el largoplacismo de las decisiones. “Este plan está transformando nuestro sector financiero y no solo pretende hacer compatible el sector con el objetivo del cambio climático, sino que seamos un amplificador de las políticas públicas climáticas”, sostiene.
De argumentos regulatorios pasamos a científicos. Según señala Jorge Díaz, el aumento de temperatura con respecto a la revolución industrial ya es de 1,1 grados, lo que ha provocado un ascenso de 19 centímetros del nivel del mal, 14 millones de tonelada derretidas en los casquetes polares y que la mitad de las emisiones desde 1775 hasta ahora hayan ocurrido en los últimos 40 años. “Estos datos demuestran que estamos ante una tendencia imparable”, defiende. “No nos podemos permitir el lujo de no invertir en clima”.
Desde Natixis destacan cómo la inversión sostenible es algo que la sociedad demanda. “Según nuestras encuestas, el 63% de los inversores particulares dice que al igual que consumen de manera más responsable quieren invertir así, en España supera el 72%”, explica Sophie del Campo. Algo que también ocurre con los inversores profesionales, los cuales cada vez buscan más inversiones alineadas con sus compañías. Asimismo, Sophie del Campo recuerda cómo los datos han demostrado que ya se ha derribado el mito de que la sostenibilidad compromete la rentabilidad. “Hemos superado el debate de si es rentable o no, por lo que adelante con el clima”, anima.
Los retos a los que se enfrenta la inversión en clima
“El principal riesgo es que nos quedemos cortos en financiar la transición o nos fijemos en financiar solo lo que ya es verde. Hay que ayudar a lo marrón a transitar a lo verde”, insiste Marisa Aguilar. Asimismo, la experta menciona la obtención de la información como uno de los riesgos o retos más llamativos. “Es difícil que las empresas nos den los datos necesarios para que los inversores institucionales y gestores podamos analizar su situación y objetivos”, señala.
“Es un tema crucial porque si no tenemos una información financiera climática sólida y creíble los mercados no podrán hacer una asignación de precios correcta ni a los riesgos ni a las oportunidades. Podríamos llegar a tener que afrontar una transición muy dura con cambios en las valoraciones y costes que podrían desestabilizar el mercado. El reto se convierte en un riesgo”, aclara.
Sin embargo, la falta de datos ha obligado a que los gestores desarrollen metodologías de análisis y programas de engagement climático, lo que ha ayudado a que aparezcan multitud de proveedores de datos que aportan valor y ayudan a localizar las huellas climáticas. “A pesar de que existen dificultades, el campo de los datos de información climática está evolucionando con muchísima rapidez y asistimos a mejoras prácticamente a diario”, añade.
Sophie del Campo y Ricardo Comín resaltan que uno de los principales riesgos a la hora de invertir de manera sostenible es el temido greenwashing. “Hay muchas empresas que parecen verdes sin serlo, pero tarde o temprano no funcionarán bien en los mercados y, si alguno de los inversores no se da cuenta, será damnificado. Es importante mirar las compañías que se lo están tomando en serio”, insiste.
Además del greenwashing, del Campo localiza otros tres riesgos: el nivel de diversificación, las valoraciones, si esta caro o no y si podrá seguir creciendo y, por último, el tema de la medición. “No concebimos invertir en cambio climático sin que haya una medición y el inversor pueda ver de manera concreta que tiene un impacto”, añade.
Por su parte, Jorge Díaz alerta de que, si no conseguimos que esto sea una problemática que preocupe a los países desarrollados y a los que están en vías de desarrollo, en el año 2050, de México a Buenos Aires, en África desde el desierto del Sáhara hasta Sudáfrica (casi el 70%), toda la India, Tailandia, Indonesia e incluso el norte de Australia serían zonas inhabitables por condiciones de temperatura y humedad.
Tecnología y clima van de la mano, pero no es la única opción
A pesar de que la tecnología juegue un papel muy importante en la transición hacia un mundo más verde, no es la única opción de inversión que existe. “Al final se puede hacer una cartera que invierta en otros sectores que no solo están ligados a la tecnología, como transporte limpio y electrificación o compañías en el mundo de la construcción verde”, señala Sophie del Campo.
Jorge Díaz insiste en que, a pesar de que haya proyectos muy ligados a la tecnología, hay otras maneras de reducir las emisiones. Un ejemplo es la combinación más eficiente entre las energías que ya existen. «En 2014 el carbón representaba un 29% y el petróleo un 31% del total de la energía. Para 2050 podríamos alcanzar el objetivo de 2 grados mejorando este mix. La clave es reducir el carbón al 5% y el petróleo al 19%, el gas lo dejamos parecido e incrementamos renovables del 4% al 22%, un incremento notable pero no exagerado, podríamos conseguirlo ya que no se necesita tanta innovación en energías», señala.
Por su parte, Marisa Aguilar prefiere hablar más de innovación que de tecnología. “En la transición climática son más importantes los cambios de los procesos y modelos de negocio en la adopción de esta tecnología e innovación. Invertir en cambio climático es invertir en compañías que desarrollan la innovación, pero también en aquellas que la incorporan, por lo que podemos invertir en sectores más tradicionales”, añade.
Ideas de inversión
Para terminar, los expertos han dado algunas ideas de inversión resaltando los productos más atractivos y sostenibles de sus casas. Jorge Díaz ha presentado la estrategia de Impact Green Bond, un fondo de bonos verdes que permite medir el impacto en términos de toneladas de CO2 evitadas por millón de euros invertido. Además, cuenta con una medición que se actualiza mes a mes.
Por su parte, Ricardo Comín ha resaltado el Vontobel Clean Tecnlogy, un fondo que invierte en tecnologías limpias y se apalanca en 6 puntos de los ODS: agua, energías alternativas, equipos industriales y de software, acciones climática y reciclaje y edificios eficientes. “Las empresas que mejor provean los servicios para llegar a estos objetivos serán las que mejor se comporten en bolsa”, añade.
Marisa Aguilar ha hablado sobre el Allianz Clean Planet, un fondo de renta variable global alineado con los principales ODS medioambientales. En cartera tienen compañías desde proveedoras de hidrógeno verde, gestión de residuos hasta automoción eléctrica en China. “No solo se benefician de la tendencia, sino que la propician”, señala.
Desde Natixis IM, Sophie del Campo destaca el fondo de Mirova (filial de Natixis especializada en inversión responsable), Mirova Europe Enviromental Equity Funds. El fondo invierte de manera diversificada en cuatro actividades: economía circular, ahorro energético, tecnologías disruptivas y buenas prácticas medioambientales. Además, mide su huella de carbono.