El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está llegando a sus primeros 100 días desde que asumió el mandato el pasado 20 de enero. Esta referencia cronológica que comenzó con la administración de Franklin D. Roosevelt en 1933, y se ha utilizado para juzgar a los nuevos presidentes desde entonces, tiene el ojo de las gestoras en el análisis de varias políticas.
En esta centena de días, Biden ha fijado sus prioridades en torno a la lucha contra la pandemia y la puesta en marcha de algunos de sus proyectos más ambiciosos como el avance de la vacunación contra el COVID-19, el Plan de Empleo Americano y el ajuste tarifario para los ricos.
En este sentido, Pascal Dudle, responsable de Listed Impact de Vontobel AM, comentó que el plan de empleo del presidente Biden propone un proyecto de ley que supone un enorme gasto en infraestructuras, subrayando el compromiso de su administración de llevar a cabo una transición hacia una economía de bajas emisiones de carbono y mejorar la calidad general de las infraestructuras tras décadas de desinversión en áreas críticas como carreteras, puentes, sistemas de agua y la red eléctrica.
“Sin embargo, el plan va más allá, ya que la pandemia ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del empleo, con más de 9.000 millones de puestos de trabajo perdidos, y la fragilidad del sistema sanitario, que amenaza la estabilidad económica de muchas familias estadounidenses. Invertir en el futuro es sin duda una prioridad para Biden”, aseguró Dudle.
El proyecto, que ronda el 10% del PIB actual del país (unos dos billones de dólares), se enfrenta ahora a un duro debate en el Congreso, donde la financiación a partir de mayores impuestos a las empresas y otro tipo de gravámenes se encontrará con la resistencia de los republicanos.
Por lo tanto, las cifras propuestas “son meros puntos de partida” y en los próximos meses surgirán más detalles. Esto implica que muchas cosas pueden cambiar antes de que se apruebe la legislación, que necesitará el apoyo total del Partido Demócrata, concluyó el responsable de Listed Impact de Vontobel.
Además, la propuesta incluye una prórroga de 10 años de los créditos fiscales a las renovables y un posible aumento de las redes eléctricas. Esto es un buen presagio para las empresas eólicas y solares, y otros detalles apuntan a un apoyo financiero para el desarrollo del almacenamiento de energía, la captura y retención del carbono, células de combustible y la infraestructura de los vehículos eléctricos.
En ese sentido, Dudle cree que para aprovechar las oportunidades que surgen, los inversores deben mirar más allá de las soluciones eólicas y solares obvias y considerar las oportunidades en áreas como la infraestructura de energía limpia, las industrias de recursos eficientes, el transporte de bajas emisiones, las tecnologías de la construcción y el agua limpia.
Las empresas y los impuestos
En cuanto a la preocupación de las empresas con respecto al aumento tarifario de la administración Biden, Christian Hantel, Senior Portfolio Manager de Vontobel AM, aseguró que las empresas de EE.UU. probablemente no se preocupen por la moderada subida de impuestos.
Antes de 2017, Estados Unidos tenía uno de los tipos impositivos más elevados del impuesto de sociedades entre los países de la OCDE. En 2017, se redujo del 35% al 21%. Ahora, podemos esperar que esto se invierta en parte, ya que el presidente Biden ha propuesto varios cambios en los impuestos de sociedades para recaudar ingresos para su plan de infraestructuras. A principios de abril se dio a conocer la hoja de ruta para pagar el Plan de Empleo Americano, llamado «The Made in America Tax Plan». El mayor cambio desde el punto de vista de los ingresos sería aumentar el tipo del impuesto de sociedades del 21% al 28%.
Una regla general es que un aumento de un punto porcentual en el impuesto de sociedades equivale a unos 100.000 millones de dólares de nuevos ingresos al año. Sin embargo, un aumento del tipo de sociedades necesita el apoyo del Senado o de la Cámara de Representantes.
En consecuencia, es muy probable que se llegue a un compromiso y que el arancel se sitúe finalmente en torno al 25%. “Un aumento tan moderado del impuesto de sociedades es manejable para las empresas estadounidenses”, aseguró Hantel.
En términos más generales, un compromiso que establezca un tipo impositivo más bajo de lo que se pensaba inicialmente podría ser positivo en última instancia para los activos de riesgo, incluidos los bonos corporativos.
En otro orden, Jack Janasiewicz, gestor y estratega de portfolio de Natixis IM espera que Biden proporcione más detalles de un segundo “plan de infraestructura” enfocado en la educación, salud, y financiamiento para la atención a la niñez y a los ancianos que se estima costará más de un billón de dólares y se pagará con aumentos al impuesto individual.
La propuesta conjunta de infraestructura se ha dividido en dos (infraestructura física y social) ya que Biden cree que será políticamente más fácil promover las propuestas individualmente.
“La oportunidad es crítica y combinar ambas propuestas en infraestructura en una sola podría demostrar ser más práctico debido a las expectativas de un prolongado proceso de conciliación presupuestal que se espera se requiera para su aprobación”, explica Janasiewicz.
Combinar ambas iniciativas en una sola, más grande, es también una apuesta arriesgada ya que el precio final podría alcanzar los 3,5 billones luego del paquete de ayudas por 1,9 billones de dólares que recién se inyectó a la economía y que a su vez aumentó el déficit.
El comportamiento financiero y la macroeconomía
Algunas de las cosas más conocidas en los primeros 100 días de Biden fue su plan de estímulo de 1,9 billones de dólares para combatir la crisis que dejó la pandemia. Esta ayuda a los estadounidenses “elevará este año el PIB de EE.UU. por encima de su nivel anterior a la crisis”, dice un análisis de Alvise Lennkh, director de calificaciones soberanas de Scope Ratings.
En ese sentido, Lennkh se pregunta “si las medidas mejorarán el potencial de crecimiento del país lo suficiente como para hacer frente a los crecientes retos fiscales de los próximos años”.
El Plan de Rescate Estadounidense, por valor de 1,9 billones de dólares proporcionará un importante impulso inicial a la actividad económica en EE.UU. (AA/Estable), con lo que el PIB superará los niveles anteriores a la crisis a finales de 2021, muy por encima de algunas de las mayores economías europeas, como Francia (AA/Estable) y el Reino Unido (AA/Negativa).
Además, el hecho de que el gobierno de Biden haya sido capaz de poner en marcha este importante plan de estímulo, en menos de dos meses tras la toma de posesión, es positivo para la calidad crediticia.
Se espera que el mayor impulso a la demanda agregada a corto plazo se produzca a través de los pagos directos a los hogares, que representan alrededor de una quinta parte del paquete de ayudas total. Además, es probable que las continuadas políticas monetarias acomodaticias de EE.UU. aumenten los efectos multiplicadores a corto plazo del paquete, elevando el crecimiento de EE.UU. en 2021 y 2022 a alrededor del 5-6% desde nuestra estimación anterior de alrededor del 3-4%, expone el análisis de Scope.
“No sólo importa el tamaño y el momento del estímulo, sino también su composición. El nuevo acuerdo de Biden aborda dos debilidades crediticias interrelacionadas -el potencial de crecimiento a medio plazo y los preocupantes problemas sociales- a costa de la tercera, el deterioro estructural de las finanzas públicas estadounidenses”, comenta Lennhk.
Sin embargo, con el estímulo adicional, tras el paquete de 900.000 millones de dólares aprobado en diciembre del año pasado, los fundamentos fiscales de Estados Unidos seguirán siendo estructuralmente más débiles durante años.
El impacto total del estímulo sobre la producción estadounidense es incierto, así como el grado en que aumentará la inflación. Es probable que las presiones inflacionistas sean transitorias y continúen siendo manejables -las expectativas de inflación a cinco años siguen estando en torno al 2%-, mientras que un poco de inflación podría incluso ayudar a aliviar la creciente relación entre la deuda y el PIB.
La prueba de fuego del plan de estímulo sigue siendo su éxito a la hora de mejorar el crecimiento potencial de EE.UU. a más largo plazo, dada la polarización política del país, que esperamos que siga impidiendo un acuerdo bipartidista sobre la consolidación fiscal incluso cuando la economía vuelva a funcionar a pleno rendimiento.