Si tenemos que poner fecha de nacimiento a la industria europea de fondos, sin duda sería el 20 de diciembre de 1985, tras la aprobación de la primera directiva sobre UCITS (Undertakings for Collective Investment in Transferable Securities) por la Comunidad Económica Europea (CEE). La conocida como la Directiva 85/611/CEE estableció un marco regulatorio común para los vehículos de inversión en Europa, dando forma a toda una industria. 40 años después, la protección al inversor, la sostenibilidad, los activos alternativos y la tecnología son los motores que están moldeando su futuro.
La música de Michael Jackson, Prince, David Bowie y Madonna inundó la década de los 80. Fue la banda sonora a una industria de inversión caracterizada por el acceso limitado a las acciones y a la tecnología, por mercados fragmentados, altas comisiones, información limitada, poca diversificación internacional y una operativa que pasaba por un gran número de hombres trajeados esgrimiendo libretas y agolpándose en los parqués de las principales bolsas europeas al grito de “doy” y “tomo”.
Hace 40 años los mercados financieros estaban integrados por players nacionales y caracterizados por una escasa participación del inversor. En el caso de España, los datos de Inverco explican por sí solos esta situación: en 1985, el 63% del ahorro financiero de las familias estaba en depósitos y efectivo, un 23,7% en inversión directa renta fija y renta variable, principalmente y únicamente el 0,3% en fondos de inversión y otro 0,3% en fondos de pensiones. “Era una industria muy incipiente, que ofrecía un catálogo limitado y diversificado por tipología de activo y geografía a un inversor muy conservador, con una asignación fundamentalmente centrada en renta fija o depósitos, y en renta variable, con estrategias buy and hold, principalmente motivada por el pago de dividendos”, explica María Taboada, directora de producto de BBVA Asset Management Europa.
Hoy el panorama es muy diferente. Según los datos de la Asociación Europea de Fondos y Gestión de Activos (Efama, por sus siglas en inglés), el total de activos bajo gestión en Europa supera el umbral de los 30 billones de euros. El año pasado, a medida que los mercados bursátiles continuaron al alza durante los tres primeros trimestres, el negocio siguió creciendo y, según los últimos datos publicados, el patrimonio en fondos en el continente habría alcanzado un nuevo récord de 32,7 billones a finales de septiembre.
¿En qué momento cambió todo y el crecimiento despuntó? Según los profesionales, fue con la aprobación de la primera directiva europea UCITS (Undertakings for Collective Investment in Transferable Securities) por la Comunidad Económica Europea (CEE), en 1985. La conocida como Directiva 85/611/CE, del 20 de diciembre, sobre instituciones de inversión colectiva en valores mobiliarios, fue un hito transformador. “Diseñada para armonizar el marco regulador de los fondos de inversión en toda Europa, promovió la protección de los inversores y permitió que los vehículos se comercializaran en los estados miembros de la Unión Europea. Al otorgar una única autorización para su distribución transfronteriza, los UCITS fomentaron la competencia, ampliaron la gama de opciones de inversión y mejoraron el acceso de los inversores a los fondos en toda Europa”, afirma Britta Borneff, Chief Marketing Officer (CMO) de la Asociación de la Industria de Fondos de Luxemburgo (Alfi).
Antes de la Directiva UCITS, el mercado de fondos europeo estaba fragmentado, con cada país operando bajo sus propias normativas y estándares. Según Borneff, la Directiva sentó las bases del mercado integrado que tenemos hoy en día: “En 1985, el panorama en Europa era relativamente incipiente y limitado, con un número reducido de vehículos de inversión disponibles. Sin embargo, el interés en las inversiones transfronterizas comenzaba a crecer, señalando una fase temprana de expansión e innovación en el mercado. Con los cimientos establecidos por esta Directiva, la industria entró en una nueva era de desarrollo, allanando el camino para un mercado europeo más unificado y competitivo”, explica.
Un punto revolucionario
En opinión de José María Marcos, director general de Entidades de la CNMV, la Directiva UCITS constituyó un hito en el sistema financiero europeo porque reguló la figura del pasaporte europeo. “Con la premisa del cumplimiento de unas reglas comunes, permite la comercialización de una misma IIC en cualquier país de la UE. Con ello, los inversores pudieron acceder a un mercado más amplio, con las consiguientes ventajas en términos de costes y amplitud de la oferta”, destaca.
Marcos apunta como relevante que la directiva se refiere a los “vehículos abiertos”, es decir, los que garantizan el reembolso a sus inversores, que invierten en valores mobiliarios y establece un marco armonizado común en todos los aspectos relevantes: activos elegibles, reglas de diversificación, obligaciones de información, condiciones de autorización, obligaciones de gestoras y depositarios. “Transcurridos 40 años, resulta innegable que la marca UCITS está consolidada a nivel europeo, e incluso mundial, que los inversores confían en ella y que ha conseguido el objetivo de desarrollar un mercado único europeo de IICs. En España los fondos con pasaporte suponen actualmente en torno al 40% del sector de inversión colectiva”, añade el directivo de la CNMV.
Para Ángel Martínez-Aldama, presidente de Inverco, la creación del mercado europeo de fondos ha incrementado la competencia, con la consiguiente reducción de costes y mejoras en los rendimientos de los fondos. “Todo ello repercute de forma muy positiva en los partícipes, que no sólo pueden acceder a una gama más amplia de entidades y productos, sino que además han visto disminuir notablemente sus costes por la gestión”, afirma.
Arantxa López Chicote, responsable de Producto, Inteligencia de Mercado y Digital de Santander Asset Management España, se une a estas reflexiones y matiza que UCITS fue una revolución también para el modelo de negocio de las gestoras: “Permitió que una gestora registrada en un estado miembro pudiera gestionar vehículos registrados en cualquier otro estado miembro, sin necesidad de presencia física en este último. Además, abrió el mercado y democratizó el acceso a los inversores, sobre todo minoristas, a la hora de invertir en fondos. Favorecía que estos se percibieran como inversiones seguras y bien reguladas, volviéndose populares en toda Europa”.
Por último, la propia industria considera que un aspecto relevante ha sido la capacidad de la Directiva UCITS para cambiar, y adaptarse. “Esta evolución, que abarca desde UCITS I hasta la más reciente UCITS VI, muestra un esfuerzo continuo por mejorar la protección al inversor, la transparencia y la supervisión regulatoria. Originalmente, UCITS I buscaba unificar las normativas de inversión colectiva en Europa, estableciendo las bases para un mercado único. Con el tiempo, UCITS III introdujo estrategias de inversión más flexibles, como derivados y estructuras masterfeeder, que contribuyeron enormemente a la expansión y sofisticación de la industria de fondos, que se completó con la creación del pasaporte europeo con UCITS IV. Iteraciones posteriores, como UCITS V, se centraron en la protección de los activos del inversor y en la promoción de prácticas de gestión de riesgos justas, mientras que UCITS VI busca alinear la directiva con la AIFMD en cuanto a delegación, liquidez y estándares de informes”, explica Borneff.
El salto de la industria nacional
En este contexto de cambio radical, Luxemburgo emergió como pionero al implementar la Directiva en 1988. “La ventaja de ser el primero es que atrajimos a numerosas gestoras internacionales, algo que consolidó el concepto de industria europea. El número de fondos con sede en Luxemburgo aumentó de 99 en 1983 a 463 ante la implementación de la Directiva, con unos activos bajo gestión que alcanzaron los 53.000 millones de euros, una clara evidencia de la influencia de UCITS y del rápido crecimiento que hubo en la región”, reconocen desde Alfi.
España no se quedó atrás. Según explica Martínez-Aldama, aunque aquí ya existía una ley que introducía en el ordenamiento español las instituciones abiertas de inversión (el Decreto Ley 7/64, del 30 de abril, de sociedades de inversión mobiliaria), la primera directiva UCITS supuso el inicio de la fase de expansión de las IICs en España: “Si bien el auténtico hito no fue tanto la directiva europea como la Ley de Instituciones de Inversión Colectiva de 1984, que recogía una gran parte del contenido de la directiva UCITS, y que supuso el establecimiento, por primera vez, del régimen jurídico aplicable a las IICs, mediante un único cuerpo con rango normativo legal”, matiza.
En su opinión, tanto la aprobación de la Ley del Mercado de Valores como la creación de la CNMV en 1988, sumaron esfuerzos en el desarrollo de la inversión colectiva en nuestro país. “Muestra de ello es que solo en seis años, de 1984 a 1990, las IICs multiplicaron por siete su patrimonio”, apunta Martínez-Aldama.
En opinión de Taboada, también fue decisiva la creación del Mercado Único Europeo: “Me atrevería decir, incluso, que contribuyó a que la industria española se especializara y profesionalizara sus procesos de gestión, de riesgos, de control, etc. La arquitectura abierta y la entrada de gestoras extranjeras en España se aceleraron, apoyadas por unos requisitos y procesos de admisión más ágiles”.
Desde entonces, la inversión colectiva en España ha experimentado un crecimiento exponencial, sólo interrumpido temporalmente por las crisis experimentadas por los mercados de forma cíclica: la crisis bursátil de 2002, la crisis financiera mundial de 2008, la crisis de deuda soberana de 2012 y el COVID-19. “En la actualidad, la inversión colectiva en España cumple perfectamente su función de canalización del ahorro de las familias hacia la inversión en los mercados de capitales, objetivo último de la ‘Estrategia del inversor minorista’. De hecho, los fondos y sociedades de inversión ya representan más de un 15% de todo el ahorro financiero de los hogares”, añade el presidente de Inverco.
El gran salto que dio la industria no se entendería sin tener en cuenta que las gestoras se implicaron en toda esta revolución UCITS. “Para nuestro modelo, que estaba en plena transformación por los diferentes procesos de fusión del banco y la entrada en mercados exteriores, fue una regulación que favoreció claramente el desarrollo del negocio. En 1999, con la creación del Banco Santander Central Hispano, ya se gestionaban activos por valor de 73.000 millones de euros”, comenta López sobre Santander AM, que había creado en 1971 la gestora bajo el nombre de Gesbansander y que había arrancado gestionando Banserfond, un fondo de renta variable, y más adelante otro de renta fija, Banserfond II.
Por su parte, desde BBVA AM, fundada en 1960, explican que su presencia en el mercado europeo es fundamentalmente a través de las dos sicavs que gestionan en Luxemburgo, BBVA International Fund, creada en 1988, y BBVA Global Funds, en 2010. Pese a que la experiencia de BBVA AM es muy positiva, considera que las gestoras españolas no se han podido beneficiar en la misma medida de esta apertura del mercado europeo para la distribución de sus fondos nacionales debido a las mayores exigencias de información sobre los inversores que pide el regulador español.
“Esto ha supuesto que muchas gestoras hayamos acudido a otros mercados, Luxemburgo en su gran mayoría, para poder ofrecer nuestras soluciones de inversión. La posibilidad de obtener el pasaporte europeo a las gestoras ha simplificado y facilitado el lanzamiento de estos vehículos”, explica Taboada.
Con el foco en el inversor…
Sin duda, los UCITS son el punto de inicio de la industria europea de fondos, pero son un punto y seguido porque la regulación se ha ido alineando con la realidad de los inversores y con el propio contexto social, para ir evolucionando y creciendo. En concreto, la publicación en 2004 de la Directiva relativa a los mercados e instrumentos financieros (Directiva MiFID 2004/39/CE) y la modificación en el 2014 de MiFID II (2014/65/UE) están consideradas el segundo hito más relevante del sector. Resumidas, grosso modo, sus contenidos se refieren a requisitos organizativos y normas de conducta comunes a nivel europeo para la prestación de servicios de inversión, con el objetivo de conseguir un nivel de protección común a los inversores.
“Tras la crisis financiera se reforzaron algunos aspectos de naturaleza preventiva y se dotó de mayores capacidades a los supervisores. MiFID afecta a la distribución de IICs, que en el caso español es el producto de mayor penetración entre los inversores minoristas, representando en torno al 70% de los instrumentos financieros distribuidos. Por lo que se refiere a la inversión colectiva, MiFID I supuso la concreción de las obligaciones de conocimiento del cliente en función del servicio prestado (tests de conveniencia e idoneidad), e implicó que las entidades pasasen de estar centradas en los productos que distribuían a poner el foco en los clientes. Y MiFID II y su trasposición a la regulación española, limitando los supuestos para la percepción de incentivos por los distribuidores, supuso el reconocimiento de la prestación del servicio de asesoramiento por los prestadores de servicios de inversión y el desarrollo de modelos de arquitectura abierta, circunstancias ambas que implican, a mi juicio, avances importantes en la protección del inversor”, resume Marcos como principales cambios y aportaciones de las sucesivas normativas.
Desde la óptica de las entidades, su trascendencia ha sido y es radical. Así lo considera Taboada: “Supuso un reto muy importante para el sector, con impacto prácticamente en todos los aspectos del mercado de valores y de la industria financiera. Y trajo nuevas normativas sobre la estructura del mercado y negociación de instrumentos, sobre transparencia y protección del inversor, así como nuevos requerimientos en gobernanza y controles internos que requirieron un esfuerzo de adaptación muy importante del sector”.
La responsable de BBVA AM destaca, en relación con la protección del inversor, los requerimientos específicos en relación por ejemplo, a una mayor información pre y post trade de la inversión, transparencia en los costes soportados, evaluación de la conveniencia e idoneidad de la inversión que pretende realizar el cliente y la restricción al cobro de comisiones por parte del distribuidor en los servicios de gestión discrecional de carteras y asesoramiento independiente, debiendo demostrar, para el cobro de retrocesión en RTO (recepción y transmisión de órdenes) y asesoramiento no independiente, un incremento en la calidad del servicio que está prestando.
Desde Santander AM España, López considera que el principal cambio vivido en los últimos años ha sido la tendencia hacia una mayor complejidad en la utilización de los recursos que el inversor tiene a su disposición. “El inversor institucional sabe muy bien en aquello que invierte porque ha hecho una labor de investigación sobre el producto muy importante. La transformación del inversor particular ha sido más profunda. Si antes confiaba ciegamente en el ladrillo, la crisis le hizo ver que el valor de los inmuebles puede bajar y que, además, se trata de un activo ilíquido. Y eso ha empujado a la industria de fondos de inversión, que está viviendo el paso del ahorrador al inversor. Otro gran cambio ha sido la propia estructura de la industria, en concreto la figura del selector de fondos, que ha cobrado gran relevancia. La sofisticación y el amplio conocimiento del producto hacen que la importancia de gestionar adecuadamente la información que se le aporta al cliente sea mayor”, afirma.
… y en la sostenibilidad
Dentro de esta evolución regulatoria y del negocio, otro de los hitos que definen la industria europea es la inversión sostenible. Según argumentan desde Alfi, esta decidida apuesta está impulsada por la demanda de los propios inversores y un marco regulatorio sólido. “Normas clave, como el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR), tienen como objetivo mejorar la transparencia en las finanzas sostenibles y ayudar a los inversores a tomar decisiones informadas. Además, el Pacto Verde Europeo establece objetivos de sostenibilidad ambiciosos, instando tanto al sector público como al privado a alinear sus inversiones con los objetivos climáticos”, argumenta Borneff.
Según su experiencia, esto ha ido en paralelo a la mayor demanda de opciones de inversión sostenible y productos financieros, a medida que crece la conciencia sobre el impacto de las decisiones financieras en el medio ambiente y la sociedad. Un dato representativo es que, según un informe elaborado por Luxembourg Sustainable Finance Initiative (LSFI) y PwC Luxembourg, el 73,3% del patrimonio de los fondos UCITS domiciliados en Luxemburgo es inversión ESG.
Sin embargo, el portavoz de Alfi reconoce que las finanzas sostenibles se enfrentan a varios desafíos: “La falta de métricas estandarizadas, de informes y de definiciones claras de lo que constituye una inversión sostenible complica las comparaciones y evaluaciones para los inversores. Además, las preocupaciones sobre la transparencia y el riesgo de que las empresas exageren sus esfuerzos de sostenibilidad pueden dificultar la búsqueda de oportunidades verdaderamente sostenibles para los inversores. También, apoyar a las empresas que están en transición hacia prácticas más sostenibles requiere soluciones financieras adaptadas, que aún se están desarrollando. Por otra parte, las incertidumbres regulatorias, económicas y políticas pueden influir en la financiación de iniciativas sostenibles y desviar las prioridades de los objetivos de sostenibilidad a largo plazo. Si bien Europa ha logrado avances sustanciales, abordar estos desafíos será crucial para mantener su liderazgo en inversión sostenible y lograr objetivos climáticos más amplios”.
En opinión de Taboada, este ámbito está en constante evolución. Según recuerda, aún existen aspectos fundamentales pendientes de desarrollo, como la taxonomía social, o de implantación completa, como la información sobre sostenibilidad de las empresas. Además, actualmente se debate sobre la revisión normativa de divulgación y la necesidad de establecer etiquetas sostenibles para los productos financieros. “El sector busca claridad en las definiciones y criterios, y una clasificación de productos sostenibles que permita identificar de manera sencilla las características buscadas, un acceso a datos homogéneos y comparables y en general una simplificación de las normas que permita que los clientes finales entiendan de manera clara los productos de inversión sostenible”, defiende.
El potencial de los ELTIFs
Si seguimos avanzando en la historia que la industria europea de fondos está escribiendo, un capítulo de similar relevancia a la llegada de la normativa UCITS, pero en el terreno alternativo, es la creación de la figura de los vehículos ELTIFs, recientemente modificada. Para Martínez-Aldama, da respuesta a una realidad, ya que “la inversión en activos alternativos menos líquidos es una tendencia no solo europea sino mundial, y la búsqueda de alfa en este tipo de activos se vehiculiza muy bien a través de los ELTIFs”.
Según explica López, el objetivo que persiguen es doble. Por un lado, canalizar el capital hacia las empresas europeas de pequeño y mediano tamaño y, por otro, facilitar a los inversores minoristas europeos el acceso, de una forma regulada, a activos que históricamente sólo habían estado disponibles para clientes institucionales y profesionales.
“Una de las razones de ser de estos vehículos es dar acceso a los inversores minoristas a un estilo de inversión propio del capital riesgo que hasta ahora había estado enfocado solo en los clientes institucionales. En su lanzamiento inicial en 2015 no cuajaron mucho en el mercado, pero su reforma, que entró en vigor en 2024, los hace más flexibles y atractivos”, matiza la responsable de Santander AM.
Justamente, en opinión de Borneff, los ELTIFs podrían desencadenar una segunda ola de innovación en las finanzas europeas gracias a algunas de sus características: su enfoque a largo plazo, su regulación transfronteriza simplificada, la diversificación de la cartera, el acceso a los inversores minoristas, la alineación con los objetivos de sostenibilidad y la profundidad del mercado. “Los cambios clave introducidos en 2023 incluyen la diferenciación entre ELTIFs dirigidos a inversores profesionales y aquellos a los que los inversores minoristas pueden acceder, la eliminación de barreras para los inversores minoristas y el establecimiento de un mecanismo opcional de venta”, destaca.
De nuevo, en esta tendencia Luxemburgo va en cabeza. El país alberga 90 de los 139 ELTIFs establecidos, lo que demuestra el creciente impulso detrás de este marco. “Si se aprovechan completamente y se promueven estratégicamente, podrían iniciar una nueva fase transformadora para el sector de fondos europeo, construyendo sobre los cambios fundamentales traídos por UCITS y AIFMD”, insiste Borneff.
Las otras revoluciones que vendrán
Para Alfi, estamos al borde de varios cambios transformadores, con los ETFs activos y los activos digitales emergiendo como las tendencias más significativas. Empezando por esta primera, Borneff explica que el espacio de los ETFs está viendo un interés creciente en la gestión activa.
Según los datos de ETFGI, a enero de 2025 los activos bajo gestión de los ETFs en Europa alcanzaron los 2,27 billones de dólares. De este total, los ETFs de gestión activa representan una porción aún pequeña pero en crecimiento. En 2024, los ETFs activos en Europa atrajeron entradas netas de 19.940 millones de dólares, superando los 7.290 millones de 2023. Aunque no se dispone de una cifra exacta del patrimonio total de los ETFs activos en el continente, se estima que representan aproximadamente el 2,2% del total de activos en fondos cotizados en la región.
“El aumento en la demanda de ETFs activos puede atribuirse a varios factores, como su transparencia y negociación diaria, cualidades que suenan bien a los inversores. Además, hay un apetito creciente por mejorar los resultados de inversión y las compensaciones de riesgo/retorno. Los inversores buscan ofertas activas de alta calidad de gestores experimentados para mitigar los conocidos riesgos de concentración en los índices de acciones de gran capitalización de EE.UU. En medio de una alta volatilidad del mercado, existe el deseo de obtener conocimientos profesionales y una gestión eficaz de riesgos. En última instancia, los ETFs activos podrían convertirse en un componente clave de las carteras diversificadas, ya que atienden a una variedad de objetivos de inversión, preferencias y perfiles de riesgo de los inversores”, señala la portavoz de Alfi.
Tecnología: de la IA a los activos digitales
No se puede entender la evolución y el futuro de la industria sin hablar de tecnología, inteligencia artificial (IA) y activos digitales. Sin duda, estos últimos están ganando tracción como inversiones alternativas viables. El interés institucional va en aumento, con gestores de fondos interesados en incorporarlos a su oferta. Para Borneff, las regulaciones en torno a los activos digitales están evolucionando, y el desarrollo de marcos más claros probablemente fomentará una mayor adopción institucional e integración en las estrategias de inversión convencionales. “En general, la revolución en la industria de fondos de inversión promete una mayor flexibilidad, innovación e integración tecnológica”, añade.
Según Taboada los retos van más allá: en su opinión, la revolución vendrá de la aplicación de la tecnología en el negocio. “La mayor capacidad computacional y de análisis de datos, así como la IA, tendrá, como ya estamos viendo, impacto en los procesos de inversión, en la posibilidad de ofrecer soluciones personalizadas a los inversores, de tener un diálogo activo que facilite la escucha y permita que le acompañemos durante su inversión. La tecnología blockchain, la tokenización de las participaciones de los fondos y sus subyacentes abre la puerta a nuevas oportunidades como son, por ejemplo, el aumento de la liquidez de mercado y de la divisibilidad de los activos, la posibilidad de realizar operaciones las 24 horas del día, etc.”, destaca. Adicionalmente, considera que este tsunami vendrá acompañado por normativa, alguna ya aprobada como MiCA, DORA, toda la relativa a sostenibilidad, o la ya esperada RIS, y nueva regulación que seguro acompañará todo este proceso de transformación.
Una visión de futuro que comparten desde Santander AM. Según López “la IA Generativa (IAG) es una herramienta que permite gestionar datos y contenidos de forma muy eficiente. Todo lo que tenga que ver con la explotación de datos puede beneficiarse del uso de la IAG, tanto para conocer mucho mejor las necesidades y preferencias en cada momento de los inversores, las tendencias de mercado o para mejorar el análisis de compañías”.
Alfi insiste en que la evolución en la adopción estratégica de la tecnología de registros distribuidos (DLT) transformará el sector financiero de una forma práctica, por ejemplo, con la llegada de la tokenización. En su opinión, esta innovación mejora la transferibilidad de las acciones o activos representados en la cadena de bloques. “La tokenización de activos del mundo real, como bienes raíces y capital privado, ofrece eficiencias operativas y de costos significativas. Además, la tokenización de activos tradicionales en plataformas de cadena de bloques podría revolucionar la estructura de las inversiones, haciéndolas más accesibles y líquidas”, explica Borneff. También la portavoz de Alfi apunta hacia los activos digitales, que están ganando tracción como inversiones alternativas viables.
Sin perder el objetivo
Todos estos hitos se suceden a gran velocidad. “Hemos superado una serie de crisis recientes, incluidas la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania, el rápido aumento de las tasas de interés y el aumento de las tensiones geopolíticas. También nos enfrentamos a transiciones simultáneas, incluida la disrupción digital, la transición hacia la sostenibilidad y los cambios demográficos, así como los desafíos de financiamiento asociados. Nuestra industria gestiona aproximadamente 30 billones de euros en activos en nombre de nuestros clientes minoristas e institucionales, y hemos demostrado nuestra resiliencia a pesar de un entorno empresarial increíblemente desafiante. Sin embargo, queda mucho por hacer si queremos mercados de capitales europeos vibrantes y diversos que beneficien a las economías y ciudadanos de la UE”, recuerda Sandro Pierri, presidente de Efama, la asociación europea de fondos, que el año pasado cumplía 50 años.
Los representantes del sector, las gestoras y los reguladores confían en construir una industria sobre sólidos pilares normativos, para que los inversores, minoristas o institucionales, puedan ser elementos de transformación en su entorno. “A corto plazo, la necesidad de desarrollar el Mercado de Capitales Europeo (CMU) y de aumentar la participación de los inversores minoristas configuran a RIS como objetivo legislativo en la agenda de la Comisión Europea. A partir de aquí, el impulso a la inversión sostenible continuará como palanca de transformación del mercado, aunque habrá que racionalizar la regulación en materia sostenible si no queremos que el mercado muestre síntomas de agotamiento regulatorio y correspondiente pérdida de interés”, concluye Martínez-Aldama.
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