Durante el año pasado, se invirtieron 440.000 millones de dólares en ETFs de renta variable. Eso significa que, a cierre de 2017, había 3,8 billones de dólares (trillion en inglés) invertidos en este tipo de vehículo. De estos, aproximadamente el 10% corresponde a ETFs smart beta. De acuerdo con los analistas senior Agnieszka Gehringer y Kai Lehmann, ambos del Instituto Flossbach von Storch, por el hecho de denominarse «smart», estos ETFs deberían vencer al mercado general. Sin embargo, según su investigación, no es el caso.
Comparando los retornos de 180 ETFs smart beta –principalmente de los líderes del mercado: BlackRock, Powershares, SPDR State Street y WisdomTree– con el retorno del índice de referencia y del índice de seguimiento, y dividiendo la muestra entre los ETFs que obtuvieron mejores rendimientos, se observa que la mayoría de ellos no logró batir al índice de referencia.
Solo 67 de los 179 ETFs smart beta analizados, el 37%, obtuvieron un mayor rendimiento. «Este bajo rendimiento se observa en las diferentes estrategias, con la única excepción del enfoque fundamental, donde 8 de los 13 ETFs superaron al índice de referencia», comenta Gehringer. En su opinión, la mayoría de los ETF smart beta analizados no merecen el nombre ya que en promedio, los ETFs «inteligentes» han conseguido un rendimiento anual que es 0,5% más bajo que el rendimiento de su índice de referencia subyacente.
«El hecho de que la mayoría de los productos de nuestra muestra no pudieron mantener su promesa de entregar un retorno inteligente demuestra que en mercados casi perfectamente eficientes no es factible generar una rentabilidad superior sostenible aplicando métodos simples de ponderación. Además, dado que los ETFs smart beta normalmente implican costos más altos que los ETFs tradicionales, los inversores en estos instrumentos tienden a pagar un precio más alto por un servicio inferior», concluye la analista.