Durante el año 2018, el mercado europeo de ETFs se ha dividido en dos partes diferenciadas: si el primer trimestre mantenía el impulso del año pasado, con entradas de 22.000 millones de euros de activos netos, los tres trimestres siguientes sufrieron una desaceleración significativa, con entradas acumuladas de 21.000 millones de euros. En total, los flujos netos ascendieron a 43.000 millones de euros en 2018, lo que representa aproximadamente la mitad del importe alcanzado en 2017. Según los datos que aporta Amundi ETF en su análisis de este mercado, a nivel de clases de activos, la renta variable representó dos tercios de estos flujos.
En el lado de la renta variable, Estados Unidos se situó a la cabeza, capturando casi la mitad de los flujos. Las acciones globales también atrajeron a los inversores, mientras que Europa y Japón terminaron el año en territorio negativo, con salidas de alrededor de 2.000 millones de euros en cada una de estas dos regiones.
A finales de año, se produjo un movimiento de rotación, con una reasignación de posiciones en los mercados desarrollados hacia los mercados emergentes. Como resultado, los ETFs emergentes se beneficiaron de la suscripción de 6.000 millones de euros a lo largo del año, de los cuales 3.000 millones se suscribieron en diciembre.
En cuanto a Smart Beta, los factores defensivos han sido favorecidos por los inversores. De hecho, la tendencia más prudente observada en los mercados en los últimos meses ha apoyado los factores de mínima volatilidad y de calidad, que encabezan el ranking de entradas.
Por último, existe un interés cada vez mayor en los ETFs ISR, que este año representaron más del 10% de todas las entradas de renta variable.
Por lo que respecta a renta fija, la deuda pública fue el claro ganador. Y, una vez más, Estados Unidos llegó a la cima, gracias a unos rendimientos cada vez más atractivos impulsados por las continuas subidas de los tipos de interés de la Reserva Federal. Sin embargo, fueron todas las regiones las que se beneficiaron de flujos positivos en 2018, ya que se asignaron casi 14.000 millones de euros a esta clase de activos.
Por el contrario, la deuda corporativa experimentó una salida de 2.500 millones de euros, debido al clima de incertidumbre que se ha instalado en los mercados y a los movimientos de los spreads de crédito que afectaron tanto a Europa como a Estados Unidos.
Por último, también hubo una fuerte actividad en las commodities. Sin embargo, los flujos acumulados se acercaron a cero durante el año.