Si un inversor decide “pulsar el botón” y cambiar el enfoque de sus inversiones hacia la sostenibilidad, esta acción puede tener 26 veces más impacto en la reducción de su huella de carbono que muchas acciones individuales como, por ejemplo, ser vegano y dejar de volar. Este es uno de los muchos ejemplos que demuestran el poder que tienen los inversores para frenar el cambio climático, un rol que se ha discutido en el último encuentro de Lyxor ETF, donde los ETFs han sido protagonistas gracias a su capacidad para ayudar a limitar el calentamiento global.
Tal y como ha señalado Lionel Paquin, CEO de Lyxor AM: “Jugamos un papel fundamental en el diseño del mundo del mañana”. A este respecto y en opinión de Francois Millet, jefe de Estrategia, ETF e Innovación en Lyxor, “los ETFs democratizan el acceso a estrategias climáticas y animarán a otros inversores a invertir de manera sostenible”. El experto considera que la pandemia ha sido un catalizador de la ISR y ha mandado el mensaje de que nuestros sistemas no pueden olvidar lo dependientes que son de la naturaleza. En este sentido, considera que la inversión a través de ETFs es una vía óptima para invertir de manera sostenible, ya que, según indica, durante la pandemia han demostrado mayor resiliencia y mejores resultados, democratizan el acceso a las estrategias climáticas, son transparentes, low-cost y simples.
Según ha expresado Sean Kidney, CEO de Climate Bonds Initiative: “Necesitamos incorporar un cambio drástico en la forma en la que vivimos, pero la buena noticia es que sabemos cómo hacerlo. El apetito de los inversores es increíble, sabemos qué podemos hacer, tenemos los medios, el capital privado, pero está en el sitio equivocado, tenemos que moverlo y colaborar con las empresas y los gobiernos”.
Para Sara Lovisolo, Group Sustainability Manager, LSE & TEG member, uno de los principales problemas es la dificultad para localizar inversiones que realmente contribuyan a descarbonizar la economía. “Ahora somos capaces de acceder y recolectar mejores datos, y estos son algunos de los ingredientes que ayudan a los portfolios a estar alineados con la sostenibilidad. Pero no hay muchas metodologías, el mercado está en una fase de aprendizaje”. En este sentido, Sean Kidney ha aplaudido la iniciativa de la Taxonomía de la UE, la cual ha definido como “una lista de la compra del futuro”. “Ha creado una lengua común que ayudará a los inversores a identificar las inversiones verdes”.
Otra de las iniciativas de la UE que han alabado los potentes han sido los índices PAB (Paris-aligned Benchmark) y CTB (Climate Transition Benchmark). Véronique Menou, jefa de los Índices ESG EMEA, MSCI y miembro del TEG, se ha mostrado sorprendida por el alto nivel de interés de los inversores en estos índices. Su objetivo es proporcionar a los inversores un instrumento apropiado que esté en consonancia con su estrategia de inversión y, aunque ambos son similares y comparten el objetivo de estar alineados con el Acuerdo de París, la experta ha hecho hincapié en algunas de sus diferencias.
El PAB está más enfocado en la exclusión y puede percibirse como una herramienta para los inversores que se encuentran en la vanguardia de la transición, favoreciendo hoy a los actores de la economía del mañana. Mientras que en el CTB se centra en infraponderar las inversiones no sostenibles y está destinado a ser un instrumento para «acompañar» la transición a una economía con bajas emisiones de carbono.
El camino pasa por cambiar los modelos existentes
El antropólogo y economista, Jason Hickel, ha sido el encargado de poner en contexto el reto medioambiental al que nos enfrentamos y ha recordado cómo el cambio climático nos conducirá a una crisis política, económica y social si no actuamos a tiempo. El experto ha insistido en que los primeros efectos ya se pueden ver en los incendios de California, Australia, el colapso del Amazonas o en las tormentas que dejan inhabitables numerosas islas.
Ante estos eventos adversos, Hickel se pregunta qué pasará cuando rebasemos el mínimo de grados recomendados. “Si no cambiamos habrá crisis de alimentos, 1.500 millones de personas tendrán que abandonar sus hogares y en 2070 un tercio de los animales se habrá extinguido”, expone. Sin embargo, también transmite un mensaje de optimismo al señalar que podemos evitar este futuro, pero para ello habrá que reaccionar con rapidez y con un fuerte compromiso.
Para mantener las temperaturas y evitar que suban ese peligroso grado y medio, en 2030 tendremos que haber reducido las emisiones de CO2 al 50%. Para ello, según explica Hickel, deberemos cambiar nuestra economía y pasar de un modelo ligado al crecimiento, a la producción y el consumo a uno que mire por el bienestar de la población. “Los gobiernos tienen que eliminar el PIB como una meta de crecimiento y mirar por el bienestar de la población”, propone.
En este sentido, el experto considera que los inversores juegan un papel fundamental a la hora de mover el capital hacia fuentes de energías renovables y la construcción de una economía compatible con el medioambiente.