En un espacio de cuatro días, se celebran dos fechas relevantes: el Día Mundial del Medio Ambiente, que fue el 5 de junio, y el Día Mundial de los Océanos, el próximo 8 de junio. Tal y como reconocen los analistas, estas jornadas conmemorativas sirven para dar visibilidad a causas que también deben estar presentes el resto del año, y en la industria de la inversión es algo más que una tendencia.
Según Marie Lassegnore, gestora de crédito y responsable de ESG para renta fija y activos cruzados en La Française AM, los gestores de activos tienen un doble papel que desempeñar en el compromiso que estos días abordan: “Ofrecer productos financieros a los inversores que dirijan flujos financieros hacia empresas activas en la reducción de sus emisiones de carbono y sus efectos adversos sobre la biodiversidad (entre otros), pero también utilizar el poder colectivo indirecto de nuestros inversores para comprometerse con las empresas, los gobiernos y los reguladores en temas como la preservación del medio ambiente”.
Por su parte, Álvaro Cabeza, Country Head de UBS AM Iberia, recuerda uno de los mantras más repetidos en la industria de gestión de activos: la inversión ESG no es una moda y llegado para quedarse. Según argumenta, “es algo más que habitual, y desde UBS AM estamos convencidos de que esta premisa se cumplirá, sobre todo en el medio y largo plazo. Los activos favorables a la inversión ESG se consolidarán en los próximos cinco a diez años, a medida que se invierte cada vez más en empresas sostenibles, lo que hará subir el precio de estos activos. De esta manera, esto puede crear una ventaja para aquellos inversores que aplican criterios sostenibles en sus carteras”.
En último lugar, Ann Meoni, Senior Responsible Investment Analyst, ESG Investment, en abrdn, reconoce el papel crucial que tiene la industria de gestión de activos y pone como tarea esforzarse en concienciar sobre cuatro áreas: la promoción de políticas, ayudando a garantizar que los compromisos sean eficaces; impulsar una valoración económica adecuada de los servicios de los ecosistemas; la innovación en sectores clave; y desarrollar soluciones de inversión.
“Las instituciones financieras tienen un importante papel que jugar para ayudar a preservar la biodiversidad del planeta. Por eso, la biodiversidad constituye un área importante para nosotros, que examinamos en el marco de nuestros estudios, en nuestras interacciones con las empresas y en nuestro sistema interno de puntuación medioambiental, social y de gobernanza (ESG). También apoyamos al Grupo de Trabajo sobre Información Financiera Relacionada con la Naturaleza (TNFD) para mejorar la coherencia de los informes, y somos firmantes del llamamiento a la acción de Business for Nature: La naturaleza es asunto de todos”, destaca sobre el papel de la gestora.
Inversión sostenible
Ahora de hablar de productos o de oferta de inversión, Kate Rogers, directora de Sostenibilidad Schroders, matiza que se ha producido un claro giro, en los últimos años: “Antes, los inversores trataban sencillamente de evitar sectores o productos concretos en función de sus valores éticos. Ahora, los gestores de fondos buscan activamente inversiones que se gestionen de forma responsable y sostenible. Esto supone ir más allá del filtrado negativo de las llamadas acciones del vicio, como las de productores de bebidas alcohólicas o tabacaleras”.
En su opinión, el crecimiento de la inversión temática también ha supuesto un aumento de los fondos que tratan de ofrecer soluciones a retos globales, como el cambio climático o la escasez de agua. Para los inversores de impacto, un elemento fundamental del enfoque de inversión es la aportación a la sociedad o al medioambiente de sus posiciones. “La aportación de las inversiones de impacto debe ser intencionada y sustancial, y ofrecer a la vez una rentabilidad financiera para el inversor”, explica Lyn Tomlinson, directora de Impacto y Filantropía de Cazenove Capital.
Por su parte, Jonathan Fletcher, gestor de fondos de mercados emergentes y Responsable de Análisis de Sostenibilidad de ME en Schroders, señala, por ejemplo, que, como inversor de impacto en mercados emergentes, ve “muchas oportunidades de invertir en empresas que pueden ser positivas para el medio ambiente y en las que, además, las proyecciones de demanda crecen de forma notable y sostenida”.
Si pensamos en los inversores sostenibles, Cabeza reconoce que “un reto importante es el hecho de que los estándares de mejores prácticas están en continua evolución y el punto de referencia se reajusta continuamente cada año para las prácticas de liderazgo y sostenibilidad, lo que crea nuevas tendencias a las que prestar especial atención”.
La fuerza de la colaboración
El segundo de estos aspectos, la colaboración, ha ganado fuerza dentro de la industria en los últimos años. “Esta mentalidad de colaboración es relativamente reciente en un sector históricamente impulsado por la maximización de la rentabilidad financiera en un mercado altamente competitivo. Este cambio de mentalidad demuestra que cada vez más gestores de activos quieren participar en la configuración de la financiación sostenible durante la próxima década. Sin embargo, la COP26 puso de manifiesto el flagrante déficit de financiación para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible, que se estimó en unos 100.000 millones de dólares anuales para 2020 en el Acuerdo de París. Necesitamos más flujos de capital dirigidos a la mitigación y adaptación al cambio climático. Esto puede, una vez más, fomentarse mediante un cambio más rápido en las preferencias de los consumidores de banca y gestión de activos, destacando claramente este aspecto como fundamental en la toma de decisiones finales”, destaca Lassegnore.
Desde UBS AM, Cabeza destaca justamente la iniciativa Net Zero Asset Owner Alliance: “Un grupo internacional de 60 inversores institucionales con más de 10 billones de dólares de activos bajo gestión, está desarrollando un plan para la transición de las carteras de inversión a emisiones de gases de efecto invernadero para 2050. El grupo ha puesto especial énfasis en la iniciativa, planteando una serie de objetivos cuantitativos intermedios ambiciosos”.
Un reto acuciante
Según recuerda Meoni, el Día de la sobrecapacidad (Overshoot) de la Tierra se produjo el 29 de julio, es decir el día en que la demanda de recursos ecológicos por parte de la humanidad en un año determinado supera lo que la Tierra puede regenerar durante ese ejercicio. En otras palabras, se necesitarían los recursos de aproximadamente 1,7 Tierras para mantener el actual ritmo de consumo mundial.
“El consumo excesivo de recursos naturales y los daños ecológicos que provoca generan una crisis de sostenibilidad equiparable a la del cambio climático que está estrechamente relacionada con ella. Sin una acción urgente, nos dirigimos a un acontecimiento de extinción, la desaparición de la flora y la fauna, a una escala que no se veía desde la desaparición de los dinosaurios hace unos 65 millones de años”, advierte.
Según las estimaciones del World Economic Forum, más de la mitad de la producción económica mundial -unos 44 billones de dólares- depende moderadamente, o mucho, de la naturaleza y de los ecosistemas sanos. “Un cambio es muy necesario. De hecho, esto es lo que está empezando a ocurrir a medida que el mundo se percata por fin de la urgente necesidad de proteger los sistemas de apoyo a la vida del planeta”, añade el experto de abrdn.
En este equilibrio, los océanos tienen un papel destacado básicamente porque estamos hablando del 70% de la superficie del planeta. “Más de 3300 millones de personas dependen de los océanos para cubrir gran parte de sus necesidades diarias de proteína. Además, los océanos absorben al menos un 25% de nuestras emisiones de CO2[2]. Sin embargo, los tratamos muy mal, en muchos sentidos. Hoy nos centraremos solo en uno: el (mal) uso de los océanos como un enorme basurero, en particular en el caso del plástico”, denuncia Birt Murray, Senior ESG Strategist en DWS.