En los últimos años, los diferentes resultados obtenidos por los fondos de retorno absoluto -con historias de mayor o menor éxito a la hora de cumplir su objetivo de ofrecer rentabilidades positivas y preservar capital en cualquier entorno de mercado-, y las fuertes divergencias a la hora de entender este concepto de gestión han desinflado el interés que una vez hubo. El incumplimiento de las promesas ha sido una de las causas que explican ese interés descafeinado en España. Pero el ejemplo de gestores como Juan Manuel Mazo, de Abante Asesores, Francisco Esteban, de Alpha Plus, o Jaume Puig, de GVC Gaesco, que han logrado retornos consistentes en los distintos entornos de mercado, muestran que hay otros motivos, al margen de los resultados, que explican ese desarrollo menor de lo esperado. Entre ellos, las habilidades especiales que se requieren del gestor de retorno absoluto, la bancarización de la industria de fondos o la barrera que supone una baja cultura financiera, aunque los expertos reconocen que cada vez hay más espacio para las boutiques capaces de aportar valor añadido en el segmento del retorno absoluto.
Los expertos coinciden en que el gestor ha de tener una cualificación diferente a la convencional, relacionada por ejemplo con habilidades cuantitativas, enfoques macroeconómicos o conocimientos sobre derivados –en el caso de Alpha Plus- o un enfoque distinto hacia la renta variable –y que no consiste en maximizar descuentos como un gestor tradicional de bolsa sino en explotar ineficiencias, validarlas y modelarlas de forma cuantitativa en el de GVC Gaesco-. “No creo que sea posible obtener rentabilidades positivas sin ser capaces de reconocer las pérdidas lo suficientemente rápido”, añade Mazo como característica fundamental para el gestor.
Esas exigencias explican que el retorno absoluto se potencie en entidades independientes, pues, en la medida en que los grandes bancos priman en sus redes la venta de fondos conservadores o altos márgenes -como garantizados y de forma marginal fondos de renta variable o mixtos con gestión pasiva-, no tienen motivación para añadir valor o formar a sus profesionales de forma no convencional, según Esteban. “Para lograr una gestión pura en el activo es necesario hacerlo desde entidades independientes”, dice. La escasa cultura financiera del inversor final tambien juega en contra: así, aunque es un concepto sencillo de explicar al profesional, para otro menos formado el retorno absoluto “es una especie de caja negra”.
La bancarización del sistema y la escasa cultura financiera son, pues, barreras para la venta. “El producto más vendido en redes es el retorno total, un concepto diferente” –de gestión cuasi pasiva y ligada a un índice, que pretende obtener retornos tanto por la apreciación de capital como de las rentas de los activos en cartera-, dicen los expertos. Para Esteban, una de las claves está en “cambiar la percepción de un cliente final que relaciona la rentabilidad que ve en los mercados con la de sus inversiones, sin tener en cuenta que puede no ser así. Esa relación de causa y efecto es un hándicap para la comercialización de fondos de retorno absoluto”.
El resurgir
Pero a pesar de esos problemas y retos hay oportunidades para que el retorno absoluto resurja como clase de activo aparte, de la mano de las entidades independientes. En primer lugar, porque algunos fondos muestran que es posible ganar en diferentes entornos de mercado, algo muy interesante para quien priorice preservar capital. Así, los últimos años han sido una prueba de fuego y los gestores que han logrado ofrecer rentabilidades positivas consistentes con los diferentes escenarios – desde mercados muy alcistas (2009, 2012 y 2013) hasta muy bajistas (2008 y 2011) y pasando por otros laterales (2007 y 2010)- han mostrado el verdadero ADN, las fortalezas, del retorno absoluto. “Es cierto que apuramos mucho el timming y a veces perdemos oportunidades de inversión pero los últimos siete años, en los que la descorrelación era muy complicada, han sido una prueba de fuego”, dice Esteban.
En segundo lugar, el retorno absoluto puede resurgir porque las redes irán abriendo la puerta a las boutiques independientes capaces de aportar valor. “Está pasando ya”, dice Mazo, mientras Puig coincide en que ese papel de las boutiques está creciendo si bien Esteban dice que el ritmo es más lento de lo deseado, en la medida en que se prima el producto de las entidades internacionales; de ahí que pida la ayuda del regulador para consumar una tendencia que considera “imparable”. Para que esas redes se abran y además de la ayuda del regulador (por ejemplo, eliminando barreras para vender fuera), los expertos creen que se necesita aportar en primer lugar rentabilidad y retornos consistentes, pero también desarrollar una comercialización más activa que permita romper el “círculo de la pobreza” que impide a un fondo crecer por su moderado tamaño. “A veces los departamentos de compliance pueden más que los gestores o selectores”, dice Esteban. Puig coincide en que el tamaño es una desventaja a la hora de llegar a los selectores, aunque considera que, poco a poco, irán apostando por boutiques españolas, al igual que han ido apostando por otras de fuera.
Como tercer factor, el entorno de mercado puede jugar a favor. “Con tipos reales negativos se dispara el interés por el retorno absoluto. Los tipos altos han descartado estas iniciativas en el pasado, pero ahora pueden ser interesantes”, dice Puig. Incluso en un escenario de normalización de tipos, el retorno absoluto puede salir favorecido: “Aunque la subida puede hacer daño a las carteras, el aumento de la volatilidad puede impulsar los flujos de capital desde la renta fija o los depósitos hacia el retorno absoluto”, explica. Para Esteban, el retorno absoluto puede dar la bienvenida a un entorno de normalización monetaria en el que se ponga fin a una artificial fijación de precios, ineficiente asignación de activos y distorsionada percepción del riesgo por la búsqueda de retornos. “Volveremos hacia un escenario más natural aunque habrá que asumir baches de corto plazo”, dice.
Con todo, mientras Puig defiende que el interés se centrará más en productos de retorno absoluto de renta variable -en la medida en que la política monetaria ha favorecido la compra de deuda pública y la retirada de estímulos afectará a ese activo (“estaría preocupado si fuera un gestor de renta fija: el mejor gestor de deuda lo hará peor que el peor de bolsa”, dice), Esteban defiende que la renta fija “será una constante en nuestras vidas” en un entorno de envejecimiento de la población, bajo crecimiento y bajas presiones inflacionistas.