Según Scope Ratings, la emisión de deuda corporativa vinculada a las cuestiones ESG debería ayudar a las empresas a mejorar su calidad crediticia a largo plazo. No obstante, depende en gran medida de la forma en que inviertan los fondos captados. El inverso se encuentra con que la urgencia de las empresas por emitir bonos ligados a los criterios ESG, especialmente en Europa, ha planteado la cuestión de si merecen una prima. La sobredemanda ha generado que se hable del greenium, una prima de cupón sobre un bono senior no garantizado similar.
Para Sebastian Zank, subdirector de calificaciones corporativas de Scope, la respuesta a este debate es clara y concisa: «Ninguna compañía debería esperar de forma automática un precio superior para la deuda vinculada a los factores ESG». En este sentido, indica que «algunos emisores de deuda vinculada a los factores ESG afirman que están pagando cupones más bajos, de hasta 20 puntos básicos, en los bonos verdes, sociales y de sostenibilidad». De acuerdo a las actualizaciones periódicas de datos de The Climate Bonds Initiative, los bonos verdes suelen estar más sobresuscritos que los bonos simples: el año pasado el factor de sobresuscripción fue de unas 4,5 veces, frente a tres veces para los equivalentes de los bonos simples.
La deuda vinculada a ESG representa una proporción cada vez mayor de la emisión de bonos corporativos en Europa, y es probable que supere el 25% del total en 2021, en comparación con el nivel de 18% en el primer semestre de 2021 y el 8% en 2020.
¿Se merece una prima?
«Aun así, ¿por qué deberían las etiquetas de sostenibilidad influir en el precio de los cupones? Estos bonos se clasifican al mismo nivel que los del mismo rango de pago y emisor. No hay ninguna mejora crediticia que explique las diferencias de precios. Lo más importante es el uso de los beneficios y las oportunidades y riesgos asociado. Para una agencia de calificación crediticia, la cuestión más interesante sigue siendo si los bonos vinculados a la ASG o la deuda vinculada a la ASG en general tienen un impacto notable en la calidad crediticia de un emisor», afirma Zank..
El experto defiende que el impacto crediticio depende de la forma en que una empresa invierta los beneficios obtenidos y de si cumple los objetivos relacionados con la ESG en proyectos específicos o en su negocio en general: «En el caso de los bonos vinculados a proyectos ESG, como los bonos verdes, sociales o de sostenibilidad, podemos medir el impacto financiero de las inversiones directas en, por ejemplo, activos relacionados con la energía, edificios enfocados a la sostenibilidad o proyectos de transporte que respeten el clima y la sociedad. En este caso, los flujos de caja del proyecto pueden compararse directamente con los flujos de caja de proyectos alternativos o con los costes que pueden evitarse o reducirse. Esto facilita la evaluación de la magnitud del efecto sobre la posición de mercado del emisor, la rentabilidad y el riesgo de los activos».
En el caso de los bonos ligados a objetivos ESG, la selección de los principales indicadores de rendimiento o de los objetivos de sostenibilidad, así como los costes y las penalizaciones por alcanzarlos o no, son cruciales. «Hemos visto emisores cuyos KPI no parecían demasiado difíciles de alcanzar, ya que el emisor ya estaba cerca de lograr los objetivos. Asimismo, los posibles efectos adversos del incumplimiento de los acuerdos establecidos pueden no ser muy perjudiciales, como un ligero aumento del cupón que no supondría una gran diferencia en el actual entorno de bajos tipos de interés», añade Zank.
Los convenios de carácter flexible, relacionados principalmente con factores sociales como la igualdad de género y la formación, podrían ser más fáciles de cumplir y tener menos impacto en la calidad del crédito de las empresas que los convenios más duros que se centran en la reducción de emisiones, la disminución de las materias primas o la reducción de los residuos.
Al final, la magnitud de cualquier efecto positivo sobre la solvencia de un emisor depende de las consecuencias cuantitativas y cualitativas medibles sobre los factores de crédito de las empresas: la posición competitiva de la empresa, la reputación, la exposición al riesgo, así como los costes netos incurridos en el cumplimiento de cada uno de los objetivos de sostenibilidad. «En la medida en que la inversión financiada por la deuda vinculada a ESG mejore estos aspectos de las actividades de una empresa, el resultado debería ser positivo desde el punto de vista crediticio. Sin embargo, si un emisor tiene inversiones elevadas e incurre en costes que debilitan su perfil de flujo de caja sin un efecto compensatorio en su posición competitiva y su generación de efectivo a largo plazo, el efecto crediticio será probablemente insignificante o incluso negativo», concluye Zank.