El agua es el objetivo número seis de los ODS de Naciones Unidas y también el riesgo en el que menos se ha avanzado. Según señala la organización internacional, la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial, una cifra alarmante que probablemente crecerá con el aumento de las temperaturas globales producto del cambio climático. Ante este escenario, ¿qué importancia están dando las gestoras al agua dentro de sus carteras sostenibles?
Desde DWS defienden un enfoque basado en la “inversión de transformación” para afrontar los riesgos que acorralan a este recurso natural. Esta visión nace de su participación en un grupo de trabajo del Foro Económico Mundial que analiza cómo convertir los riesgos sistémicos mundiales en un retorno sostenible.
“Si no se logra un marco de transformación, es probable que el agua y posiblemente otros factores ESG se vean condenados a riesgos que los inversores traten de evitar, aunque se conviertan en el próximo gran desafío para la humanidad a finales de esta década. De modo que instemos a las firmas de gestión de activos a que empiecen a pensar en el riesgo del agua de una manera diferente, menos compartimentada y de naturaleza más holística, a que avancen en la dinámica y la legislación futuras, y a que adopten una carta del agua el objetivo de impulsar sus propias operaciones, así como sus actividades de inversión, y posiblemente en colaboración con otras firmas de gestión de activos, pidan a las empresas que hagan lo mismo”, señalan desde DWS.
Según explican, para lograr esta “inversión transformacional” es necesario desarrollar un marco que el ciudadano de a pie, el consumidor final, el inversor minorista y los inversores institucionales, sean conscientes de la sostenibilidad y el riesgo del agua Además de reevaluar los roles de las diferentes funciones a lo largo de la «cadena de inversiones»: recuperando el concepto de Aristóteles y Montesquieu de la separación de poderes.
“Los gobiernos deben legislar: utilizando la Carta del Agua de la UE para orientar las políticas. Necesitamos una ESG de Principios de Contabilidad Globalmente Aceptados (GAAP) con la auditoría de los países, empresas e inversores en relación con sus impactos ambientales y sociales. Y que los inversores deben invertir aplicando un marco de inversión en todas las clases de activos con una clara distinción entre «do nothing», la integración de la ESG (outside-in) y la inversión de impacto/transformación (inside out)”, defienden desde DWS.
Por último propone que los productos de inversión que realmente se ocupan del agua y/u otros riesgos de ESG deberían tener tarifas más bajas que aquellos que no son de ESG/transformación. “Los gobiernos deberían aplicar una «tasa de sostenibilidad» a los productos de inversión que no abordan el desafío de la sostenibilidad. Las tarifas más altas deberían ser para los productos de inversión que «no hacen nada», la tarifa intermedia para los productos de inversión de integración de los ASG y tarifas de inversión de sostenibilidad más bajas o inexistentes para los gobiernos”, añade como elemento para completar este marco de inversión.
Quality Growth y Pictet AM
Por su parte, Sudhir Roc-Sennett, Head of Thought Leadership & ESG de Quality Growth (Boutique de Vontobel AM), destaca las necesidades de inversión que genera este recurso natural y en especial el estrés hídrico, marcando como referencia para el sector el concepto de “huella hídrica”.
“Hemos vinculado los impulsores del estrés hídrico a las señales de alarma a nivel empresarial que merece la pena analizar. La visibilidad del estrés hídrico es limitada, ya que las empresas no están obligadas a revelar su consumo o exposición al estrés en sus operaciones o cadenas de suministro. Muchas empresas tienen la oportunidad de mejorar el consumo de agua antes de que el problema se haga crónico. Los inversores deben ser conscientes de los riesgos empresariales que genera el estrés hídrico. A medida que las compañías reduzcan su huella en las zonas afectadas, no sólo contribuirán a la salud de muchas comunidades locales y crearán conciencia de cara a sus clientes, sino que también ayudarán a mantener el crecimiento futuro y el posicionamiento competitivo”, explica Roc-Sennett.
Según explica la gestora, el estrés hídrico se define como la proporción de agua dulce extraída en relación con los recursos hídricos disponibles y cuando supera el 40%, se considera elevado. El estrés hídrico está distribuido de forma desigual por todo el mundo, aunque es más frecuente en áreas secas muy pobladas alrededor de las zonas subtropicales que abarcan franjas del norte de África, India, norte de China, sur de Estados Unidos y México. La FAO estima que el estrés hídrico mundial (utilización) fue sólo del 13% en 2018.
“Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los inversores es comprender la huella hídrica completa de una empresa y su cadena de suministro. La introducción de información obligatoria sobre el consumo de agua y la exposición regional sería muy útil. Además, los beneficios de reducir la huella hídrica de una empresa incluyen la posibilidad de ganar cuota de mercado frente a operadores menos eficientes. Se pueden reducir los costes y mejorar la reputación de la empresa. Una compañía también puede reducir su sensibilidad al agua en sus suministros adquiridos aportando conocimientos técnicos y apoyo comercial a pequeños y medianos proveedores”, añade Roc-Sennett.
Por eso propone que las empresas se adapten y reconozcan el valor del agua que el mercado lo refleje plenamente, y considera que los inversores pueden ayudar a que la empresa vaya en la dirección correcta y a que se ponga de manifiesto este elemento vital de su negocio. “Es probable que el cambio cobre impulso cuando se exija la divulgación de información sobre el agua en el informe anual; por ahora no es así. Las mejores prácticas deberían incluir información sobre la extracción anual de agua y los índices de consumo por unidad de negocio y en su conjunto, así como destacar la exposición al agua por subcuenca para la empresa y su cadena de suministro. Eso sería un buen comienzo”, propone Roc-Sennett.
Para Marc-Olivier Buffle, especialista de Pictet AM, y Cédric Lecamp, gestor del fondo Pictet Water, un punto de partida es el marco de Límites Planetarios para los nueve fenómenos medioambientales más perjudiciales a los que se enfrenta el Planeta, desde cambio climático y consumo de agua dulce hasta pérdida de biodiversidad y utilización del suelo. Creado por el Stockholm Resilience Center, indica que se pueden consumir 4.000 millones de metros cúbicos de agua dulce al año sin dañar el planeta, lo que coincide en líneas generales con los niveles de uso actual, según estimaciones. No obstante, para 2030 se prevé que la demanda mundial de agua alcance los 6.900 millones de metros cúbicos, superando con creces las posibilidades del abastecimiento accesible y fiable.
“De manera que analizar el consumo de agua de forma aislada de la cadena de valor añadido de los productos o servicios, resta importancia al papel que una empresa puede desempeñar en la eficiencia hídrica global, incluyendo proveedores. También se infravalora la medida en que puede verse perjudicada en caso de fenómenos hídricos extremos. El asunto se complica más por el hecho de que el agua es un problema local y la ubicación de una empresa puede influir mucho en su prioridad en cuanto a considerar la eficiencia hídrica. Además, la eficiencia hídrica no solo consiste en consumir menos, sino también en reutilizar. Al respecto algunas de las principales industrias del mundo están adoptando el planteamiento de economía circular, mediante tratamiento de las aguas residuales. Las que puedan mostrar este enfoque se beneficiarán de mejor imagen y reducirán su riesgo reputacional”, explican ambos expertos de Pictet AM.
AXA IM y BNP Paribas AM
Por último, uno de los enfoques que propone AXA IM es abordar el reto del agua a través de la tecnología. “Reconociendo la necesidad de actuar, las Naciones Unidas (NU), en su Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) n. º 6 aboga por brindar agua limpia y saneamiento a todo el mundo, aunque se estima que, de aquí a 2030, serán necesarios unos 114.000 millones de dólares anuales para alcanzar dicho objetivo. Esto requerirá apoyo y financiación tanto de los gobiernos como del sector privado, lo que brinda una oportunidad a empresas de este ámbito para realizar contribuciones positivas desarrollando soluciones innovadoras con el objetivo de alcanzar esos objetivos mundiales”, destaca Amanda O’Toole, gestora de carteras en AXA Investment Manager.
En opinión de la gestora, una serie de empresas que operan en todo el ciclo del agua están desarrollando tecnología para hacer frente al desafío que plantea la escasez de agua, lo que se traduce también en oportunidades de inversión atractivas.
“Según la ONU, tan solo el 0,25% del agua que hay en el planeta puede utilizarse. El resto es agua salada, está contaminada o se encuentra en las capas de hielo polares, glaciares y permafrost. Siguiendo la tendencia actual, se espera que en 2030 la demanda de agua para uso doméstico, industrial y agrícola supere el suministro en un 40%.Esto genera toda una cadena de valor en torno al agua: recogida, desalinización/purificación, bombeo, reparación y reemplazo de infraestructuras anticuadas, logística y distribución e incluso seguimiento del uso del agua con fines de métrica, facturación y eficiencia”, señala entre los segmentos que considera más relevantes.
Por su parte, desde BNP Paribas Asset Management explican que quieren mejorar el impacto medioambiental de sus inversiones y ejercer con ellas una influencia positiva. “Con este fin integramos las cuestiones medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) en todos nuestros fondos; practicamos la gestión responsable mediante el diálogo activo entre el accionista y la empresa y las actividades de promoción de políticas públicas; aplicamos políticas de conducta empresarial responsable y exclusiones de productos; ponemos el foco en cuestiones clave en materia de sostenibilidad, como la energía, la igualdad y el medioambiente; y visibilizamos el papel del sector financiero en la consecución de un mundo más sostenible”, explican.
Dentro de esta visión y de su gama de productos de inversión, destaca su fondo BNP Paribas Aqua. Se trata de una estrategia de renta variable que invierte en empresas que operan en el sector hidráulico o similares, y seleccionadas por la calidad de su estructura financiera y/o el potencial de crecimiento de beneficios.
Agua, cambio climático y el futuro
No se puede entender los retos que plantea el agua sin abordar el cambio climático en su conjunto. Según recuerdan los analistas del equipo de Portocolom AV, la encuesta anual de PwC a consejeros delegados indica que estos altos ejecutivos infravaloran los riesgos del cambio climático, aunque sí que consideran la necesidad de mejorar su medición y reporte en relación con la sostenibilidad del medio ambiente.
En este sentido, la conclusión de Bob Moritz, presidente de PwC fue clara: “Para dirigir los grandes retos que encaramos en el mundo actual, necesitamos cambiar los incentivos que dirigen la toma de decisiones. Esto requiere que los mercados financieros tomen una visión más amplia, más allá del mero retorno financiero y el corto plazo. Es crucial una mejora en los reportes de las empresas sobre información no financiera. Así los distintos grupos de interés pueden ver cómo las compañías además de responder a sus objetivos financieros están creando valor a la sociedad y al planeta”.
En opinión del equipo del equipo de Portocolom AV, “las grandes corporaciones son conscientes del gran riesgo que supone para sus actividades económicas el cambio climático, en parte porque cuentan con los medios para medirlo. Sin embargo, las pymes infraestiman este riesgo, y hay que tener en cuenta que supone entre el 50% y el 60% del PIB de la OCDE. Para el cumplimiento de la Agenda 2030 es necesario que se establezcan más políticas que incentivos a las pymes a considerar el cambio climático como un riesgo prioritario”.