La llegada de MiFID II a la industria de fondos de inversión española se está traduciendo para la gran banca en todo un ejercicio de digitalización y transparencia. Caixabank acaba de dar un paso al frente con el lanzamiento de su propio roboadvisor o servicio de asesoramiento 100% digital. Ante los límites que impone la nueva normativa a la comercialización de productos financieros en las oficinas bancarias, el ahorrador o inversor con un patrimonio modesto contará con plataformas como «Smart Money» en las que, a partir de 1.000 euros y previo cuestionario para establecer su perfil, dispondrá de recomendaciones de inversión personalizadas. Como ha explicado ante los medios Victor Allende, director ejecutivo de Banca Privada de Caixabank, «somos líderes en España en el ahorro a largo plazo (fondos de inversión, planes de pensiones y seguros de vida-ahorro) y nos faltaba esto para completar nuestra oferta».
Para utilizarlo, los clientes tienen que responder a unas preguntas que sirven para, en unos pocos pasos, analizar su situación personal. Posteriormente, el usuario recibe la recomendación más adecuada a sus objetivos y tolerancia al riesgo y, a continuación, ya puede acceder a una cartera de 10 nuevos fondos creados específicamente bajo la «carcasa Smart Money» y que incluyen ETFs y futuros. «Se trata de un servicio de gestión discrecional de carteras en el que el valor añadido está en la recomendación de inversión personalizada y en el asset allocation. Esa es la parte activa del proceso, la inversión es la que replica el comportamiento de un índice», explica Allende.
De las diez «carcasas» Smar Money, ocho corresponden a ETFs sobre subyacentes y dos son inversión directa a través de futuros debido a la «sencillez del mercado subyacente». Además, el rebalanceo de la cartera se realizará entre cada tres y seis meses.
Con una comisión de gestión del 0,6% para cualquier perfil de inversión, incluso el más agresivo, el servicio ha buscado la simplicidad y la experiencia de usuario. «Se parece más a algo diseñado en un garaje de Silicon Valley que a algo diseñado por un gran banco», ha destacado Benjami Puigdevall, director de Caixabank Digital Business.
Para establecer su público objetivo, desde Caixabank se refieren a la aceptación que plataformas similares han tenido en los países anglosajones donde los inversores han destinado entre 4.000 y 6.000 euros, lo que representa una pequeña parte de su patrimonio. Pero en la entidad no han establecido ni un patrimonio medio ni una estimación de cuantos usuarios podrán interesarse por este servicio que pretende, mediante notificaciones periódicas, mantener informado al cliente de la evolución de su cartera, pero «sin avasallarle con información».
¿Canibalizar la banca privada?
La gran incógnita es si este tipo de plataformas acabarán canibalizando las bancas privadas de las entidades financieras o les llevarán a competir consigo mismos. Con 16.000 millones de euros en carteras de gestión discrecional, desde Caixabank creen en el «cliente omnicanal que quiere hacer lo que le dé la gana y al que es imposible clasificar».
De momento, la cartera a la que accede el usuario solo incluye fondos de inversión, pero no se descarta la introducción de otro tipo de productos financieros como planes de pensiones, como tampoco se descarta la oferta de productos de terceros. Allende recuerda, en este sentido, que más del 30% de las posiciones en banca privada corresponden a fondos de otras gestoras. «Lo primero que hemos querido hacer es ordenar la casa porque, con la llegada de MiFID II todo se pone en su sitio: el asesoramiento, la ejecución y la gestión. No estamos ahí todavía, pero creemos que hay que ir por ahí», afirma Allende.
Para Caixabank, las principales diferencias entre su roboadvisor y las iniciativas que han ido anunciando el resto de grandes entidades financieras está en que «Smart Money» está incluido en la home del banco y no es una marca al margen del mismo. Además, complementa y no sustituye la gestión humana y destaca por cuestionario inicial al inversor en el que se infiere una cartera en base a unas respuestas más concretas sobre su situación financiera, necesidades, objetivos e hipotético comportamiento en episodios de volatilidad.