La respuesta global ante el cambio climático que amenaza a nuestro planeta ha sido la de promover las energías renovables. Esto ha impulsado un bucle virtuoso de retroalimentación que ha reducido su coste, haciéndolas incluso más competitivas frente a los combustibles fósiles. Según BNP Paribas AM, si quieren cumplir el objetivo del Acuerdo de París de reducir el calentamiento global hasta los 1,5ºC, los actores políticos deben hacer todo lo que esté en su mano para acelerar este bucle y complementarlo con otras medidas, lo que puede chocar con los intereses de los inversores.
Para llegar a ese límite, hace falta un cambio urgente del sistema que permita alcanzar los recortes de emisiones en 2030, pero, para los inversores, el riesgo climático tiene que ver con las tasas marginales de cambio. “Independientemente de si la transformación del sistema se produce a tiempo, los cambios marginales en el mercado de la energía global podrían poner en riesgo grandes franjas del valor de la renta variable”, afirma Mark Lewis, responsable de investigación sobre el cambio climático de la gestora.
En el informe “Creative Disruption”, Lewis destaca que esto se debe a que las valoraciones de la renta variable dependen de qué tipo de fuentes de energía dominan el crecimiento de la demanda. En un mercado maduro, con nuevos operadores renovables de rápido crecimiento y bajo coste, el mercado bursátil incluirá en el precio la caída de los combustibles fósiles antes de que su cuota del mercado caiga realmente.
Un buen ejemplo es la transición de Alemania hacia un futuro de carbono cero y sus planes por eliminar gradualmente la generación de electricidad a través del carbón. El cambio marginal en la composición de su mercado explica por qué las utilities E.ON y RWE han perdido el 80% de su capitalización desde 2008. El país estaba fallando en su objetivo de reducir las emisiones de gases invernadero debido a su dependencia del carbón, que en 2017 suponía el 40% de la generación de electricidad y el 25% de esas emisiones.
En junio de 2018, el Gobierno estableció la Comisión del Carbón con el fin de reducir esa dependencia un 25% para 2022 y acabar completamente con ella en 2038. La industria del petróleo y el gas suele argumentar que, sin embargo, los hidrocarburos seguirán teniendo la mayor parte del balance energético mundial durante décadas y, por ende, afrontarán pocos riesgos de activos bloqueados.
Esta visión la comparte la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que en un informe de 2018 señala que la producción de combustibles fósiles aumentará en términos absolutos hasta 2040. La demanda caerá durante las próximas dos décadas, pero seguirá suponiendo el 60% de la oferta mundial energética.
“Sin embargo, incluso si el sistema energético global no se transforma tan rápido como establece el escenario de desarrollo sostenible articulado en París, el sector del petróleo y gas no se saldrá con la suya”, asegura Lewis. El precio de las acciones se basa en los cash flows descontados esperados y, para las empresas energéticas, estos dependen de las expectativas de precios y volúmenes del mercado. Por ello, los inversores no deberían fijarse en cuánto va a contribuir este sector a la generación energética en 2040, sino en cuándo llegará al máximo su demanda.
De vuelta en Alemania, hasta 2008, los mayores generadores de energía del mercado (E.ON y RWE) contaban con una mezcla diversificada de centrales convencionales, pero no invertían en renovables. Entre 2002 y 2008, el mercado energético alemán creció apenas un 10%. Cuando la demanda de energía alcanzó su máximo en 2008, las renovables suponían apenas el 16% de ella.
“Pese a los 15 años de crecimiento espectacular de las renovables, la generación convencional –nuclear y combustibles fósiles- seguía suponiendo el 60% del mercado en 2018. Por eso el Gobierno alemán debe acelerar la eliminación del carbón”, advierte Lewis.
La caída del valor de las acciones de RWE y E.ON se debe a que el mercado comenzó a incluir en los precios el final de la generación energética convencional en Alemania tan pronto como alcanzó su máximo hace una década, cuando suponía más del 80% del mercado.
Aunque los combustibles fósiles significaron el 85% de la demanda del sistema en 2017 y los renovables solo el 4%, estas supusieron el 30% del crecimiento energético. “Tan pronto como las renovables supongan el 100% del crecimiento, la demanda de combustibles fósiles habrá alcanzado su máximo”, apunta Lewis.
La historia de Alemania demuestra lo que podría pasarle a los inversores en sectores cada vez más expuestos a este cambio disruptivo, como el de la automoción.