BMO Global Asset Management (BMO GAM) cumple 20 años de activismo accionarial. Según su último informe sobre su actividad en este ámbito, la gestora ha fomentado más de 3.763 cambios positivos y ha colaborado activamente con 5.588 empresas en estas últimas dos décadas.
BMO GAM explica que, con el tiempo, se ha ido centrando cada vez más en que sus acciones de activismo tengan un impacto social y medioambiental cuantificable y, actualmente, tres cuartas partes (72%) de estas acciones están vinculadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. El 28% restante se centra en el gobierno corporativo, que BMO GAM considera un elemento esencial para una economía más sostenible.
De su labor durante estos últimos años, la gestora destaca algunos aspectos. Por ejemplo haber colaborado activamente con empresas de todo el mundo, en concreto con compañías de 87 países, así como su enfoque de “activismo corporativo integral”, y la integración de los factores ESG en su estrategia: el 47% del activismo de BMO GAM se produce a nivel del consejo o del equipo directivo
“Los tres sectores con los que más nos hemos implicado son la banca, el de gas y petróleo, y el comercio minorista, donde llevamos a cabo 2691, 2067 y 1313 acciones de activismo accionarial, respectivamente. Las tres empresas con las que más nos hemos implicado son BP, HSBC Holdings y Tesco, con 191, 184 y 177 acciones de activismo accionarial registradas, respectivamente”, señalan desde la gestora.
Por temática ESG, el gobierno corporativo, el cambio climático y la gestión medioambiental han dominado el activismo accionarial de BMO GAM en los últimos 20 años. Más de la mitad (54%) de los hitos alcanzados corresponden a temas de gobierno corporativo, una quinta parte (18%) están relacionados con el cambio climático y una décima parte (10%), con la gestión medioambiental. “Nuestro activismo accionarial también abarcó otras cuestiones como la conducta empresarial, las normas laborales, los derechos humanos y la salud pública, en línea con el cumplimiento de los ODS”, apuntan.
Por su parte, Alice Evans, directora y co-responsable del equipo de inversión responsable en BMO Global Asset Management, destaca que “el sector financiero es cada vez más consciente de que, aunque obviamente nuestro objetivo es obtener rentabilidades financieras, también debemos analizar el impacto que tienen nuestras acciones, o nuestra inacción, en las necesidades del mundo. El activismo accionarial es un poderoso instrumento para garantizar que se satisfacen estas necesidades mundiales. Los importantes avances registrados en los últimos 20 años, tanto en lo que se refiere al planteamiento del activismo accionarial por parte del sector como al interés de los propietarios de activos en las estrategias de inversión basadas en el activismo accionarial, resultan alentadores”.
En opinión de Evans, la crisis financiera mundial supuso un punto de inflexión para mejorar las prácticas de activismo, ya que los inversores se cuestionaron por qué no hicieron más para impugnar las débiles estructuras de gobierno corporativo y la excesiva toma de riesgos. “Esta situación animó a los inversores a revisar su definición de administración responsable y a adoptar una postura más firme en sus interacciones con las empresas. Actualmente, observamos que la pandemia del COVID-19 está teniendo un efecto similar, ya que las empresas, los inversores y los gobiernos se están planteando cómo reconstruir la economía desde una perspectiva responsable. El activismo accionarial será crucial para lograr una recuperación sostenible tras la pandemia y, por lo tanto, esperamos que las empresas se sometan a un mayor escrutinio en lo referente a sus compromisos ESG”, añade.
El activismo accionarial alcanza su madurez
BMO GAM identifica tres fases en la progresión de las prácticas de activismo accionarial, un periodo durante el que ha liderado las prácticas de inversión responsable tras lanzar, en 1984, el primer fondo con criterios sociales y medioambientales de Europa.
La primera etapa iría de 1980 a 2000, y lo considera los “inicios”. En aquel momento, la participación y el activismo se restringían al ámbito de los inversores con propósitos concretos o religiosos. Una segunda que iría de 2000 a 2010. La gestora considera que durante estos 10 años hubo una adopción generalizada del activismo accionarial. Como hito de esta etapa, destaca el lanzamiento de los Principios para la Inversión Responsable.
Por último, señala una etapa que va desde 2010 a 2020. En ella, defiende que el activismo accionarial alcanza la madurez, impulsado por las pruebas, cada vez más numerosas, del vínculo entre los factores ESG y la rentabilidad financiera y por el deseo de abordar los desafíos mundiales en materia de sostenibilidad.
De cara a los próximo 20 años, BMO GAM anticipa un importante cambio de perspectiva que tendrá que ver con dejar de considerar la administración responsable (stewardship) como la relación entre inversores y empresas individuales para adoptar una visión más holística de las responsabilidades en el desarrollo del mercado y de la economía en su conjunto.
En este sentido, explica que, de media, cada año, el 20% de sus actividades de activismo accionarial se canalizan a través de iniciativas de colaboración. La gestora cree que estas iniciativas serán cada vez más habituales y que abarcarán un conjunto más amplio de grupos de interés con el objetivo de lograr cambios significativos.
“La participación activa ha demostrado ser una herramienta financiera legítima y valiosa. En BMO, el activismo accionarial representa una vía fundamental para alcanzar resultados mejores y lograr un impacto positivo en el medioambiente y la sociedad. En la próxima década, esperamos poner el énfasis en los resultados tangibles de este activismo a medida que nos acercamos al 2030, fecha límite para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, afirma Kristi Mitchem, consejera delegada de BMO Global Asset Management.
Según la visión de Mitchem, para abordar desafíos sistémicos como el cambio climático, será necesario que los inversores se impliquen cada vez más en las políticas públicas y que el activismo accionarial se extienda más allá de las empresas para forjar relaciones con otros grupos de interés como ONG y expertos académicos. “La colaboración entre inversores resultará decisiva para el éxito de este enfoque, tanto a la hora de reunir los recursos necesarios para llevar a cabo estos cambios como para presentar un frente común que refuerce la influencia. Mediante nuestro compromiso con la inversión responsable, intentamos aportar nuestro granito de arena para que las finanzas sean un factor de cambio positivo”, concluye.