Gestoras, servicios de asesoramiento financiero, bancas privadas y gestores de fondos son totalmente conscientes de que el presente y el futuro de la industria pasa por la inversión sostenible. Saberlo no es suficiente. El gran reto es afrontar la transformación que esto supone. Para ahondar en este camino, Analistas Financieros Internacionales (Afi), Allianz Global Investors y finReg360 han presentado la segunda edición de la guía práctica Sostenibilidad y Gestión de Activos.
En el camino que marca la guía, hay cinco aspectos básicos sobre los que invita a reflexionar: entender realmente qué es la inversión socialmente responsable y todos los conceptos que se usan; analizar la rentabilidad y el comportamiento de este tipo de inversión; conocer y comprender el impacto de la normativa; saber cuál es el posicionamiento del cliente; y, por último, cómo integrar la sostenibilidad en las organizaciones.
“La principal conclusión es que estamos ante una oportunidad de negocio, en la que existe una muy buena predisposición de los clientes. Como gestores de activos y distribuidores de fondos tenemos la obligación de ofrecer soluciones de inversión socialmente responsable y rentabilidad, cumpliendo siempre con las exigencias del regulador. Estamos convencidos de que en esta transición hacia una industria donde estos productos irán ganando cada vez más protagonismo, es fundamental el papel del asesor y una red de distribución preparada para trasladar ese mensaje”, destacó como principal conclusión Marisa Aguilar, directora general para España y Portugal de Allianz GI.
Antes de llegar a esta conclusión práctica que apunta Aguilar, es necesario rebobinar y detenerse en las claves que aporta cada uno de los capítulos de esta guía. La primera es básica: qué sabemos sobre la inversión socialmente responsable. En opinión de Carlos Magán, socio de Afi, el camino hacia la sostenibilidad es complicado porque tiene implicaciones transversales, por eso es necesario seguir educando y ampliando los conocimientos sobre qué es la ISR y el significado de otros términos que manejamos con bastante asiduidad, como inversión ESG, inversión de impacto, fondos ODS o inversión temática.
Según su experiencia, el primer paso es “ayudar a las entidades financieras que prestan servicios de inversión a conocer y entender las diversas implicaciones e impactos de la sostenibilidad tanto en el ámbito del asesoramiento como en el de la gestión de activos, para con ello poder integrar estos aspectos de forma exitosa en su modelo de negocio”.
En este sentido, la encuesta realizada en la guía* revela que, a pesar de que solo un 50% de los encuestados está familiarizado con las inversiones sostenibles, casi el 90% (un 88,6%) afirma que desearía invertir en productos con criterios sostenibles. Además, los resultados de la encuesta señalan que, según los clientes, la gama de productos sostenibles que ofrecen las entidades no es suficiente y solo un 16% de los encuestados declara que su entidad les ha ofrecido en alguna ocasión productos sostenibles.
Magán y Aguilar destacan que estamos en un punto de inflexión para la adopción generalizada de los criterios ESG a la hora de invertir. “Por ello creemos que es clave la necesidad de reforzar la formación y comunicación en materia de sostenibilidad, ya que nos encontramos ante un área que está en pleno desarrollo, donde el grado de heterogeneidad en la nomenclatura utilizada es aún elevado, y la comprensión de las estrategias aplicadas resulta en ocasiones compleja. El papel de la formación en el asesoramiento financiero es fundamental, desde el punto de vista del asesor, pero también del inversor, quien debe ser capaz de identificar sus objetivos de inversión y su posicionamiento en materia de sostenibilidad”, defienden ambos.
El inversor
Ahora bien, si algo sigue siendo realmente importante para el inversor es la rentabilidad. Según explica Magán, la guía ha recogido cuánto de rentables son estas inversiones, confirmando la teoría de que la inversión sostenible no es menos rentable. “Hablamos de cómo las inversiones sostenibles han demostrado su poder cuando hay un shock de mercado, y la guía recoge cómo ha sido esa evolución en los últimos años. El ejemplo más próximo es el COVID-19, donde la caída generalizada del mercado ha sido del 30%. Al comparar los índices con sus homólogos ESG, en todos los casos, vemos que aquellos con consideraciones ESG han caído menos. Hemos verificado que, desde finales de marzo hasta finales de octubre, en momentos de recuperación, todos esos índices con sesgo ESG lo hacen mejor que su índice de referencia. Las inversiones sostenibles son más resilientes”, argumenta Magán.
La estrecha relación entre la ESG y las rentabilidades significa, según reconocen desde Allianz GI, Afi y finReg360, un excelente punto de partida para que el inversor se convierta en el gran catalizador del desarrollo de la ISR. Según la encuesta de la guía, casi el 90% de los inversores demandan criterios sostenibles en sus inversiones. Del 88,6% de los inversores que quieren productos sostenibles, el 73,3% lo haría siempre y cuando esto no suponga una merma en la rentabilidad. Hay un 15,2% que está dispuesto a incorporar criterios sostenibles “en cualquier caso”, sin tener en cuenta ningún tipo de consideración o prevención adicional. Y solo un 11,4% rechaza incorporar criterios sostenibles en la gestión de sus carteras. Además, el 63,4% de los encuestados considera que es bastante probable que a partir de ahora solicite a su entidad productos de inversión sostenible.
La principal motivación que esgrime la mitad de los interesados en la inversión sostenible es la de generar un impacto positivo en la sostenibilidad del modelo económico y social. El segundo motivo es el invertir en empresas que se preocupan por la sostenibilidad, “puesto que tendrán un mejor comportamiento en el futuro”. En el lado contrario, solo un 11,4% de los inversores encuestados responde que no desearían incluir criterios de sostenibilidad y lo justifican principalmente por una falta de conocimiento hacia esta tipología de inversiones. Además, el conocimiento sobre la existencia de productos de inversión que siguen criterios sostenibles es significativamente mayor entre los hombres (un 50,6%) que entre las mujeres (un 37,6%). Esta diferencia puede reflejar la persistencia hoy en día de la histórica mayor involucración de los hombres en la gestión de las finanzas familiares.
Por último, por comunidades autónomas, Canarias, Baleares y la Comunidad Valenciana son las comunidades en las que el grado de conocimiento es mayor. Mientras que Extremadura, Cantabria y Galicia son las que presentan más desconocimiento de los productos de inversión sostenibles. La Rioja, Castilla-La Mancha y Navarra son las comunidades en las que los clientes muestran una mayor disposición a preguntar por estrategias sostenibles (con más del 70% de los consultados en cada caso).
El mazo de la regulación
Con esta buena sintonía con el inversor, Allianz, Afi y finReg360 apuntan que la otra gran piedra angular en el desarrollo de la ISR es la regulación. Una “telaraña” que, según Aguilar, “hace efectivo el compromiso político” y asienta el marco en el que moverse. Para Úrsula García, socia de finReg360, este impulso regulatorio tiene sentido porque la sostenibilidad ha pasado de tener un papel tangencial a formar parte del núcleo de decisión que guía las actuaciones públicas y privadas, afectando al conjunto de la sociedad y agentes económicos.
“Esto se produce con mayor incidencia en el sector financiero, donde nunca habíamos presenciado una tendencia con un desarrollo tan veloz y un calado tan estructural como es la integración de los criterios sostenibles en los procesos de inversión. Con la entrada en vigor del Reglamento de Divulgación y la modificación de la Directiva de MiFID II e IDD, las entidades deberán integrar los criterios de sostenibilidad en su proceso de toma de decisiones de inversión y preguntar sobre las preferencias de los clientes en materia de sostenibilidad”, afirma.
La regulación es amplia, pero la guía recoge las principales iniciativas legislativas del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la UE. En concreto, aborda: el Reglamento de Divulgación de Información; la propuesta de modificación del Reglamento Delegado MiFID II/ IDD; la propuesta de modificación de UCITS y AIFMD; el Proyecto de Ley de Implicación a Largo Plaza de los Accionistas; el Reglamento de Taxonomía; la modificación del Reglamento de Índices de Referencia; y la normativa sobre las ecoetiquetas y el Green Bond Standard.
Sobre esta larga lista, Ana Martínez-Pina, vicepresidenta de la CNMV y presidenta del Comité de Coordinación de Sostenibilidad (CNS) de ESMA, explica que, desde el Acuerdo de París, las instituciones no han dejado de trabajar en la creación de un marco estable y claro para el desarrollo de la ISR. “Vemos que en Europa se está produciendo una transición de la aprobación de la regulación hacia la implementación de esa normativa, y hacia la supervisión. Además, Europa está poniendo en foco, ahora mismo, en la formación para el sector público, privado y el inversor, también como un aspecto determinante a la hora de entender y aplicar la normativa”, afirma.
El papel del asesor y las organizaciones
Según los promotores de esta guía, nada de esto tendría sentido sin el papel que desarrollan los asesores y el proceso de transformación que están llevando a cabo las gestoras y entidades del sector. Pero el camino de ambos players aún es largo. Por ejemplo, según la encuesta, casi nueve de cada diez asesores aseguran que incorporan la inversión sostenible en sus conversaciones con clientes, algo que choca con la afirmación del 85,6% de los inversores consultados, según los cuales su asesor nunca ha tenido esa charla con ellos. Seis de cada diez inversores declaran que a partir de ahora preguntarán por productos de inversión sostenible.
De la encuesta también cabe destacar que dar a los clientes información sobre inversión sostenible y hablar con ellos sobre este tema eleva su apetito por este tipo de productos. Sin embargo, casi nueve de cada diez asesores aseguran que incorporan la inversión sostenible en sus conversaciones con clientes, hecho que choca con la afirmación del 85,6% de los inversores consultados, según los cuales su asesor nunca ha tenido esa charla con ellos. Según valoran, “la evidente falta de conexión entre los asesores y los clientes puede estar haciendo que las entidades dejen escapar no solo una buena oportunidad de negocio, sino también la ocasión de alinearse con los intereses y motivaciones de los clientes”.
Desde el punto de vista de los asesores, casi siete de cada diez están satisfechos con la gama de productos sostenibles de su entidad, mientras que el 30% restante considera que esta debería ampliarse. Es decir, también se debe valorar en qué punto está la oferta de fondos sostenibles. Según indica Martínez-Pina, el número de fondos y SICAV ESG ha crecido desde 2017, así como el patrimonio gestionado, pero aún su porcentaje no presenta más del 3% del mercado español. “Esperamos que el crecimiento, tanto en productos como en patrimonio, continúe. De hecho, la crisis del COVID-19 ha impulsado algunos activos sostenibles, como la emisión de bonos verdes y sociales”, añade Martínez-Pina.
Mejorar esa oferta, según la experiencia de Aguilar, pasa por realizar una transformación real hacia la sostenibilidad en las organizaciones. “Tenemos que abordarlo desde un enfoque transversal. Durante mucho tiempo la industria ha sido bastante autodidacta, ahora tenemos una regulación que marca el camino. Tenemos que aterrizar esta oportunidad a través de una oferta de valor concreta y, para ello, tenemos que rehacer toda nuestra cadena de valor, desde el cliente hasta la construcción de fondos, pasando por la formación de nuestro equipo”, concluye.
*La guía incluye un estudio que recoge los resultados de una encuesta realizada a más de 2.000 inversores y a 200 asesores financieros y gestores bancarios de toda España, donde se revela la elevada sensibilidad de los clientes hacia las inversiones sostenibles.