Aberdeen Standard Investments lleva invirtiendo en renta variable china desde 1992. Ha sido un viaje marcado por la cautela en el que ha tenido que superar dudas significativas, luchando contra las interferencias gubernamentales, la falta de experiencia de los emprendedores chinos, una estructura de fondos legalmente ambigua y un gobierno corporativo insuficiente. Pese a ello, ha encontrado, y sigue encontrando, buenas empresas en las que invertir, según apunta la gestora en la primera parte de su análisis sobre este mercado.
El punto de partida
Durante casi dos décadas, ASI prefirió invertir en empresas basadas en Hong Kong, la mayoría privadas, en las que los equipos de gestión estaban sujetos a una estricta supervisión regulatoria y con altos estándares de gobernanza. Progresivamente, esto significó empezar a incluir también a aquellos negocios que se beneficiaban directa o indirectamente de la prosperidad y el fuerte crecimiento económico de China. “Este enfoque nos otorgó comodidad como inversores y acceso a un fuerte potencial de crecimiento”, revela.
Propiedad estatal
Apoyándose en una investigación rigurosa, reuniones frecuentes y el compromiso con los equipos de gestión, ASI ganó confianza para invertir en empresas con sede local que cotizaban en Hong Kong y que son conocidas como acciones H y ‘red chips’. En un principio, se inclinaron por firmas bien gestionadas de propiedad estatal expuestas a las tendencias de crecimiento secular, que consideraron menos susceptibles a las interferencias y políticas del Gobierno.
Los requisitos de cotización de Hong Kong aseguraron sus estándares de divulgación de informes, en línea con las normas internacionales. La gestora apunta que, por intuición, en ocasiones los inversores prefieren evitar empresas de propiedad estatal (SOEs, por sus siglás en inglés) basándose en que las privadas tienen una capacidad de ejecución y una rentabilidad superiores. “Pero, en la práctica, algunas SOEs cuentan con sólidos equipos de gestión y operan en industrias de alto crecimiento, donde disfrutan de ‘fosos protectores’ frente a la competencia”.
En el sector de la propiedad de China, por ejemplo, hay variedad de SOEs y empresas privadas. ASI invirtió en un promotor estatal que se centra, sobre todo, en ciudades de primera y segunda línea. Se trata de uno de los primeros promotores chinos en diversificar en centros comerciales, donde los pagos inmobiliarios ofrecen flujos de ingresos estables y constantes. Como SOE, disfruta de algunos de los costes por intereses más bajos del sector, lo que le ayuda a mantener un balance contable muy sano.
De esta forma, “está mejor posicionada para superar una crisis o consolidarse de forma oportunista”, asegura la gestora. “Por el contrario, nos hemos mantenido alejados de promotores privados con un excesivo endeudamiento, balances contables débiles e inversiones extensivas en activos no estratégicos”.
Integridad estructural
A lo largo de la última década, ha habido un crecimiento explosivo del sector de internet chino en segmentos como el juego y el comercio electrónico, lo que generó nuevas oportunidades prometedoras para invertir en activos de crecimiento que cotizan en Hong Kong y Estados Unidos. Pero, según ASI, esta situación vino con un inconveniente: “la propiedad extranjera directa está restringida por ley porque China trata a la tecnología de internet como un sector sensible”.
Como resultado, muchas de estas empresas se estructuraron como Entidades de Interés Variable (VIEs), que consiste en alcanzar un acuerdo contractual con la entidad local de la empresa designada para eludir la normativa local sobre propiedad extranjera. “Lo vimos como una estructura legal arriesgada desde el punto de vista de los accionistas. Las licencias y, en algunos casos, los activos operativos los posee una VIE en lugar de la entidad cotizada. También ofrecen derechos de votación ponderada, y no estamos a favor de ellos”.
Después de realizar una gran cantidad de análisis sobre esta estructura a lo largo de muchos años, ASI concluyó que era improbable que el Gobierno declarase las VIEs ilegales o impusiera cambios disruptivos que fuesen percibidos negativamente por los inversores globales. Ya entonces, las VIEs se habían convertido en una parte integral del mercado bursátil local y la actividad económica.
“Es más, descubrimos que no todas las VIEs son iguales. Algunas son más amables con los accionistas minoritarios y, al mismo tiempo, estar relativamente cómodo con una estructura VIE no equivale a estar cómodo con todas”, apunta ASI. Aun así, teniendo en cuenta la estructura de propiedad, el país en el que cotizaban, el sistema de voto y las personas a cargo, se vio “capaz” de discernir la calidad entre todas ellas.
En 2017, ASI invirtió en una empresa china de tecnología de internet, que, mientras operaba como una VIE, contaba con una estructura de “una acción, un voto”. Con el tiempo, empezó a sentirse más “cómoda” con su equipo de gestión y, además, cotizaba en Hong Kong, que históricamente ha dado fuertes garantías regulatorias para los accionistas minoritarios. “Al final, nos sentimos lo suficientemente confiados para invertir. Por supuesto, seguimos monitorizando el entorno regulatorio de cerca, pero nuestra familiarización con la estructura VIE es un ejemplo notable de la necesidad de adaptarse en este mercado”, sentencia.
En la segunda parte de su análisis de este mercado, ASI explorará la evolución de su inversión en acciones A de China, desde sus primeros pasos hasta donde se encuentra hoy en día, en combinación con el aumento de la accesibilidad del mercado y las mejoras en gobernanza corporativa.