El dinero en efectivo se ha visto afectado por la pandemia como medio de pago minorista, situándose, en España, su preferencia de uso en un segundo lugar, tras la tarjeta de débito. El 36% de los ciudadanos manifiesta que el efectivo es su medio de pago más habitual. Esta caída, sostenida desde 2014, pero que la pandemia ha acelerado, ha reavivado el debate del euro digital.
De hecho, el pasado 14 de julio el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) decidió iniciar la fase de investigación del proyecto de un euro digital. Un paso que no implica necesariamente su emisión, sino el inicio de los preparativos para su posible emisión. Debido a la polémica que generan las criptomonedas, muchos se preguntan si un euro digital no sería un criptoactivo. Sin embargo, los criptoactivos no son dinero de banco central. Se diferencian de este en que sus precios son volátiles porque no tienen valor intrínseco ni están respaldados por ninguna institución fiable. Los ciudadanos podrían confiar en un euro digital tanto como en el efectivo, ya que ambos cuentan con el respaldo de un banco central, explican desde el organismo.
“Han transcurrido nueve meses desde que publicamos nuestro informe sobre un euro digital. En este período, hemos realizado nuevos análisis, hemos recabado información de los ciudadanos y los profesionales, y hemos realizado algunas pruebas, con resultados prometedores. Todo ello ha hecho que nos decidamos a acelerar el proceso y a iniciar el proyecto de un euro digital”, ha declarado la presidenta del BCE, Christine Lagarde. “Nuestro trabajo trata de garantizar que, en la era digital, los ciudadanos y las empresas sigan teniendo acceso a la forma de dinero más segura, el dinero de banco central”.
Según la última encuesta realizada por el Banco de España, en 2020, el 35,9% de los ciudadanos manifestaron utilizar el efectivo como el medio de pago más habitual, algo más en los municipios de menos de 100.000 habitantes (un 37,5%). El 54,1% se decanta por la tarjeta de débito como su medio de pago preferido. Este descenso en la preferencia por el efectivo es sostenido desde el año 2014. Entonces, casi un 80% de los encuestados lo elegía como su primera opción. No obstante, aún se mantiene como el medio más usado en las franjas de población de menor y de mayor edad.
Además, hasta el 40% de las personas entrevistadas prevén utilizar o aumentar el uso de medios de pago ligados a las nuevas tecnologías, frente a un 24% que declaraba esta intención en 2019.
El hábito del pago con efectivo ha caído especialmente desde el período de confinamiento, en gran parte por el estímulo a favor de otros medios de pago ejercido por casi la mitad de los comercios, así como por las medidas higiénicas derivadas de la alerta sanitaria, como lo manifiesta el 61,2% de la población. Un 2,5% de la población declaró que habían dejado de usar el efectivo por motivos de higiene a causa de la pandemia. De manera muy significativa un 69,1% de los ciudadanos y un 61,3% de los establecimientos que han modificado sus hábitos, apuntan a que los mantendrán en el futuro próximo.
El euro digital: un complemento, no un sustituto del dinero físico
La fase de investigación tendrá una duración de 24 meses y su objetivo será abordar aspectos clave relativos al diseño y la distribución. Un euro digital debe ser capaz de atender las necesidades de los europeos, contribuyendo al mismo tiempo a impedir actividades ilícitas y evitar cualquier impacto no deseado en la estabilidad financiera y la política monetaria. En todo caso, un euro digital sería un complemento del efectivo, no su sustituto.
En esta fase se examinarán las necesidades de usuario que un euro digital debería atender de forma prioritaria para cumplir sus objetivos: una forma de dinero de banco central digital sin riesgo, accesible y eficiente.
La fase de investigación se beneficiará del trabajo experimental desarrollado por el BCE y los bancos centrales nacionales de la zona del euro en los últimos nueve meses, en el que han participado expertos del mundo académico y del sector privado. Se han realizado pruebas en los cuatro ámbitos siguientes: el registro del euro digital; la privacidad y la prevención del blanqueo de capitales; los límites a la circulación de un euro digital; el acceso de los usuarios finales cuando no estén conectados a internet, y el fomento de la inclusión con dispositivos adecuados. No se identificó ningún obstáculo técnico importante en relación con las opciones de diseño analizadas.
Tanto el servicio de liquidación de pagos inmediatos de TARGET (TIPS, por sus siglas en inglés) que ofrece el Eurosistema, como otras alternativas, como la tecnología blockchain, fueron capaces de procesar más de 40.000 transacciones por segundo. Las pruebas también sugirieron que es posible diseñar arquitecturas que combinen elementos centralizados y descentralizados.
Según estas pruebas, una infraestructura central de euro digital sería respetuosa con el medio ambiente: en las arquitecturas que se han probado, la electricidad consumida para efectuar decenas de miles de transacciones por segundo es insignificante en comparación con el consumo energético de criptoactivos como el bitcoin.