Una de las primeras cosas de las que uno se da cuenta cuando empieza a observar la infraestructura como clase de activo es que la definición de «infraestructura» varía con la persona. Por eso a Nick Langley le gusta empezar aclarando que el punto de partida de RARE Infrastructure, firma en la que es co CEO y co CIO (y firma que es filial de Legg Mason), es el de buscar activos que proporcionen un servicio esencial para una economía y que tengan tal grado de certidumbre en el precio que sepan que el proveedor recibirá el pago por la prestación de su servicio.
El universo de las infraestructuras –cuando se habla de inversiones en infraestructuras cotizadas- se puede dividir, grosso modo, en cuatro tipos de activos: comunitarios y sociales, regulados, de pago por parte del usuario, y activos competitivos. Es importante hacer esta diferenciación porque los perfiles de riesgo y los retornos de cada grupo serán muy diferentes, explica, pues tanto los activos como las inversiones son diferentes.
El primer grupo, bienes comunitarios y sociales, reúne aquellos activos que la gente mencionaría si se le preguntara por infraestructuras, como escuelas, hospitales o cárceles. Son activos que tradicionalmente se financian con participación del sector público y que tienen un impacto positivo de gran visibilidad en la comunidad, aunque para los inversores puedan ofrecer rendimientos bajos con un potencial de crecimiento limitado.
El segundo grupo es el de los activos regulados, que son aquellos que operan en entornos regulados. Es decir, tanto su operación como, por tanto, su retorno se ven afectados por el regulador de esa industria. Claros ejemplos serían las empresas de energía que gestionan redes de suministro de gas o electricidad, o los servicios de agua. Estas empresas están reguladas ya que normalmente operan en mercados con tendencia natural al monopolio. Por ejemplo, el Reino Unido sólo tiene una red de transmisión eléctrica, igual que la mayoría de países, que es administrada y operada por National Grid.
En el tercer grupo se encuentran los activos que paga el usuario, que son activos relacionados con el transporte de personas o de mercancías en un mercado concreto. Por ejemplo, las empresas que operan redes de carreteras o ferrocarriles, aeropuertos y puertos. Estas empresas no están reguladas pero, sin embargo, a menudo operan con contratos basados en concesiones, que suelen ser para un determinado tiempo. Estos activos están más expuestos al crecimiento que los activos regulados, ya que sus ingresos dependen –en general- del crecimiento económico o de la población.
El último grupo se compone de aquellos que operan en mercados competitivos, que están expuestos a presión en los precios y carecen de la seguridad que otorgan la regulación o las concesiones. Podrían servir de ejemplo las empresas de generación de energía y las minoristas que, en lugar de gestionar redes energéticas, crean energía y se la venden al usuario final. Este grupo está sujeto al riesgo asociado a la oferta y demanda, y potencialmente al riesgo de precio de las commodities.
«Centramos nuestra inversión en activos regulados y aquellos que paga el usuario pues u operan dentro de un marco regulatorio definido o cuentan con contratos a largo plazo que fundamentan sus perfiles de retornos. Los flujos de caja de estas empresas suelen adentrarse décadas en el futuro (es decir, son de larga duración) y los marcos en los que operan dan pie a que con la experiencia adecuada sea posible estimar estos flujos, y por tanto el valor intrínseco de la empresa con cierta precisión. Esto significa que los principales tipos de activos en los que invertimos son gas, agua y compañías eléctricas en el área de activos regulados, y autopistas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos en de activos de pago por parte del usuario», explica el gestor.
¿Por qué son interesantes las inversiones en infraestructura?
En su opinión, la infraestructura tiene una serie de características, a menudo atractivas para los inversores, como su sólido y estable perfil de riesgo/retorno, protección frente a la inflación, ingresos, baja correlación con activos tradicionales y cualidades defensivas –generalmente- con menores caídas en mercados a la baja. «Puesto que las empresas de infraestructuras suelen prestar servicios esenciales (a menudo durante un largo período de tiempo), están respaldadas por activos físicos, y tienen un grado de certidumbre en los precios, vemos sus perfiles de riesgo/retorno estables en el tiempo. Si bien es cierto que cualquier retorno implicará un cierto grado de riesgo, la naturaleza de esta clase de activo permite a los inversores cualificados obtener un retorno que compensa de sobra el riesgo asumido. Además, puesto que la infraestructura subyacente suele tener un cierto grado de vinculación a la inflación anual reflejada en los marcos regulatorios o contratos a largo plazo, proporciona una buena protección contra la inflación. Aproximadamente el 70% de los flujos de caja de las empresas en las que hemos invertido a través de nuestra estrategia value están directa o indirectamente vinculados a la inflación».
Por otro lado, añade que las infraestructuras suelen proporcionar unos ingresos atractivos en el tiempo, teniendo en cuenta los recurrentes y crecientes dividendos que suelen pagar muchas de las empresas.
Además, dice que es una buena opción para diversificar dada su baja correlación con acciones o bonos. «La razón es que la rentabilidad subyacente de las empresas de infraestructura está fuertemente sujeta a los marcos regulatorios o contractuales, en lugar de estarlo a los elementos que mueven la rentabilidad de acciones y bonos. Es más, con frecuencia esta ventaja aumenta en momentos “market stress”, lo que significa que la infraestructura puede proporcionar protección a través de esa diversificación exactamente cuando más se necesita».
El experto explica que el tipo de empresa de infraestructura cotizada en la que invierte ofrece una atractiva rentabilidad (por lo general en la parte alta del dígito único) con relativamente poco riesgo. «También observamos buen comportamiento de estas en las subidas y bajadas de mercado, participando en los retornos de los mercados al alza, pero proporcionando protección en las caídas, gracias al carácter defensivo de los activos regulados». Con todo, el rendimiento de los activos en los que invierte varía: «Mientras en los activos de pago por parte de los usuarios vemos, típicamente, un rendimiento menor; en los activos regulados observamos dividendos significativos y crecientes en el tiempo, con cifras alrededor del 5%-10%. Combinando estos dos tipos de activo, esperaríamos ver un rendimiento de entre un 3,5% y un 5,5% en una cartera con una ponderación 50-50 entre activos de pago por parte del usuario y activos regulados».