Si primero fue la escritura, más tarde la imprenta y hace no tanto la máquina de vapor, la tecnología es a día de hoy el factor que va a cambiar por completo el mundo laboral. La implementación de la inteligencia artificial en los procesos de producción cada vez es más profunda y tendrá un gran impacto en el mercado de trabajo. Esa sociedad futurística en la cual un robot despacha en una tienda o nos atiende telefónicamente tiene cada vez más de ciencia y menos de ficción.
Los robots y las máquinas más complejos, más rápidos y aprenden nuevos procesos. Por ejemplo, hoy en día ya existen asistentes digitales que son capaces de planear viajes, organizar horarios y dar respuesta a muchas de las preguntas de una manera mucho más rápida y barata de lo que lo haría un asistente personal. Los coches con inteligencia artificial también están desbancando a los mensajeros o taxistas, ya que existen vehículos que pueden transportar a personas sin la necesidad de un conductor.
Estos avances son increíbles, pero también producen mucho vértigo y nos hacen preguntarnos si los humanos estamos a punto de convertirnos en un elemento obsoleto dentro de los procesos de producción. Esa es la pregunta que Credit Suisse ha tratado de responder en su informe “AI and the future of work”.
Según los autores, el proceso puede ir por dos caminos diferentes: polarización o actualización. La polarización será ese proceso a través del cual los trabajadores con una cualificación media desaparecerán, ya que sufrirán una automatización. De esta forma, tendrán dos opciones: apuntar hacia puestos que requieran una alta cualificación o por el contrario, puestos que impliquen una baja cualificación.
El otro escenario posible es el de la actualización educativa. La tecnología se ha implementado para eliminar los procesos más simples, aquellos que atañen a empleados poco cualificados, por lo que en este escenario, el empleo de puestos altamente remunerados crecerá y la formación será clave para adaptarse.
Cambio disruptivo vs gradual
Que el cambio está por llegar es una realidad, pero hay dos teorías principales en cuanto a cómo se producirá. Algunos expertos sostienen que será disruptivo y se apuesta porque la próxima ola de automatización hará desaparecer multitud de trabajos, sobre todo aquellos relacionados con la agricultura, producción industrial, logística, transporte, secretaria y asistencia personal, ventas, limpieza o construcción.
El otro escenario que se contempla es el de un cambio mucho más gradual. Los procesos para implementar la automatización durarán bastante y se verán afectados por la adaptación del marco legal, los costes y la aceptación social, económica y política.
El cambio tecnológico no acabará con los trabajos pero desplazará a las personas
El temor a que las máquinas nos quiten nuestro trabajo ha estado presente casi desde la revolución industrial, pero lo cierto es que, según el estudio de Credit Suisse, el número de trabajadores ha seguido aumentando desde entonces. Por ejemplo, desde 1950 hasta 2015 la población activa en Suiza ha pasado de 5.500 a 7.800 millones.
La implantación de la IA en los procesos de producción conlleva un aumento de la productividad que beneficiará a tres actores: a la fuerza laboral, lo que provocará un aumento de salarios, a los dueños de negocios, que se benefician de un aumento en sus ganancias y a los consumidores que se beneficiarán de precios más bajos. Como consecuencia, estos tres grupos destinarán sus beneficios a adquirir más bienes y servicios, por lo que crearán más puestos de trabajo al aumentar la demanda.
Así, el miedo a una economía sin empleo humano parece lejano. Rafael Lalive y Daniel Oesch, profesores de economía y sociología respectivamente en la Universidad de Lausana, creen que «los dos grandes desafíos en el mercado laboral pueden ser, por un lado, la descolocación masiva y por el otro, la distribución de las ganancias de productividad. Si bien el cambio tecnológico no llevará al fin del trabajo, sin duda reposicionará a las personas de sus ocupaciones y sectores”.
El informe de Credit Suisse anticipa que muchos trabajos pronto van a quedar obsoletos, pero a su vez se crearán nuevas ocupaciones. En este contexto, la educación jugará un rol clave como una herramienta fundamental para que las personas se adapten a los cambios y consigan permanecer en el mundo laboral como un actor útil y rentable.
Aún así, esta revolución no estará exenta de conflictos y desacuerdos. Entre los más importantes, Credit Suisse señala que es posible que el apoyo popular al progreso tecnológico se debilite, sobre todo si las ganancias de la productividad resultantes continúan beneficiando a una pequeña élite, en lugar de ser ampliamente compartidas por toda la fuerza laboral.
De esta manera, el informe señala que el desafío democrático de las próximas décadas será desarrollar un nuevo marco institucional que permita a las sociedades modernas aprovechar y compartir el potencial de la revolución digital.