QImpact es una gestora española de capital riesgo que nace en 2020. Cuenta con dos fondos: el Q-Impact I, casi totalmente invertido en ocho compañías, y el Q-Impact II, con un tamaño objetivo de 120 millones de euros y que ya ha comprometido el 40%, a septiembre de 2022, de su totalidad. Pablo Valencia, CEO de QImpact, reconoce que le gustaría que los grandes inversores a los que van dirigidos estos vehículos empiecen a considerar la inversión de impacto como una clase de activos. Quieren llevar a cabo proyectos de éxito y, para ello, forman parte del accionariado y también de los consejos para contar con peso en la toma de decisiones. Las carteras de sus fondos son equilibradas, pero ahora están focalizados en problemas críticos como el paro juvenil, puesto que invierten en educación, en desarrollo rural y modernización de la agricultura.
¿Por qué hay que invertir buscando un impacto? ¿Es algo de lo que somos cada vez más conscientes?
Todo lo que hacemos tiene un impacto, positivo y también negativo. La inversión también genera un impacto. Nosotros abogamos por invertir teniendo en cuenta ese impacto. Es decir, añadir un criterio adicional a la toma de decisiones de inversión. Inicialmente, la inversión sólo se midió en términos de rentabilidad. Posteriormente, tras la crisis de 1929 se incluyó el criterio de riesgo y durante décadas se ha desarrollado toda la teoría de carteras de acuerdo con el binomio riesgo-rentabilidad. Lo que abogamos los inversores de impacto es tener ese impacto también como tercer factor en la toma de decisiones y pasar al trinomio rentabilidad- riesgo –impacto. De esta forma, pasamos a emplear un marco de decisión más amplio y más complejo, pero también con mucho más potencial para tomar mejores decisiones. Mejores en el sentido que ya no sólo miran por el interés financiero de los inversores, sino también por el de la comunidad en que se desenvuelven. Comienza a haber evidencia –la experiencia de la inversión de impacto es aún corta– de que invertir con criterios de impacto, minimiza riesgos y aumenta la rentabilidad. Las empresas que tienen en cuenta el impacto social y medioambiental en su modelo de negocio desarrollan una serie de ventajas que las hace más rentables a largo plazo y más resilientes a los cambios del mercado: fidelizan mejor a sus clientes, atraen a mejor talento, tienen menos riesgo regulatorio… Todo esto, a largo plazo, supone ventajas competitivas, y por tanto menos riesgo y mayor valor.
¿Qué porcentaje debería suponer la inversión de impacto en una cartera de inversión? En qué medida está ahora infraponderada?
De acuerdo con el último informe publicado por SpainCap, la inversión de impacto en España representa apenas el 1% de los fondos bajo gestión en capital privado (fondos ilíquidos). Este importe dista mucho del de otros países de la OCDE. El objetivo del sector es que la inversión de impacto represente entre el 10% de los fondos gestionados, y con ello alcancemos lo que Ronald Cohen denomina el “tipping point” de la inversión de impacto, cuando será difícil que los inversores obvien esta estrategia.En cualquier caso, en España el peso en las carteras de los inversores institucionales es prácticamente cero, a pesar de todo lo que invierten en publicidad y marketing sobre inversión sostenible y de impacto. Nos gustaría que estos grandes inversores empiecen a considerar la inversión de impacto como una clase de activos, invirtiendo el porcentaje que cada uno considere adecuado. Nuestro papel como gestores es ponérselo fácil y generar casos de éxito que demuestren el potencial de la inversión de impacto como inversión alternativa rentable.
¿Por qué el capital riesgo es un sector interesante para este tipo de inversión? De hecho, es más viable la inversión de impacto en capital riesgo que en otros activos como renta fija o variable. ¿Por qué?
Entendemos como inversión de impacto aquella que de forma proactiva busca generar cambios en la sociedad o el medio ambiente, además de una rentabilidad en la inversión. Este nivel de involucración es más factible en inversiones directas en empresas no cotizadas a través del capital privado, que a través de inversiones de carácter más pasivo o financiero como puede ser la inversión en empresas cotizadas. Por ello, sí, el capital privado suele ser más atractivo que la deuda o la inversión en renta variable cotizada, ya que permite una mayor capacidad de involucración en la toma de decisiones y, al invertir directamente en los modelos de negocio y en los productos o servicios de la empresa, permite generar un impacto más directo y medible. Asimismo, a diferencia de las empresas cotizadas, las empresas no cotizadas no tienen la presión de los accionistas para maximizar los beneficios a corto plazo, lo que les permite enfocarse en objetivos a largo plazo, como solucionar problemas sociales y medioambientales que habitualmente requieren un enfoque a más largo plazo.
¿Es viable influir en la postura de las compañías de este modo? ¿Puede poner algún ejemplo de cómo han influido, como inversores, en las decisiones de impacto positivo de alguna compañía en la que están invertidos?
Efectivamente. En nuestro caso, al formar parte del accionariado con un porcentaje relevante y también de los consejos de las compañías, nos aseguramos de contar con peso en la toma de decisiones e incluso también materias reservadas para asegurar que la alineación financiera se mantiene durante toda nuestra inversión con la de impacto, fomentando prácticas empresariales sostenibles, mejoras en la gobernanza corporativa y el compromiso de las empresas con problemas sociales y medioambientales.En todas nuestras inversiones, elaboramos un plan de crecimiento y un plan de impacto. De esta forma aseguramos que el crecimiento y la creación de valor vaya en la misma dirección que el impacto social o medio ambiental que buscamos con la inversión.
¿Cómo seleccionan las firmas que están dentro de sus fondos? ¿Qué proceso siguen, cómo miden que son realmente y generan realmente un impacto positivo?
Como gestores de inversión de impacto, incorporamos el impacto en la toma de decisiones de todo lo que hacemos: a la hora de originar y elegir los sectores donde originamos, a la hora de invertir y elegir las empresas en las que invertimos, a la hora de gestionar y aportar valor a las compañías. En todo ello, vamos eligiendo y midiendo las métricas de impacto que nos proponemos en cada caso y le damos la misma importancia que a las métricas financieras. Hemos desarrollado una metodología de originación muy proactiva con la que somos capaces de identificar las pymes de mayor crecimiento en España y Portugal, que operan en sectores que contribuyen a solucionar los principales problemas sociales y medioambientales. Mapeamos todos los sectores relacionados con la sostenibilidad y la inclusión social para identificar los principales problemas y las soluciones empresariales más prometedoras. A continuación, analizamos profundamente aquellos “clusters” de compañías con los niveles de ebitda que nos encajan por tamaño y que se encuentran en fases de expansión y crecimiento y nos aseguramos de que la propuesta de valor y el modelo de negocio de las compañías tiene una intencionalidad y adicionalidad clara, generando un impacto genuino y realmente alineado con el desempeño financiero. Una vez hemos invertido, ayudamos a estas compañías a escalar y expandirse internacionalmente. Tenemos un enfoque de inversión muy activo con el que ayudamos en la digitalización, profesionalización de equipos, puesta en marcha de sistemas y medición y gestión del impacto para que sea una ventaja competitiva.
Dentro de las firmas en las que invierten, ¿qué factores de la ESG o el impacto se ven más? ¿Hay sobre todo impacto medioambiental o de gobierno, por ejemplo?
En primer lugar, es necesario diferenciar entre los factores ESG y la inversión de impacto. La inversión ESG se centra principalmente en evitar riesgos integrando factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo en la toma de decisiones, mientras que la inversión de impacto va más allá y busca generar proactivamente un cambio social y/o ambiental positivo de manera intencional y medible, al mismo tiempo que genera un retorno financiero. En este sentido, las compañías en las que nosotros invertimos están muy centradas en realmente aportar valor y generar un impacto adicional. Cada una de ellas, se enfoca más en el tipo de impacto (social o medioambiental) en función del problema que quieran resolver (reducción paro juvenil, mejora condiciones de personas en riesgo de exclusión, desarrollo rural, reducción de emisiones o contaminantes…). Por supuesto, lo hacen además evitando riesgos e impactos negativos (ESG): asegurándose de que no causan un perjuicio medioambiental, implantando prácticas de buen gobierno corporativo, creando un buen ambiente de trabajo y cuidando de los empleados, etc.
En este sentido, ¿hay un nicho de producto por desarrollar en la parte social (la S) dentro de la ESG?
La inversión sostenible (ESG) se ha estado centrado históricamente más en cuestiones ambientales y de gobernanza corporativa que en la S social. No obstante, hay una creciente conciencia de que esta no es suficiente para abordar los principales desafíos sociales y ambientales a los que nos enfrentamos. La inversión de impacto social y ambiental busca invertir en empresas y proyectos que no solo cumplen con los criterios ESG, sino que también tienen un impacto social y/o ambiental positivo medible y verificable. Aunque la inversión de impacto social puede requerir un enfoque más activo y comprometido de los inversores, a menudo se considera que puede generar mejores retornos financieros y, al mismo tiempo, abordar los problemas sociales y ambientales más urgentes. En este sentido, se están desarrollando cada vez más productos financieros específicos para la inversión de impacto, como los bonos sociales y los fondos de inversión de impacto social, que buscan lograr tanto un impacto social positivo como un rendimiento financiero sólido.
Dentro de las carteras, ¿cuál es el sector en el que más estáis invirtiendo?
Buscamos carteras equilibradas. Estamos invirtiendo en problemas críticos como el paro juvenil, donde estamos invirtiendo en educación, en desarrollo rural y modernización de la agricultura. También, estamos invirtiendo en mercados desatendidos relacionados con la transición ecológica como puede ser la descarbonización de las islas o la descarbonización de grandes clientes industriales a través de la biomasa y el aprovechamiento de residuos.
¿Creéis que el actual auge de la renta fija, que está atrayendo a muchos inversores, puede frenar de algún modo el interés de los inversores por el capital riesgo o por la ESG o tendrá continuidad?
Después de casi una década, la renta fija es una clase de activo que está cobrando mucha importancia en las carteras de los clientes. Con lo cual, por supuesto que eso va a afectar a que se destinen más fondos a ello y menos a todo lo que es renta variable e inversión privada (incluyendo inversión de impacto). Sin embargo, los que creemos que están algo más a salvo dentro de toda la renta variable es todo lo que tiene que ver con la transición ecológica y la inversión de impacto, dónde la decisión de inversión depende también de una convicción o de una vocación de los inversores y por tanto no están tan afectados como otras inversiones de renta variable o inversión privada generalista.
¿Para qué tipo de inversor están dirigidos vuestros fondos?
Nuestros fondos van dirigidos principalmente a inversores profesionales a partir de personas con alto patrimonio, grandes patrimonios familiares y también inversores institucionales.
¿Sois partidarios de realizar rotaciones habituales en la cartera de los fondos?
Nuestra obsesión es aportar valor a las compañías, ayudarles a crecer, a profesionalizarse, a digitalizarse y a gestionar su impacto para crear ventajas competitivas sostenibles en el tiempo. Por tanto, nos encontramos con que el periodo de maduración de cada inversión en algunos casos requerirá más tiempo y en otras, como hemos visto en el fondo I, puede producir rotaciones mucho más rápidas en menos de dos años una vez que alcanzan tanto su periodo de maduración financiera como los objetivos de impacto que nos hemos marcado.
¿Qué diferencias existen entre las inversiones del Q-Impact II y Q-Impact I?
Nuestro segundo fondo da continuidad al primero y seguimos apostando por la educación, la inclusión social, las personas mayores, la reducción de emisiones industriales y el fomento de procesos de economía circular para reducir la contaminación. Aumentamos algo la escala de los tickets y el tamaño de las empresas en que invertimos, pero con la misma estrategia de originación, creación de valor y de alineamiento con la creación de impacto.
¿Habrá pronto un Q-impact III?
Nuestro proyecto es a largo plazo y nuestro último objetivo es ser una alternativa de inversión para todos los inversores, incluyendo los mayores inversores institucionales. Estamos viendo el potencial de generación de cambio de la inversión privada y eso es lo que tratamos de desarrollar con casos de éxito para ponérselo fácil a todos los inversores. Al final, si conseguimos una rentabilidad de mercado y un impacto significativo es difícil quedarse fuera la inversión de impacto.