Científicos de la Universidad de Stanford acaban de descubrir que Norteamérica cuenta con amplios recursos de litio, principal componente de las baterías de los dispositivos electrónicos. Actualmente, la mayoría del litio proviene de Chile y Australia.
En un estudio publicado en Nature Communications, los científicos detallan un nuevo método para localizar litio en los lagos que cubren súper volcanes, como el Crater Lake en el estado de Oregón. Este hallazgo representa un paso importante para diversificar la oferta del valioso metal, dada la importancia estratégica del litio como fuente alternativa de energía, según apunta Gail Mahood, profesora de Ciencias Geológicas en la escuela de Ciencias de la Tierra, Energía y Medio Ambiente de la Universidad de Stanford.
“Vamos a tener que conducir vehículos eléctricos para reducir nuestra huella de carbono”, explica Mahood. “Es crucial identificar las reservas de litio en Estados Unidos para que la oferta no dependa en exclusiva de un par de compañías privadas o países”.
Desde su descubrimiento, en el siglo XIX, el litio se vino utilizado en tratamientos psiquiátricos y en armas nucleares. En el siglo XXI se ha convertido en el principal componente de las baterías de ion-litio, que proporcionan energía portable para dispositivos que van desde un teléfono móvil a un coche eléctrico. Volvo, por ejemplo, acaba de anunciar su compromiso para fabricar únicamente nuevos modelos híbridos o eléctricos a partir de 2019, una señal de que la demanda de las baterías de ion-litio continuará creciendo.
Los súper volcanes pueden producir erupciones masivas con cientos o miles de kilómetros cúbicos de magma, 10.000 veces superiores a las de una erupción típica de un volcán hawaiano. También generan cantidades enormes de piedra pómez y ceniza volcánica que se dispersan en un área muy grande. Estas erupciones dejan vastos agujeros en el suelo, conocidos como calderas, en lugar de aparecer con la clásica forma cónica que suelen tener los volcanes, debido a que la parte superior del volcán se colapsa tras la erupción por la gran pérdida de magma.
La caldera suele llenarse de agua formando un lago. Pasadas decenas de miles de años, el agua de lluvia y las aguas termales filtran el litio desde los depósitos volcánicos. Este se acumula en los lagos de las calderas junto con otros sedimentos, en una arcilla que se denomina hectorita.
“Las calderas son cuencas idóneas para todo este litio”, explica Thomas Benson, autor principal del estudio y PhD por la Universidad de Staford.
Para identificar qué súper volcanes ofrecen la mejor fuente de litio, los investigadores han medido la concentración original de litio en el magma encapsulado en cristales que sobrevivieron a la erupción.
El equipo ha analizado muestras de varias zonas tectónicas: el complejo de calderas de High Rock en Nevada, Sierra la Primavera en México, Panelleria en el estrecho de Sicilia, Yellowstone en Wyoming y Hideaway Park en Colorado, comparándolas con muestras del complejo volcánico McDermitt en la frontera entre Oregon y Nevada del que ya se sabe que es rico en litio.
“Hemos descubierto que no es necesario que exista una concentración extraordinariamente alta de litio en el magma para que se formen depósitos y reservas de litio que tiene sentido económico explotar”, explica Mahood.
El equipo ha analizado trazas de otros elementos para determinar su correlación con los niveles de concentración de litio para facilitar la labor a los geólogos que vayan a identificar súper volcanes con reservas del mineral.
Por ejemplo, han determinado que, a mayor concentración de rubidio, un elemento fácil de analizar, mayor concentración de litio, mientras que, si los depósitos contienen mucho zirconio, suelen tener menos litio.
“Hemos conseguido encontrar una manera fácil de rastrear depósitos de litio en los súper volcanes a través del zirconio. Este estudio geológico ayudará a resolver un problema social real. Es muy prometedor”, concluye Benson.