Tras un año sin precedentes para los mercados, y con un entorno de tipos bajos que obliga a las instituciones a reconsiderar las fuentes de ingresos tradicionales, las asignaciones al crédito privado siguen aumentando. En opinión de William Nicoll, CIO de Activos Privados y Alternativos de M&G Investments, los inversores institucionales se sienten cada vez más cómodos con la deuda privada y los gestores de activos están mejorando en cómo ofrecer esta clase de activo.
“Cuando se crearon los primeros fondos de préstamo directo en 2009, los gestores de activos buscaban prestar a empresas que de repente se habían encontrado con que los bancos no les prestaban tras la crisis financiera mundial, y desde entonces ha evolucionado. Mientras que hace cinco años podríamos haberlo descrito como un mercado incipiente, ha aumentado significativamente desde entonces, y todavía hay mucho espacio para el crecimiento”, explica Nicoll.
Según su experiencia, con este crecimiento llegó la innovación y los gestores de activos empezaron a poder ofrecer a los inversores oportunidades a las que no habían tenido acceso antes. “Algunos ejemplos fueron la deuda inmobiliaria y las operaciones de transferencia de riesgo significativo (SRT)”, señala. Ahora, según su criterio, estamos en una segunda ola de innovación con el lanzamiento de nuevos fondos privados que plantean soluciones que además son sostenibles: “El equipo Catalyst de M&G, por ejemplo, está buscando oportunidades nuevas y diferentes que no encajarían en el cubo estándar de la renta variable, la renta fija o el sector inmobiliario. Ante la retirada de los bancos, los gestores de activos deben tener la capacidad de intervenir, así como el poder de fuego financiero para poder ofrecer nuevas ideas. En los próximos 5-10 años, la sostenibilidad seguirá siendo el centro de atención”.
Tendencias emergentes y retos a superar
Muestra de esa innovación, explica Nicoll, es la aparición de préstamos emitidos con cláusulas y rachets en los que la cantidad que paga la empresa se reduce si cumple determinados objetivos de sostenibilidad. “Esto ayuda a los gestores de activos a crear carteras que pretenden orientar e influir en los comportamientos”, señala.
En su opinión, una de las principales tendencias que están surgiendo en los mercados públicos y privados es el aumento de las soluciones de inversión sostenible y de impacto. Sin embargo, reconoce que la medición del impacto es un reto. “Suele ser más fácil medir el impacto en empresas y proyectos privados más pequeños que en grandes empresas que cotizan en bolsa. En los mercados privados, los plazos de inversión suelen ser más largos y el compromiso con las empresas suele ser muy alto. A ello contribuye la sólida relación bilateral que mantiene el gestor con las empresas o activos a los que presta”, afirma.
Aunque la medición en los mercados privados parece que puede ser algo más sencilla, sigue habiendo dificultades. En este sentido, Nicoll añade: “Los inversores y los reguladores exigen cada vez más información sobre aspectos medioambientales, sociales y de gobernanza. En los mercados públicos, la aparición de un pequeño número de proveedores de puntuaciones ESG ha contribuido a normalizar las calificaciones, pero todavía no existe un punto de referencia equivalente en la inversión en activos privados, y es necesaria una mayor normalización. Mientras tanto, los gestores de activos han ideado diferentes formas de cumplir los requisitos normativos y de determinar qué es lo bueno”.
El experto pone como ejemplo el trabajo que ha hecho M&G desarrollando un programa para calcular las emisiones de carbono indirectas de nuestros activos privados, cuando no se dispone de información pública. “Esto incluye la recopilación de datos domésticos disponibles públicamente, como los datos sobre el nivel de emisiones que suele emitir un edificio individual en una geografía determinada. Utilizamos los datos para estimar la cantidad de carbono que hay en nuestras carteras. En el caso de los activos privados, las estimaciones de los datos sobre el carbono nunca van a ser 100% exactas, pero estos datos nos dan una base para comprometernos con el emisor privado o la empresa a la que estamos prestando, con vistas a influir en las emisiones de esa empresa”, concluye Nicoll.