Se estima que entre 2016 y 2040 la inversión en infraestructuras haya alcanzado la cifra de 67 billones de dólares solo en suministro energético y eficiencia energética. Esto significa, según Javier Mallo de Vargas, director y responsable de ventas para España y Portugal de Legg Mason, la actualización de numerosas infraestructuras en los países desarrollados y la construcción de nuevas en las regiones en vías de desarrollo. En definitiva, una gran oportunidad para invertir.
“Esta es solo una referencia, pero el potencial que presentan las infraestructuras es muy considerable. Por poner otro ejemplo, se espera que el tránsito de pasajeros en aeropuertos haya aumentado un 160% desde 2014 a 2034, o que en 2030 el mundo cuente con 41 megaciudades, es decir, ciudades con más de 10 millones de habitantes”, sostiene para argumentar el potencial que tiene el ámbito de las infraestructuras.
En este sentido, defiende que invertir en este sector siempre ha sido algo “complejo” ya que tradicionalmente se ha hecho comprando instalaciones o activos reales, lo cual solo está al alcance de grandes inversores o de inversiones institucionales, además de suponer un gran coste y una inversión poco líquida a corto plazo. Desde RARE, gestora especializada en infraestructuras perteneciente a Legg Mason, Mallo propone un nuevo enfoque de inversión más accesible para los inversores retail: invertir en infraestructuras cotizadas.
“Lo que ha visto el equipo de RARE es que puede apoyarse en su experiencia de inversión en infraestructuras y focalizarse en aquellas infraestructuras cotizadas, ya que presentan una serie de ventajas: ofrecen mayor liquidez, permiten un mayor acceso a los inversores, una mayor diversificación en la cartera, tienen un menor coste y existe un mayor universo para invertir”, sostiene Mallo.
El responsable de Legg Mason para España y Portugal explica que con eso de “infraestructuras cotizadas” se refiere a invertir en empresas cotizadas que cumplen una serie de criterios que la gestora ha establecido. Principalmente, las compañías tienen que tener el core de su negocio expuesto a infraestructuras, además de ser compañías de calidad, contar con activos reales que soporten su valoración y que exista un crecimiento sostenible y sólido de sus activos subyacentes.
Para ello, la gestora ha desarrollado el RARE 2OO, que parte de un análisis de 6.000 compañías que reducen a un universo inversor de 200, en el que se concentran las empresas de infraestructuras globales más grandes, con mayor liquidez y calidad, según los criterios del equipo de RARE.
“No nos gustan los índices que actualmente hay porque te arriesgas a una concentración en subsectores, e incluyen empresas que no consideramos que son de infraestructuras y que no tienen activos subyacentes. Nosotros nos centramos en el porcentaje de exposición de esas empresas a las infraestructuras y la calidad que tienen esas empresas, en términos de liquidez, de un cash flow estable y de cumplimiento de criterios ESG”, explica Mallo. A partir de este RARE 2OO, la gestora elige entre 40 y 60 empresas que pasan a formar parte de Legg Mason RARE Infrastructure Value Fund, estrategia donde la firma materializa su visión.
Oportunidades de inversión
Para Mallo la oportunidad de inversión no solo está en cómo abordar esta clase de activos, sino también en las características de los activos. “Esta clase de activos tiene tres características clave. La primera que tienen vinculación con las megatendencias, como por ejemplo el desarrollo de las ciudades; la segunda que ofrece a los inversores liquidez diaria, y la tercera que es una forma de añadir menos volatilidad a las carteras de renta variable a largo plazo por el tipo de empresas en las que invierte, algo muy positivo teniendo en cuenta el actual entorno de mercado”, señala.
Respecto del gran potencial de inversión, Mallo apunta que uno de los principales motores será la renovación de infraestructuras en los países desarrollados y el aumento de población en las ciudades en los países en vías de desarrollo. “Habrá que construir carreteras, proporcionar electricidad, mejorar los aeropuertos… y la pregunta es: ¿quién va a pagar todo esto? Será tal la demanda de estas infraestructuras que los gobiernos acudirán al sector privado para promover licitaciones y contratos de explotación. Eso es algo que creará importantes oportunidades”, afirma. Además, puntualiza que uno de los aspectos más importantes a la hora de decidir en qué país invertir será la estabilidad del marco regulatorio. “Aunque es un riesgo, creemos que la necesidad provocará que las gobiernos sean estables en términos regulatorios”, añade.
El equipo de RARE principalmente invierte en cuatro áreas: activos relacionados con la comunidad y la sociedad (subsectores como vivienda, sanidad pública, educación, y prisiones), activos que están sometidos a algún tipo de regulación (entre ellos el sector del gas, la electricidad o el agua), activos que están sujetos a pago por parte de los usuarios (aeropuertos, autopistas de peajes, puertos o ferrocarriles) y activos competitivos (la generación eléctrica, la logística y los servicios de telecomunicaciones). De estos cuatro ámbitos, Mallo señala que los más interesantes para un contexto como el actual son los activos regulados y los activos sujetos al pago por parte del consumidor.
“Creemos que al ser activos regulados o en los que su pago está legislado el modelo de negocio cuenta con unos flujos de caja muy estables a medio y largo plazo. Creemos que con este tipo de empresas, la cartera tiene un perfil más defensivo y apropiado para el contexto de mercado actual”, concluye Mallo.