Bienvenidos a la revolución en la disrupción. Puede sonar rebuscado, pero es lo que ha ocurrido en el universo de las criptodivisas en las últimas semanas, y que ha estado protagonizado por ethereum. Básicamente, el protocolo blockchain que sustenta a la segunda criptomoneda más grande del mundo, ether, realizó el jueves de la semana pasada una actualización de software que permite reducir considerablemente la cantidad de energía necesaria para generar nuevas monedas y realizar transacciones.
“Esta actualización, denominada coloquialmente como la fusión (The Merge), implicó la transición del mecanismo de consenso de la red a la prueba de participación. Las consecuencias de este cambio ofrecen tanto oportunidades como riesgos para los inversores. Las oportunidades se presentarán en términos de un rendimiento de participación (o staking) para aquellos que realizan el staking con sus ethers. Los riesgos se verán en términos de seguridad cibernética, en caso de que haya un error crítico en el código base actualizado, y en términos de compatibilidad con las varias aplicaciones descentralizadas (dApps) que dependen de la capa base de ethereum. También existe la posibilidad de que un grupo apartado decida bifurcar la red para preservar sus flujos de ingresos por minería, lo que tiene implicaciones para los titulares actuales de ether”, explica Benjamin Dean, director de activos digitales en WisdomTree.
Para este experto, lo curioso del software de código abierto es que las comunidades activas de desarrolladores lo modifican con el tiempo. “Esto significa que el código base, en este caso ethereum, es diferente a lo que era hace unos años, y lo será dentro de unos años a partir de ahora. Para los inversores, es importante pensar en las ramificaciones de estos cambios, sea que pueden ir bien o mal, para aprovechar las oportunidades creadas por esta evolución y, al mismo tiempo, gestionar los riesgos concomitantes”, matiza Dean.
Según Kelly Chia, Equity Research Analyst Asia de Julius Baer, la gran pregunta es si bitcoin seguirá el ejemplo de etherum. “Las críticas a la transición de ethereum hacia un mecanismo de consenso proof-of-stake más eficiente energéticamente han aumentado. De hecho, la ventaja clave de utilizar hasta un 99% menos de energía en un mundo cada vez más concienciado con el medio ambiente. A pesar de su importante huella energética, es probable que Bitcoin mantenga su lugar de peso entre los activos digitales y es poco probable que transite hacia un mecanismo de consenso PoS”, apunta Chia.
Durante este proceso de actualización, aunque la reacción inicial del mercado había sido moderadamente positiva, los precios subieron hasta un 5% tras la «fusión», pero todas estas ganancias se han vuelto a ceder posteriormente. “Esto coincide con nuestras expectativas, ya que el beneficio inmediato de la «fusión» no va más allá de una reducción masiva de la intensidad energética de la red. Los beneficios más significativos para los desarrolladores de aplicaciones descentralizadas (dApps), la mayor escalabilidad y la reducción de las tarifas, sólo llegarán con la siguiente actualización el año que viene. Además, actualmente nos encontramos en un entorno de mercado dominado por factores macroeconómicos descendentes y no por factores criptoespecíficos ascendentes”, apunta Carsten Menke, Head Next Generation Research en Julius Baer.
Según Menke, a medio y largo plazo, sigue observando muchas opciones y potencial en esta clase de activos. “El cambio de Proof-of-Work no fue respaldado por toda la comunidad de ethereum, especialmente por los mineros, cuyo modelo de negocio sería destruido. Es muy probable que haya un hard fork, lo que significa que en el futuro habrá dos tipos de blockchain de Ethereum. Tendrán la misma historia pero una trayectoria futura diferente”, concluye.