Impulsada por los recientes descubrimientos en el ámbito de la biología y su convergencia con las tecnologías digitales, la ciencia de datos y de los materiales, se está produciendo una nueva revolución: la de la biotecnología. Si bien se trata de un campo eclipsado por el foco actual en lo digital, la biotecnología a progresado más que cualquier otra disciplina científica y tecnológica en las últimas dos décadas.
Sin embargo, durante los últimos cien años, América Latina y el Caribe han llegado tarde a todas las revoluciones tecnológicas. Por ejemplo, los países de la región llegaron muy tarde a la revolución digital que se inició a finales de los noventa y ahora, a diferentes velocidades, están tratando de cerrar las brechas en conectividad y habilidades, e impulsar la digitalización de la administración pública y la economía digital.
Ahora bien, Rafael Anta, especialista principal en ciencia, tecnología e innovación del Banco Interamericano de Desarrollo, plantea si estos países están preparados para esta revolución.
“Los avances en secuenciación genómica, edición genética y biología sintética abren posibilidades sin precedentes para desarrollar nuevas soluciones a desafíos en sectores esenciales para nuestro futuro: agricultura y alimentos, medicina, agua, energía y adaptación al cambio climático, entre otros”, subraya Anta en su artículo “Biotecnología: ¿llegamos a tiempo a esta revolución?”.
Si nos fijamos en los datos, secuenciar un genoma humano en 2006 costaba 100 millones de dólares, hoy, este procedimiento se puede llevar a cabo por 200 dólares. Minetras que, para la Universidad de California Davis en Estados Unidos, producir una semilla de arroz resistente a inundaciones costó 10 años y.1,000 millones de dólares, hoy, con las técnicas de edición genética de precisión como CRISPR y prime editing, se estima que los tiempos y costos asociados al desarrollo de esas semillas se podrían reducir en un 75%.
Asimismo, en el campo de la biología sintética, ya es posible “programar” bacterias para transformar biomasa en suficiente combustible para que un avión cruce el océano Atlántico (Lawrence Berkeley National Laboratory) o “programar” levadura para manufacturar proteínas de alto valor para medicamentos.
“La biotecnología puede ser parte de la solución a desafíos muy complejos”, añade el autor. Esta disciplina ofrece la posibilidad de eliminar y/o controlar vectores que amenazan la salud pública y la agricultura, como los casos del mosquito Aedes Aegypti, que causa fiebre amarilla, dengue, zika y chikungunya; y la mosca Cochliomyia, causante de miasis parasitaria en el ganado y que provoca pérdidas millonarias la región.
Además, también ofrece soluciones para recuperar recursos naturales dañados, como, por ejemplo, los arrecifes de coral en el Caribe, donde un 66% están dañados. Por otro lado, también se registran avances en el campo de la salud humana, con las primeras terapias genéticas para curar enfermedades causadas por patologías en genes individuales.
Al mismo tiempo, está emergiendo una nueva generación de bioindustrias: agricultura celular para la producción de carne sin animales, fabricación de órganos y tejidos humanos para trasplantes, bioplásticos y biomateriales para packaging y construcción, bacterias sintéticas para limpiar la contaminación del suelo, agua y aire, microalgas para la fijación de CO2, etc.
Este progreso está impulsado por la bioeconomía, “una etiqueta reciente para un viejo concepto”, subraya Anta. Esta consiste en la actividad económica que desarrolla productos y servicios, utilizando fundamentalmente recursos biológicos renovables, de manera eficiente y sostenible.
Ligada a conceptos como la economía verde y economía circular, e implica que “debemos ser capaces de vivir dentro de los límites de lo que el planeta puede proporcionar, y preservarlo para las generaciones futuras”, según el autor.
¿Llegamos a tiempo en América Latina y el Caribe?
La inevitable pregunta, según Anta, es si América Latina y el Caribe serán capaces de llegar a tiempo a esta revolución y participar y competir en el mundo de la bioeconomía. Por un lado, el autor destaca el desarrollo de políticas y estrategias para la bioeconomía en la región como “un esfuerzo muy incipiente”.
En 2017, Argentina estableció un convenio de cooperación entre varios ministerios para diseñar e implementar medidas para impulsar la bioeconomía, entendiendo que el desafío es transversal y requiere la acción de varios actores institucionales.
Por otro lado, en Brasil la bioeconomía es uno de los ejes prioritarios de su estrategia nacional de ciencia y tecnología, que propone el desarrollo de un Plan de Acción para la Bioeconomía.
Asimismo, en los últimos años, Colombia, México, Ecuador, Uruguay y Chile realizaron estudios para entender y valorar el potencial y las oportunidades de la bioeconomía, y propusieron recomendaciones de política. Además, en la actualidad, Costa Rica está trabajando en el diseño de una estrategia nacional de bioeconomía.
Por ello, Anta subraya tres razones para ser optimista en la revolución biotecnológica:
En primer lugar, América Latina y el Caribe cuenta con el 40% de la biodiversidad del planeta y con grandes reservas de recursos naturales. Así, la región dispone de una altísima diversidad y cantidad de materias primas para la bioeconomía.
Por otro lado, diversos países cuentan con un “buen capital humano” en disciplinas clave como la biología, la genómica, la bioquímica, la medicina, y las ciencias agrarias y veterinarias. Además, el autor destaca una base de empresas biotecnológicas que, aunque sea relativamente pequeña, ya cuenta con algunas firmas muy competitivas que operan en la frontera tecnológica.
Por último, Anta apunta a una “nueva generación de talento”, integrada por científicos, emprendedores y biomakers del movimiento DIY (Do-It-Yourself) y GIY (Grow-It-Yourself), bien conectados en redes globales de conocimiento. Estos profesionales ya están desarrollando y aplicando biotecnología para resolver desafíos y aprovechar oportunidades en sus comunidades. Algunos de estos jóvenes forman parte de la comunidad Allbiotech, que organizó el primer Foro Latinoamericano de Bioeconomía el pasado noviembre en Costa Rica.
Por ello, el autor afirma que la mayoría de los países aún está a tiempo de participar de esta revolución biotecnológica, intensiva en capacidades e inversiones en ciencia y tecnología. Sin embargo advierte, “solo podrán subirse al tren si empiezan a trabajar con la misma determinación y velocidad que los países líderes».