La inversión en alternativos está en ebullición, una afirmación que las cifras sostienen: a nivel global, los alternativos suponen un 11% del total de las inversiones. Además, estos activos seguirán disfrutando de vientos de cola y no experimentarán una desaceleración, como ha asegurado Sergio Míguez, socio fundador de Alternative Ratings, en el evento de Aseafi “Alternative Opportunities”.
El experto localiza, además, cuatro tendencias que marcarán este mercado. En primer lugar, destaca la ebullición de los mercados secundarios y señala que estamos pasando de un mercado guiado por inversores a uno por gestores. Asimismo, menciona la popularización de las coinversiones, las cuales ya no son “una parte exótica”. La sostenibilidad es otra de las tendencias que detecta el experto, así como la democratización.
Precisamente, uno de los principales riesgos que identifican algunos expertos deriva de dicha democratización y el peligro de popularizar entre el inversor poco experimentado productos complejos. Esta democratización viene principalmente motivada por la reducción del mínimo de 100.000 euros a 10.000 que se está preparando, pero los expertos consideran que las rentabilidades son lo que han atraído el interés del minorista hacia los alternativos.
En este sentido, Carlos Cuervo-Arango, profesor en la Universidad Nebrija y vicepresidente de INCARI, advierte que “democratizar productos complejos puede ser peligroso para el inversor popular. La potencial ausencia de información puede llevar a una situación como la de las preferentes. Los distribuidores tienen que ser cuidadosos y no veo la lógica de popularizarlos tanto, pero los reguladores se ven arrastrados por la ola y no pueden frenarlo”.
Por su parte, Borja Fernández Canseco, director de cuentas en Schroders, tranquiliza defendiendo que el fin no es distribuir de manera masiva, sino hacer elegible ese activo. En este sentido, destaca la importancia del asesoramiento y la labor docente.
Una asignación que pasa de residual a esencial
La asignación de alternativos que se había hecho hasta ahora tenía un carácter residual, pero podemos decir que ya se están convirtiendo en algo esencial. Según destaca Pedro Servet, fundador y CEO de 25Delta EAF, con este activo se pretende aportar alfa y diversificación.
Esta idea la refuerza Inés del Molino, directora de cuentas de Schroders: “Desde 2016, la inversión en alternativos líquidos ronda el 6,5% de crecimiento anualizado, y dos tercios de toda la inversión global se sitúa en Estados Unidos. Los gestores la están utilizando de forma más táctica”. Sin embargo, estos datos también demuestran su escaso desarrollo en Europa, algo que la experta lamenta.
Por su parte, Juan Fierro, director asociado de Janus Henderson Investors, anima a aplicar la teoría, “si nos vamos a los activos líquidos alternativos, buscamos que la beta desaparezca. Tenemos que generar rentabilidad vía alfa por la experiencia de los equipos de gestión”.
Frente al actual escenario macroeconómico, Del Molino anima a buscar estrategias alternativas que puedan ayudar a amortiguar la volatilidad y recomienda “precaución y diversificación sin salir del mercado”. En cuanto a productos, destaca los bonos catástrofe, los cuales pueden complementar bien la cartera. Fierro insiste en la importancia de identificar los objetivos del cliente, saber qué papel queremos que jueguen los alternativos e identificar el perfil de rentabilidad/riesgo.
Infraestructuras: falta normalización y cultura financiera
Tras ello, Borja González, director asociado de M&G Investments, y Daniel Sulla, director de cuentas en Trea AM, llevaron a cabo un coloquio sobre las diferentes aproximaciones a la inversión en infraestructuras.
En palabras de González, “falta normalizar la inversión en infraestructuras, pese a que están presentes en todas las fases de nuestro día” y añade que “hay muchas oportunidades con las energías renovables; precisamente porque la mayoría de gases de efecto invernadero los producen las infraestructuras”. A su vez, Sulla recuerda que “el reto es democratizar la inversión en infraestructuras no cotizadas en España”, pero para ello advierte que “hace falta cultura financiera para entrar una inversión ilíquida”.