En los últimos diez años, la industria se ha caracterizado por un marcado cambio de tendencia hacia la integración de los criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés) en el proceso de toma de decisiones de inversión.
A esta tendencia le han acompañado hitos clave como la ratificación global del Acuerdo de París, la adopción generalizada de los Principios para la Inversión Responsable (PIR) de las ONU, la integración de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas en la filosofía empresarial. Además de la publicación de recomendaciones por parte del Taskforce on Climate Related Financial Disclosures (grupo de trabajo global de publicaciones financieras relativas a cuestiones medioambientales), que han desempeñado un papel fundamental a la hora de incluir el pensamiento sostenible en la actividad de inversión a escala mundial.
“La comunidad empresarial considera ya la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono como una certeza. Dado que el sector inmobiliario genera el 40% de las emisiones globales de carbono, constituye una parte importante del problema, pero también de la solución”, señala Abigail Dean, responsable de sostenibilidad en TH Real Estate.
En el marco de la transformación a la que estamos asistiendo, cabría preguntarse cuál será el ritmo del cambio y quiénes serán los ganadores y los perdedores en el sector inmobiliario. Para Dean, “la construcción de edificios que generan cero emisiones netas de carbono ya ha comenzado y su viabilidad comercial está quedando demostrada. Cada vez hay más pruebas de que estos edificios resultan más fáciles de vender, más atractivos para los inquilinos y menos vulnerables a la obsolescencia. Constituyen una buena inversión”.