“Cada vez es más claro que la inversión en infraestructuras sostenibles es la historia del crecimiento del futuro. La inversión pública es importante, especialmente en los países en desarrollo, pero el papel de la inversión privada no es despreciable, especialmente en las economías avanzadas”, destaca Léon Cornelissen, economista jefe de Robeco.
Esta reflexión se sustenta en un última informe que señala que la inversión para limitar el cambio climático podría agregar 26 billones de dólares a la economía global. El estudio de la Comisión Global de Economía y Clima dice que el dinero puede generarse en cinco sistemas económicos clave: energía, ciudades, uso de alimentos y tierras, agua e industria. Ha analizado el potencial de generación de ingresos de varias áreas, como la energía renovable y la introducción de la fijación de precios del carbono, combinado con los ahorros para evitar los daños causados por el calentamiento global.
Esta Comisión es una iniciativa creada por siete países costeros (Colombia, Etiopía, Indonesia, Noruega, Corea del Sur, Suecia y el Reino Unido) y está presidida por el ex presidente de México. Su proyecto principal es la Nueva Economía del Clima, un think tank de expertos que tiene como objetivo brindar asesoramiento independiente sobre cómo los países pueden lograr el crecimiento económico al tiempo que se enfrentan a los riesgos que plantea el calentamiento global.
El informe de 2018 identifica y cuantifica las áreas en las que abordar el cambio climático puede obtener y ahorrar dinero. Sus recomendaciones, basadas en estudios detallados, incluyen:
- Creación de más de 65 millones de nuevos empleos con bajas emisiones de carbono para 2030, equivalente a la población actual del Reino Unido.
- Recaudación de 2,8 billones de dólares mediante la introducción de precios para el carbono, equivalente al PIB actual de la India.
- Evitar billones en pérdidas relacionadas con el clima; 2017 supuso un coste de 320.000 millones de dólares solo en daños por tormentas solamente.
Para Robeco, estas conclusiones son relevantes porque muestra cómo estableciendo una línea de trabajo transparente por la que cumplir los principios ambientales, sociales y de gobierno (ASG) no afecta al rendimiento ni el crecimiento del PIB, pero sí puede ayudarlo, mientras que al mismo tiempo mejora el planeta, y en consecuencia se ha convertido en un principio fundamental de la inversión en sostenibilidad.
La firma sostiene que si bien la reestructuración de la infraestructura para crear una economía baja en carbono cuesta dinero, cuantificar sus beneficios financieros futuros ayuda políticamente, en particular porque países populosos y poderosos como los EE. UU., China y la India son reacios a desprenderse.
de los combustibles fósiles.
En este sentido, “como la infraestructura actualmente representa solo un pequeño porcentaje en la cartera de inversores institucionales, hay un amplio margen de expansión. La infraestructura podría ofrecer flujos de efectivo estables a largo plazo y actuar como un diversificador atractivo en las carteras de inversión», concluye Cornelissen.