Con la inflación en el punto de mira y los precios de las materias primas alcanzando máximos de varios años, se ha incrementado el debate sobre un superciclo en el activo. En este contexto, el banco privado suizo Julius Baer desconfía de que se esté produciendo ese superciclo, en comparación con el sucedido entre 2005 y 2016. Así lo indica en su informe ‘Commodities: una historia de ciclos’, en el que explica que esta alza de los precios “parece ser el resultado de un estado de ánimo ampliamente alcista del mercado y de una recuperación económica excepcionalmente fuerte”. Pero a los expertos del banco les cuesta ver «un repunte más duradero en ciernes”.
El efecto de la salida de la crisis del COVID-19 ha fomentado una disminución en el ritmo de las cadenas de suministro en general, como también se refleja en el mercado de las materias primas. Así, no es de extrañar que estén experimentando tensiones, fricciones y escasez que se manifiestan en aumentos de precios. Pero desde la firma suiza recalcan que estas fuerzas son “cíclicas, no estructurales”. Por lo que les cuesta hablar de un “superciclo en ciernes» y en su opinión, se trataría más bien «de un fortísmo ciclo”.
“Confiamos en nuestra opinión de que los precios de las materias primas sufrirán más riesgos a la baja que al alza en el futuro. Solo el petróleo podría verse más fortalecido a corto plazo por la fuerte dinámica de la demanda”, considera el banco suizo.
La influencia de China como primer consumidor global de materias primas
Desde 2001, con el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio, la economía asiática se embarcó en un proceso de industrialización y urbanización sin precedentes, aprovechando las cadenas de suministro mundiales. En este sentido, China se ha convertido durante las últimas dos décadas en el mayor consumidor mundial de materias primas industriales a través de su modelo de crecimiento basado en la inversión y uso intensivo de metales. “Aparte de los años 50 en Estados Unidos y de los 70 en Japón, ninguna otra gran economía ha alcanzado un aumento tan pronunciado desde principios del siglo XX”, señalan en el informe.
Ahora bien, la transición verde se traducirá en el futuro en “una economía más ligera en cuanto al uso de metales, lo que afectará a algunos de ellos más que a otros“. En concreto, el aluminio y el cobre serán los que menos afectos se vean por esa transición.
En contraposición, “el acero y el mineral de hierro son los más expuestos», dice el informe. El mineral de hierro se enfrenta a un viento en contra adicional, ya que China cambiará gradualmente los altos hornos de oxígeno por los hornos de arco eléctrico, que utilizan chatarra de acero en lugar de mineral de hierro.
Finalmente, el efecto demográfico descendente que ya ha ocurrido en Japón y en otras economías desarrolladas como Alemania “muestran que esta evolución suele ir asociada a un pico de consumo de metales per cápita”. Desde 2010, China se ha unido a esta tendencia demográfica negativa que, junto a la transición energética, conllevará un freno para la demanda del mercado de los metales en el futuro, tras dos décadas impulsándolo.
Efectos de la neutralidad del carbono
Por otra parte, la neutralidad del carbono y la fijación de su precio acaparan la atención de los mercados de metales y, consecuentemente también lo hacen las tecnologías verdes, los vehículos eléctricos y la energía limpia. “En general, estas tecnologías son más intensivas en metales que sus homólogas convencionales”, apuntan en el informe.
“Entre los mercados expuestos a las tecnologías limpias, creemos que el impacto será mayor en los metales de las baterías, como el cobalto, el litio y el níquel”. Así, desde Julius Baer aconsejan que “las oportunidades de invertir en metales de baterías son limitadas y están asociadas a riesgos más elevados, ya que muchos de las mineras de este tipo de metales son empresas más pequeñas”.
Por otra parte, el cobre aparece recomendado en las nuevas circunstancias marcadas por la tecnología limpia: “Prevemos un gran impulso en la demanda de cobre, principalmente por parte de los vehículos eléctricos”, puntualizan.
Concretamente, un 90% de los coches nuevos que se vendan en 2040 serán eléctricos, lo que supone en términos de consumo de cobre 35 kilogramos más por coche. En definitiva, “los vehículos eléctricos supondrán unas 5 millones de toneladas de consumo de cobre en 2040, frente a los 0,2 millones de toneladas actuales”.
Sumando el uso del cobre en otros escenarios globales, como su uso en energía solar o eólica, así como en el mercado chino para otros usos, las proyecciones de su consumo para 2040 alcanzan los 37,5 millones de toneladas, según el banco suizo.
Precios del aluminio y acero “exagerados”
A pesar del reciente repunte en los precios que ha llevado a máximos al aluminio y al acero, el informe señala que el impacto de la neutralidad de carbono en estos metales “es exagerado”. A lo que añaden: “Creemos que los precios del aluminio y del acero se alejan de los fundamentales, reflejando expectativas excesivas y el comercio especulativo”.
Achacan este razonamiento a que las tecnologías limpias para reducir la huella del carbono, como la captura, utilización y almacenamiento de carbono o hidrógeno, aún no están listas, por lo que “habrá que equilibrar las aspiraciones medioambientales y las realidades económicas”.
Era de miniciclos en el petróleo
Por último, el negocio del petróleo se enfrenta a la presión de la opinión pública en acelerar sus esfuerzos por mitigar el cambio climático. En un contexto en el que se avanza hacia la reducción de las emisiones del carbono, la financiación relacionada con el clima encuentra nuevos elementos.
Desde la firma suiza expresan que no consideran un riesgo o un argumento sólido aquellas voces del mercado que anuncian que estas limitaciones del capital conducirán a una infrainversión y con ello a una subida de los precios del petróleo.
Si bien es “válido en el caso de las empresas petroleras internacionales que cotizan en bolsa”, este argumento descarta el alcance del crecimiento suplementario de los países petroleros y las empresas privadas. Así, inciden en la importancia que ha adquirido la ‘OPEP+’ a raíz de la crisis y que habrá que vigilar de cerca ya que “ha llegado para quedarse”.
“Vemos que el mercado del petróleo ha entrado en una era de miniciclos, ya que las tendencias de la oferta y la demanda necesitan un reequilibrio constante en un mercado que se mueve hacia el estancamiento y el declive antes de 2030”, concluye Julius Baer en su informe.