“En mayor o menor medida, esta esta crisis sanitaria transformará de manera transversal a todas las tipologías del sector de real estate con el fin de adaptarse a los nuevos hábitos de demanda”: así lo asegura el último informe de KPMG sobre el futuro del real estate tras el impacto de la pandemia del COVID-19.
Desde la consultora subrayan que la interrupción abrupta de la actividad económica afectará de manera heterogénea a los diferentes activos del sector, dependiendo del grado de afectación producido sobre la actividad subyacente desarrollada en los inmuebles.
En este sentido, ciertos activos se han visto directamente perjudicados por el confinamiento, como la mayoría del retail y el sector hotelero, pero otros segmentos, como el residencial, oficinas e industrial/logístico, se verán más afectados por la futura evolución de indicadores como el PIB, desempleo y consumo, así como por las nuevas necesidades que puedan surgir a raíz de los cambios en los hábitos de comportamiento social.
Además, el informe subraya la complejidad e incertidumbre que rodean a la pandemia, ya que aún no se ha podido determinar cuánto tiempo durará o en qué medida alterará los hábitos de comportamiento, tanto en la vida familiar, como en el trabajo, consumo, etc. “Las compañías del sector inmobiliario se encuentran ante un reto de adaptación sin precedentes donde la incertidumbre operativa y temporal aún no se halla despejada”, añaden de KPMG.
Foco en el largo plazo
En este escenario, los equipos directivos deberán, según la consultora, considerar las necesidades de sus compañías en un horizonte temporal no sólo a corto plazo sino especialmente a medio-largo plazo desde una perspectiva estratégica, focalizándose en determinados puntos de actuación: la gestión de los planes de contingencia y adaptación operativa, la gestión en las necesidades de tesorería a corto plazo o la estrategia de renegociación de contratos con proveedores y clientes, entre otros.
Asimismo, el informe asegura que las reservas de tesorería, el endeudamiento y la tipología de los activos marcarán la continuidad de las empresas en términos generales. Además, en el caso de las compañías que tengan necesidades de refinanciación, la correcta medición de las necesidades reales de tesorería y su previsión futura, así como la flexibilización en los plazos de amortización, interés y otros mecanismos como la convertibilidad, serán esenciales para su continuidad, según KPMG. “Sólo una estructura financiera flexible puede ser duradera en una situación de incertidumbre como la actual”, advierten.
Por otro lado, para aquellos inversores o compañías que estén buscando dar entrada a inversores o realizar operaciones corporativas, la consultora destaca la importancia de la estructuración financiera de dichas operaciones, de manera que los inversores tengan flexibilidad en su retribución esperada.
Por último, en caso de situaciones concursales, las medidas que faciliten a la continuidad de los negocios como, por ejemplo, la negociación de convenios alcanzables o la venta de unidades productivas viables facilitarán la conservación de empleos y actividad, limitando el efecto perjudicial en la economía y reduciendo la caída del consumo, según el informe.
“En definitiva, todas aquellas compañías que sepan dar respuesta más allá de sus necesidades a corto plazo y sostengan una visión con una propuesta de valor a futuro que entienda los cambios en los hábitos de comportamiento social y de transformación de su negocio saldrán aún más reforzadas que antes del inicio de esta crisis sanitaria”, aseguran desde KPMG.