El mundo necesita reducir las emisiones de carbono para evitar los peores efectos del cambio climático. Lo que, según explica Velislava Dimitrova, gestora en Fidelity International, significa revertir más de 150 años de aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y alcanzar, o superar, los objetivos de cero emisiones netas en 30 años. Algo que cuesta alrededor de 144 billones de dólares, casi siete veces el PIB anual de EE.UU. Pero, según advierte, la urgente necesidad de descarbonizar ofrece a las empresas que producen energía renovable y otras tecnologías de bajas emisiones el potencial de crecer durante décadas.
No caben dudas de que el reto es mayúsculo. Solo en 2019 se emitieron unos 37.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero e incluso con las restricciones de movilidad provocadas por el COVID-19, el cierre de fábricas, la inmovilización de los aviones y el encierro de la población en sus hogares, las emisiones mundiales de CO2 en la primera mitad de 2020 en comparación con el mismo período de 2019 disminuyeron del 8% al 9%. Un efecto que,según advierte la experta, será temporal.
No existe una barita mágica que reduzca las emisiones de la noche a la mañana, pero Dimitrova recuerda que hay medidas a nuestro alcance y que podemos tomar hoy. Un ejemplo sería la sustitución de la energía de carbón y el transporte basado en el petróleo por mejores soluciones disponibles con bajas emisiones de carbono. Según señala la experta, la instalación de turbinas eólicas reduce las emisiones en un 93% (en comparación con las centrales de combustibles fósiles).
Asimismo, el cambio a los vehículos eléctricos reducirá las emisiones de los coches a más de la mitad, mientras que las pilas de combustible de hidrógeno verde pueden descarbonizar los camiones pesados en un 87%, advierte. La hamburguesa sin carne reduce las emisiones en un 90% y la carne cultivada en laboratorio en un 78%. El aislamiento de los edificios por sí solo podría reducir a la mitad las emisiones asociadas a estos.
“Muchas tecnologías, como la eólica y la solar, son económicamente rentables sin subvenciones. Otras requieren cantidades significativas de capital público y privado para competir con tecnologías más baratas y con altas emisiones de carbono. Todos los ámbitos deben ampliarse de forma agresiva para cumplir los objetivos de descarbonización establecidos por el Acuerdo de París. Por lo tanto, aunque las valoraciones de las empresas eólicas y solares parezcan caras hoy en día, creemos que las expectativas de crecimiento a largo plazo de muchas de ellas estarán más que justificadas. Sin embargo, las empresas que no tienen ninguna ventaja competitiva, como algunas empresas de vehículos eléctricos, parecen sobrevaloradas”, advierte.
El precio del carbón subirá
Las regulaciones de emisiones máximas y el comercio de carbono han resultado controvertidas en el pasado debido a la «fuga» de carbono. “Esto ocurre cuando se aplica un precio al carbono y aumenta el coste de los productos nacionales, incentivando el cambio a importaciones más baratas de países que no ponen precio al carbono”, explica la experta.
Sin embargo, a pesar de este riesgo, admite que se vislumbran mercados de carbono más profundos y amplios. “Cuanto más países los adopten, más eficaces serán. Esto podría impulsar aún más a las empresas de los sectores verdes a medida que las alternativas «marrones» se vuelvan más caras. El Banco Mundial estima que los precios del carbono tienen que ser de 2 a 4 veces más altos que su nivel actual y de 2,5 a 5 veces más altos en 2030 para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones del Acuerdo de París”, señala.
Las oportunidades de la descarbonización
Las tecnologías de baja emisión de carbono existentes son las que más podrían beneficiarse de la inversión necesaria para alcanzar el primer 50% de la descarbonización: 1 billón de dólares al año, según Goldman Sachs. Entre ellas, según enumera la experta, se encuentran las energías renovables, la automatización industrial y agrícola, los edificios eficientes, la nube (cuya huella de carbono es entre un 50% y un 80% menor que la de los centros de datos in situ), las alternativas a la carne y la leche, los materiales ligeros y las plataformas de bienes de segunda mano.
“Una vez que se hayan adoptado plenamente las tecnologías que tenemos disponibles, se necesitará una inversión adicional de unos 3,8 billones de dólares al año en nuevas soluciones para cerrar la brecha. Algunas, como el hidrógeno verde y la captura de carbono, están todavía en las primeras fases de desarrollo; otras aún no se han inventado y muchas necesitarán energía renovable”, prevé la experta.
La inversión media anual sólo en energía solar y eólica superará los 400.000 millones de dólares al año durante décadas. Y si la energía solar y la eólica, respaldadas por el almacenamiento de baterías e hidrógeno verde, sustituyen a toda la generación térmica actual, satisfacen la creciente demanda de una población en aumento y de la clase media emergente, y alimentan el parque mundial de automóviles eléctricos, la demanda de estas energías aumentará aproximadamente 17 veces los niveles actuales, pronostica la experta.
Esto antes de tener en cuenta la electrificación de la calefacción en los hogares o la fabricación de hidrógeno verde para sustituir al gas natural, y la reducción de las emisiones en sectores difíciles de mitigar como el acero, el cemento y el amoníaco. Una vez que se incluyen estos aspectos, la demanda prevista de energía solar y eólica se eleva a más de 25 veces los niveles actuales, completa.
“El reto de la descarbonización es de una escala sin precedentes en la historia de la humanidad. Pero es un reto que ofrece a las empresas que lo afronten un periodo de crecimiento de 30 años que supera incluso a la revolución de internet. Si se invierte lo suficiente y se adoptan plenamente las tecnologías actuales y futuras, la transición a una economía de bajas (o nulas) emisiones de carbono puede ser una realidad. Es posible que no lleguemos a cero neto tan rápido como esperamos, pero podemos acercarnos mucho”, cpncluye.