Desandar más de un siglo de dependencia de los combustibles fósiles es una tarea formidable, pero las políticas públicas, los avances tecnológicos y las actuaciones de los inversores están forzando cambios en nuestra forma de vida. Esta transición hacia un mundo con bajas emisiones de carbono suscita riesgos de pérdidas, qué duda cabe, pero la encuesta a los analistas de Fidelity International revela que el camino hacia las cero emisiones netas ofrece ahora más oportunidades para que algunos sectores se beneficien, que amenazas para los balances de las empresas.
La encuesta muestra que existen grandes diferencias entre las regiones y los sectores en lo que respecta a sus esfuerzos relacionados con los objetivos de reducción de emisiones y la inversión necesaria para conseguirlos.
Las oportunidades y riesgos varían de un sector a otro
Los analistas de la entidad consideran que el sector de los servicios públicos disfruta actualmente de las mejores oportunidades de negocio, a la vista de la inversión que está destinándose a las energías verdes. La transición también podría reducir los riesgos empresariales de este sector.
Un analista de renta fija con oficina en Europa afirmó: “Las empresas de servicios públicos harán la transición para aumentar el peso de las energías renovables, protegiéndolas con contratos a largo plazo. Desde la perspectiva de la deuda corporativa, eso refuerza su perfil crediticio y les permite reducir el coste de su deuda, ya que las empresas líderes pasarán por ser inversiones más seguras”.
Entretanto, lo que tal vez no sorprenda es que las empresas energéticas se enfrentan a los mayores riesgos a medida que se eliminen gradualmente los combustibles fósiles, lo que les dejará con activos obsoletos. En un paso sin precedentes, la Agencia Internacional de la Energía hizo un llamamiento a las empresas energéticas para que frenaran los nuevos proyectos de exploración de petróleo y gas a partir de este año. Los analistas de Fidelity esperan que estas acusadas diferencias entre los dos sectores se reduzcan con el paso del tiempo, a medida que las empresas de servicios públicos y energéticas borren las líneas que las separan por la vía de las fusiones y adquisiciones para convertirse en las locomotoras limpias del futuro.
Después de los servicios públicos, el sector industrial se presenta a los ojos de nuestros analistas como el área con las perspectivas más halagüeñas derivadas de la transición energética, pero con el segundo nivel más alto de riesgo. Según un analista de bienes de equipo con oficina en Europa, esta área debería beneficiarse de una mayor demanda de productos, desde equipos para energías renovables y puntos de recarga de vehículos eléctricos hasta maquinaria para electrificación ferroviaria y electrolizadores de hidrógeno.
La adopción de vehículos eléctricos ya está acelerando, impulsada por la regulación, las ayudas por la COVID-19 y el interés de los consumidores. Otras áreas como la silvicultura y la construcción están aprovechando el creciente interés por los sustitutos del plástico a base de madera.
Sin embargo, gran cantidad de empresas industriales se enfrenta a los riesgos que plantea la regulación, las alteraciones de las cadenas de suministro y los negocios tradicionales. Lo mismo les ocurre a los materiales como el acero y el cemento, que son claves para la transición, pero deben descarbonizarse por el camino, lo que supone un enorme coste.
Las tecnologías de la información marchan en la mitad del pelotón, pero ahí también están surgiendo algunas oportunidades. El software será aún más esencial para gestionar una red eléctrica alimentada con renovables y baterías, mientras que la descarbonización general requerirá un sinfín de nuevas aplicaciones.
Las empresas de consumo discrecional ofrecen menos oportunidades y, en general, puntúan bajo en objetivos y acciones a lo largo de la encuesta. Nuestros analistas afirman que gran parte del sector sigue en “modo supervivencia” debido a la pandemia y a menudo tienen menos razones para pensar en la descarbonización. Las líneas de cruceros y las aerolíneas son excepciones obvias. También están centradas en mantenerse a flote, pero no pueden obviar la transición ya que son grandes emisores.
Un analista del sector de las aerolíneas con oficina en Asia apuntó: “Las aerolíneas todavía no pueden hacer promesas de neutralidad en emisiones de carbono, ya que necesitan un avance tecnológico en el área de los combustibles alternativos para llegar ahí. El hidrógeno y las baterías podrían hacer posibles los vuelos domésticos, pero los vuelos de largo radio podrían tener que recurrir a compensaciones”.
Algunos necesitan objetivos de reducción de emisiones más ambiciosos
Aunque las oportunidades que brinda la transición energética están aumentando, las variaciones de los objetivos de reducción de emisiones de las empresas en los distintos sectores y regiones son muy acusadas. Por ejemplo, el 71% de los analistas que cubren Europa creen que las empresas han planteado los objetivos adecuados para conseguir cero emisiones netas en 2050, mientras que este porcentaje se reduce al 0% en Latinoamérica y la región de Europa del Este, Oriente Medio y África. En todo el mundo, la mitad de los analistas de Fidelity cree que las empresas tendrán que revisar al alza sus objetivos para alcanzar la neutralidad climática.
Alrededor del 85% de los analistas del sector de los servicios públicos piensa que sus empresas han presentado objetivos de reducción de emisiones lo suficientemente ambiciosos, mientras que únicamente el 30% de los analistas del sector energético y el 26% de los analistas de consumo discrecional manifiestan el mismo grado de confianza.
Un analista que cubre empresas de servicios públicos europeas afirmó: “Las empresas que cubro están todas desarrollando tecnologías de generación a partir de fuentes renovables e intentando usar tanta electricidad renovable para consumo propio como les resulta posible. Los incentivos para hacerlo son poderosos, ya que actualmente las variables económicas de los activos renovables son mejores que las de los activos térmicos y la regulación y los inversores están prestando mucha atención a la dimensión ESG. Por lo tanto, las empresas de servicios públicos han estado participando activamente en la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono”.
Entretanto, las empresas energéticas están en una situación difícil. Así lo expresó un analista del sector energético en Norteamérica: “Las empresas no están fijando objetivos de reducción de emisiones voluntariamente, lo hacen porque Wall Street lo demanda”.
Sostener el empleo y vincular la retribución a las emisiones
La transición no es únicamente conceptual ni se limita a la estrategia. Una quinta parte de los analistas cree que los trabajadores de sus sectores podrían perder su empleo en una economía con bajas emisiones de carbono y algunas áreas como los servicios públicos no están dando pasos para abordarlo.
Las empresas pueden ayudar a acelerar la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono vinculando la retribución de los directivos a las reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero. De acuerdo con los analistas de Fidelity, únicamente un tercio de las empresas lo hace actualmente y solo la mitad obliga a los consejos a considerar de forma más general cuestiones medioambientales, sociales y de gobierno corporativo. Las empresas que hacen ambas cosas deberían estar en disposición de capitalizar el enorme abanico de oportunidades que surgirán a medida que la economía mundial gravite hacia sectores con cero emisiones netas, mitigando al mismo tiempo unos riesgos muy reales.