Durante el fin de semana, la COP27 finalizó tras lograr un acuerdo trasnochado y, según los expertos, histórico, pero insuficiente. La industria de inversión comparte esta visión y destaca que el mayor éxito de la cumbre, pese a sus sombras, fue ese acuerdo para la creación de un fondo para financiar los daños del clima que sufren los estados más pobres, a cambio de comprometerse con la reducción progresiva del petróleo, el gas y el carbón.
Los expertos de Banca March reconocen que se trata de un acuerdo de mínimos tras no haber alcanzado el consenso para un plan de reducción de emisiones más ambicioso. “El resultado de la COP27 ha dejado un sabor agridulce en Europa tras la presión de algunos países, como Rusia y Arabia Saudí, para no acelerar la retirada progresiva de los combustibles fósiles”, matizan.
En opinión de Chris Iggo, CIO Core Investments AXA Investment Managers y presidente de AXA IM Investment Institute, la COP27 no parece haber hecho mucho para acelerar la transición energética, pero la atención a la seguridad energética es real en los planes de los gobiernos nacionales. “Es necesario que el capital fluya hacia las empresas de transición energética, pero puede ser necesario que los precios de la energía sigan siendo más altos para que estas inversiones obtengan la tasa de rendimiento requerida, ya sea participando en la renta económica o proporcionando una alternativa económicamente más competitiva que pueda hacer crecer los ingresos rápidamente”, comenta Iggo.
Fabiana Fedeli, CIO de Activos Múltiples, Renta Variable y Sostenibilidad de M&G Investments, coincide en que es relevante que se haya puesto el foco en la crisis energética mundial, ya que esta ha aumentado la complejidad del reto de abordar el cambio climático. En línea con la opinión de la industria, considera que uno de los puntos clave de la COP de este año es el establecimiento de un marco para compensar a los países menos desarrollados por las «pérdidas y daños» relacionados con el clima debidos a la acumulación histórica de emisiones, siendo necesario llegar a un acuerdo sobre un mecanismo o servicio a través del cual se pueda aplicar la financiación. “La Guía de Sharm El Sheikh para una financiación justa, presentada en la COP27, ofrece un marco destinado a acelerar los flujos de financiación climática, en particular hacia las economías en desarrollo”, afirma.
En su opinión, se ha evidenciado la incapacidad de las naciones desarrolladas para cumplir su compromiso de financiación climática de 2009 de 100.000 millones de dólares anuales para 2020, que ahora se espera alcanzar para 2023, dada la presión actual sobre las finanzas públicas, ha erosionado la confianza entre las naciones desarrolladas y en desarrollo. Sin embargo, sostiene que “teniendo en cuenta que este compromiso solo representa una fracción de la financiación mundial necesaria para hacer frente al cambio climático, ahora hay que centrarse en recuperar el impulso y proporcionar soluciones escalables para hacer frente a las carencias colectivas”.
Su segunda conclusión tras la cumbre es la evidente necesidad de un aumento de capital y del desarrollo de una legislación específica. “Un artículo reciente de McKinsey & Co calcula que el gasto de capital acumulado necesario en activos físicos (tecnología, infraestructuras y recursos naturales) para la transición a cero necesitaría pasar de una media anual de 5,7 billones de dólares en la actualidad a 9,2 billones hasta 2050. Aunque las cifras exactas son una suposición de cualquiera, la escala prevista es asombrosa. A través de la legislación, los gobiernos han comenzado a reclamar la posición de liderazgo que todos hemos estado defendiendo”, argumenta y pone como ejemplo la La Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de EE.UU., que ha establecido una norma mundial para incentivar la reducción de emisiones al proporcionar visibilidad de las subvenciones a largo plazo para la energía eólica, la solar, los biocombustibles, el hidrógeno y la captura y el almacenamiento de carbono.
El papel del sector financiero
Para Nigel Green, director general y fundador del Grupo deVere, la falta de concreción del acuerdo, aún queda ver cómo y quiénes financiarán ese fondo, demuestra la falta de confianza en los líderes políticos para afrontar la crisis climática y la urgencia de movilizar capital privado para cumplir con los objetivos.
“Hasta la fecha, los líderes políticos llevan décadas sin actuar. Los gobiernos de todo el mundo no quieren o no pueden canalizar los recursos necesarios para tratar de abordar el problema de frente. Por tanto, es fundamental que el dinero privado se movilice y aproveche para iniciar una era de acción real antes de que sea demasiado tarde”, reclama Green.
En su opinión, es fundamental que se desbloquee y movilice el dinero privado en “la batalla por mitigar los peores efectos del cambio climático creado por el ser humano”. Y argumenta que para que esto suceda, “todos los sectores dentro de la industria financiera tienen que dar un paso adelante, incluyendo asesorías financieras, empresas de seguros, bancos, gestores de patrimonio y activos, empresas de inversión, grupos de fintech, bancos y auditores. Si fallamos en esto, el nivel de financiación no estará disponible, ni al ritmo necesario, para detener los efectos catastróficos del calentamiento global”.
La visión de Fedeli es similar: “Los gestores de activos, por su parte, han ido evolucionando sus capacidades para satisfacer las crecientes necesidades de los inversores. Al alinear las carteras con Net Zero, las empresas han estado dirigiendo recursos y empleando tecnologías para comprender mejor las exposiciones al carbono, al tiempo que se comprometen con las empresas participadas para fomentar la fijación de objetivos. Los crecientes llamamientos del sector a una mayor transparencia y coherencia de los datos, así como a una mayor armonización de las taxonomías, contribuirán a dirigir los esfuerzos hacia donde más se necesitan. No cabe duda de que las instituciones financieras tienen un papel que desempeñar, pero también se requiere una acción coordinada y cooperativa entre los sectores, incluidos los actores gubernamentales y no gubernamentales, para traducir los compromisos en acciones”.
Esta experta de M&G va un paso más allá y recuerda a la industria financiera y de inversión que la responsabilidad es colectiva y requiere soluciones de colaboración. “Alcanzar nuestros objetivos climáticos y permitir al mismo tiempo una transición justa es un reto difícil, pero no insuperable. A medida que las negociaciones formales se intensifican esta semana, el pragmatismo, la determinación y la responsabilidad serán los principales motores del éxito”, concluye.
Para activar esta movilización y compromiso real dentro de la industria Green hace un claro llamamiento: “Les diría a aquellos de nuestra industria que buscan armar o politizar la inversión ESG tachándola de ‘señalización de virtudes despiertas’, entre otras cosas, que se están colocando a sí mismos y a sus empresas en el lado equivocado de la historia. Los fondos que invierten en entidades con sólidas credenciales ESG han superado sus índices de referencia en los últimos años. Desde el punto de vista de la gestión del riesgo, incluir estas empresas en su cartera es, claramente, una decisión sensata”.