Para poder satisfacer las demandas de urbanización, el crecimiento poblacional y la transición a un uso más sostenible de los escasos recursos naturales y un futuro con menos carbono, la mayoría de los analistas señalan que los países asiáticos en desarrollo necesitarán invertir entre 20 y 30 billones de dólares en infraestructuras durante los próximos 15 años, apunta Aberdeen Standard Investments en un reciente artículo.
Para contextualizar estos números, entre 1960 y 1973, Estados Unidos gastó alrededor de 288 billones de dólares (en dinero actual) en los programas espaciales que llevaron al hombre a la luna. El extremo superior de esa horquilla es más o menos el mismo para la previsión actual de todos los activos bajo gestión en Asia-Pacífico en 2025.
“Hablamos de grandes sumas de dinero que van mucho más allá de la capacidad del erario público. De hecho, Asia tendrá que atraer cantidades significativas de capital privado, incluso desde fuera de la región. Es más, esta inversión debe financiar el crecimiento de forma sostenible o la región se arriesgará a repetir los errores del pasado; errores caros de rectificar y con implicaciones globales”, señala la gestora.
En ese sentido, apunta que, pese al rápido desarrollo urbano y el aumento de la clase media, Asia todavía tiene que abordar algunas de las problemáticas de desarrollo más serias: un número significativo de personas sigue viviendo a niveles de subsistencia, en muchos países la infraestructura es insuficiente e ineficiente y 70 de las 100 ciudades más contaminadas del mundo están en esa región.
La buena noticia es que existe un momentum de mejora para arreglar esto. Por ejemplo, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AAIB, por sus siglas en inglés) tiene el mandato de desarrollar infraestructuras como una clase de activo, impulsar mercados de bonos para la inversión en ellas, y promover la integración de los criterios ASG en las inversiones en renta fija en la Asia emergente.
“Esto debería servir como un catalizador para movilizar capital privado adicional de inversores institucionales”, asegura Aberdeen Standard Investments. La iniciativa ‘Belt and Road’ de China tiene objetivos similares con un impacto más amplio.
En línea con esto, los inversores institucionales de todo el mundo también han adoptado el análisis ASG como un componente obligatorio -antes que opcional- de su proceso de toma de decisiones. “La sostenibilidad ya se reconoce irrefutablemente como un asunto de importancia global. Los propietarios de activos con más influencia están liderando la exigencia de cambios y asignando capital a gestores que pueden demostrar sensibilidad ASG y una acción tangible”.
La presión regulatoria también apoya esto al impulsar una mayor transparencia ASG. La gestora hace hincapié en que cada vez hay más evidencias de que la integración ASG no implica un menor rendimiento de las inversiones. Lo que antes se veía como una “compensación” –hacer lo correcto significa menores retornos- ya no es el caso. El rendimiento de los índices de sostenibilidad ha estado a la par de otros índices de referencia en distintas circunstancias de inversión.
Por este motivo, ASI considera que la inversión en infraestructuras asiáticas ofrece “una oportunidad real para incorporar los principios ASG e impulsar el valor social y económico a largo plazo que este tipo de inversión puede generar en los países y comunidades de la región”. Además de la incorporación de ASG a los procesos de inversión, la demografía asiática y la creciente democratización del ahorro jugarán un papel importante a la hora de trasladar activos a este tipo de estrategias.
“Las generaciones más jóvenes están adentrándose en los mercados financieros con prioridades distintas a las de sus predecesores. El cambio de preferencias, combinado con las transformaciones de las políticas públicas y la accesibilidad de tecnología que da un mayor control a los beneficiarios subyacentes, ayudará a impulsar la transición hacia inversiones ASG”, afirma la gestora.
En los mercados asiáticos, estos cambios se sentirán en tres áreas clave. La primera está relacionada con la mitigación del cambio climático: el vínculo de las infraestructuras con la sostenibilidad transformará la manera en la que los gobiernos financian la eficiencia energética, la gestión de basuras o el transporte.
La segunda tiene que ver con la mejora de la calidad del aire: el este de Asia cuenta con la tasa más alta de mortalidad por contaminación. Las industrias involucradas en el desarrollo de productos relacionados con la limpieza del aire jugarán un papel importante.
La última apuesta por aceite de palma y caucho natural éticos y sostenibles: la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático es la mayor productora mundial de estos productos, cuya industria está ligada a la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la apropiación de tierras y el trabajo forzado. “Claramente, esto tiene que cambiar y las empresas líderes ya lo están haciendo”, asevera ASI.
“Al incorporar los principios ASG al desarrollo de las finanzas asiáticas, tenemos una oportunidad única para construir un ecosistema de mercado que beneficiará a inversores, emisores, la ciudadanía asiática y el resto del mundo. No podemos dejarla pasar de largo”, sentencia.