Las estrategias de inversión pasiva han disfrutado de un tremendo crecimiento en la última década, gracias al desempeño estelar del mercado y las comisiones cada vez más competitivas, y hoy representan alrededor del 40% de la asignación de activos de los inversores, señala Fiona Frick, CEO de Unigestion, en un reciente análisis en el que augura sin embargo un cambio de ciclo.
En los últimos 10 años, sólo una minoría de gestores activos han tenido un mejor desempeño que los pasivos teniendo en cuenta los costes, según el índice SPIVA, que compara los índices de Dow Jones frente a los fondos de gestión activa. Sin embargo, desde Unigestion creen que las tendencias en el comportamiento de las estrategias activas frente a las pasivas han sido históricamente cíclicas. El rendimiento de la gestión activa fue fuerte en comparación con las estrategias pasivas entre 2000 y 2009, por ejemplo. Por ello consideran que la gestión activa está evolucionando y podría “estar a punto de experimentar un renacimiento a medida que hacemos la transición a la siguiente fase del ciclo”.
En un entorno de bajas tasas de interés y altas valoraciones para los activos tradicionales, los riesgos a la baja están aumentando. Las estrategias pasivas, que no prevén la asignación de riesgos, son “más vulnerables a correcciones bruscas en operaciones sobrevaloradas”, destacan estos expertos. De esta manera, los gestores activos, con su enfoque en los fundamentos y su capacidad de gestionar el riesgo de forma dinámica, están en una posición mucho mejor para garantizar la resiliencia a la baja y ofrecer rendimientos “en mercados volátiles”.
La propuesta de valor de la gestión pasiva es muy simple ya que su objetivo es replicar un índice. La gestión activa ofrece una propuesta más compleja. Primero, tiene como objetivo ofrecer un rendimiento superior frente a un índice. En segundo lugar, permite una mejor gestión de riesgos activa de una manera que está más estrechamente alineada con el apetito de riesgo, los objetivos y las limitaciones de los inversores. Sin embargo, lograr esos objetivos es menos predecible, ya que depende en gran medida de la habilidad y el proceso del gestor.
De este modo, la gestión activa está evolucionando, gracias en parte a los desarrollos en la inversión de factores y los ETFs, que han proporcionado a los inversores acceso a clases de activos específicos o segmentos del mercado a través de un único valor. Como resultado, ha habido un cambio en la demanda de gestión activa.
Los inversores también están asignando cada vez más capital privado a los valores cotizados para obtener una exposición más amplia a la economía, a medida que el mercado público continúa reduciéndose.
Por ello, la era de la gestión pasiva y equilibrada de múltiples activos está terminando a medida que los inversores reconocen cada vez más el valor de un enfoque dinámico que puede adaptar la asignación de carteras a las diferentes condiciones del mercado.
Un elemento fundamental en este cambio de tendencia son las oportunidades que aportan las nuevas tecnologías. Desde Unigestion destacan que la gestión de activos es un dominio en el que el cliente se beneficia «no sólo de ser inteligente… . sino de ser inteligente de una manera diferente a los demás. Adoptar nuevas tecnologías será una forma de que los gerentes activos sean más listos que los pasivos».
Existe un enorme potencial para que los gestores de activos utilicen el aprendizaje automático y la inteligencia artificial para apoyar sus decisiones de inversión y ofrecer mejores resultados a los inversores, especialmente si están respaldados por la experiencia humana, subrayan.