La gestora belga DPAM celebró en Madrid su VII Seminario Anual de Sostenibilidad, con la presencia de un amplio grupo de expertos que abordaron los principales desafíos medioambientales y sociales, así como las novedades en materia de regulación, en la convicción, en palabras del CEO de la compañía, Peter De Coensel, de que los problemas, riesgos y oportunidades vinculados a estos criterios que integran la ASG “son las dos caras de la misma moneda”.
“Una conclusión clave de este encuentro es que debemos contar tanto con la información financiera como con la no financiera, fundamental ya no sólo para los gestores de activos, sino también para los inversores y el público en general. Por eso, me pareció interesante ver que tenemos que centrarnos en las grandes corporaciones influyentes y los gobiernos, con la idea de extender la adopción de estos criterios a cada vez más empresas, y acelerar asimismo la calidad de la divulgación. Es un objetivo muy ambicioso que se extenderá durante la próxima década”, destacó De Coensel.
El CEO de DPAM subrayó asimismo la importancia de contar con planes de transición estandarizados y normas comunes, pero siempre en colaboración con las autoridades regulatorias para tratar de mantener un equilibrio entre las complejas necesidades y la importancia de facilitar su puesta en práctica.
“La asociación con las autoridades, los proveedores y los clientes es clave en este proceso, y en toda la cadena de valor, que al final siempre es circular por naturaleza”, dijo, porque los riesgos no son evitables por completo, pero sí controlables.
Tanto en lo que respecta a los valores medioambientales como sociales, es importante recordar que “cada número tiene una historia detrás”, recordó De Coensel sobre los indicadores que establece la regulación para medir las inversiones sostenibles.
El CEO trazó un paralelismo entre los distintos acuerdos de Basilea, y la manera en que fueron transformando el sector bancario, y la regulación de los mercados financieros: “Tanto la información no financiera como la sostenibilidad corporativa tendrán un impacto en los modelos de negocio, en los modelos sectoriales, en las economías. Por eso un enfoque integrado, cuando se analiza una empresa o un país, es un atributo clave de las empresas del mañana”.
Objetivos medibles y ambiciosos
El encuentro con formato híbrido (presencial y online) trató en el primer panel sobre las cuestiones medioambientales y, la preocupación por el hecho de que, si bien tanto las empresas como los gobiernos de todo el mundo han ido aumentando sus compromisos climáticos a lo largo de las dos últimas décadas, pasando de objetivos auto-establecidos a otros más validados por la ciencia, en los informes sobre divulgación de carbono del año pasado se pudo comprobar que muchas de esas compañías que han establecido tales objetivos no están en camino de alcanzarlos.
“Necesitamos esas reducciones absolutas de emisiones con impacto en la economía real para evitar los desastres que ya estamos experimentando actualmente”, indicó Gerrit Dubois, especialista en inversión responsable en DPAM, moderador del panel junto a Sam Cornish, analista del Plan de Transición Climática del Institutional Investors Group on Climate Change (IIGCC), Kate Ryan, asesora senior del grupo de expertos E3G y miembro del grupo de trabajo del Plan de Transición del Reino Unido, Paul Benson, abogado de Client Earth, Dag Arthur Aasbø, vicepresidente senior de organización y asuntos públicos/presidente del consejo de sostenibilidad del Grupo Borregaard, y Harm-Jan Pietersen, director de relaciones con los inversores en Ahold Delhaize.
En el debate se hizo hincapié en la necesidad de extender también a las compañías más pequeñas y en sectores menos contaminantes el foco acerca de la necesidad de reducir emisiones, en la importancia de establecer planes de descarbonización de mayor calidad, pero también reconocer que las firmas no operan de manera aislada, es decir que debe tratarse de un esfuerzo conjunto a nivel social.
Y, en este aspecto, el papel de los inversores es crucial: las expectativas de los inversores sientan las bases en muchos sentidos para la regulación, proporcionan un listón. “Cuando pensamos en lo que es un plan de transición de una empresa tratando de establecer cómo navegar con éxito una transición increíblemente compleja, no es algo fácil de hacer. Y el compromiso de los inversores es esencial para impulsar planes más ambiciosos”, señaló Cornish, del IIGCC.
Due diligence social
El segundo panel, moderado por Matthew Welch, especialista de inversión responsable en DPAM, estuvo dedicado a temas sociales, con la participación de Julia Otten, de la firma de abogados Frank Bold, Nikki Gwilliam-Beeharee, de la World Benchmarking Alliance, una alianza que trabaja para configurar las contribuciones del sector privado a la consecución de los ODS de la ONU, Dag Arthur Aasbø, y Karin van den Houten-Bogaers, directora de compromiso ético y derechos humanos en Ahold Delhaize.
En un repaso a la situación normativa, Julia Otten destacó que si bien se cuenta a nivel internacional con una amplia regulación –además compartida y estandarizada- sobre cuestiones laborales y sociales, es fundamental que se trabaje sobre la base de un reglamento compartido en la Unión Europea ante los efectos potencialmente perturbadores en la economía que traerá la transición sostenible. “Creo que la regulación debe proporcionar la base de lo que es una conducta empresarial responsable, pero también incluir las consecuencias para aquellos que no quieren o tienen dificultades para moverse dentro de esos sectores”, dijo.
Por ejemplo, en el caso de la directiva sobre diligencia debida de sostenibilidad corporativa, que aún está en negociación, se abordan los derechos humanos y la evaluación del riesgo medioambiental, pero también se pide a las empresas que actúen frente a estos riesgos. “Eso es lo que entendemos por conducta empresarial responsable”, dijo Otten, es decir “diligencia debida en la forma de relacionarse con su cadena de suministro”.
De hecho, los participantes en el debate consideraron que la evaluación estandarizada de la cadena de suministro es una de las métricas clave para determinar si las compañías tienen un comportamiento socialmente responsable, así como la responsabilidad y rendición de cuentas al nivel del consejo directivo.